Lo Bueno de Llorar
El tercer largometraje de Bize se perfilaba, al igual que sus largometrajes anteriores, como un experimento desafiante en todo sentido, con la diferencia de que este proyecto requeriría, aún más que los dos anteriores, un prolijo trabajo de guión, no a nivel de diálogos si no más bien de acciones. El resultado es interesante, sin embargo hay algo que pareciera no andar bien. No sabría decir si es el guión, la falta de unidad o que simplemente la película terminó como una buena idea que se quedó corta en su ejecución.
Como se ha sabido, la cinta se hizo en poco tiempo casi como desafío planteado por el DiBa (Festival de Cine digital de Barcelona), por lo tanto el guión tenía solo 30 páginas, promoviendo la improvisación actoral y limitando el trabajo de cámara prácticamente al seguimiento de los personajes. El problema es que la improvisación actoral funciona cuando director y actor conocen tan bien al personaje que tienen la seguridad para jugar y plantear cosas nuevas. En este sentido, siento que el apuro le jugó a Bize una mala pasada, ya que no logra dar del todo con personajes verdaderamente complejos y tridimensionales.
¿Qué le falta? Conflicto. No es que sea un maniático de la teoría del conflicto central ni mucho menos, pero analicemos:
La primera película de Matías Bize, ‘Sábado’, era un gran plano secuencia de 63 minutos que contaba la historia de una novia que descubría, el mismo día de su matrimonio, que su futuro marido tenía una amante y que además ésta última estaba embarazada. El guión de Sábado, estaba plagado de conflicto en todas sus escenas, había una lucha y una razón para luchar.
‘En la Cama’, la segunda cinta de Bize, tenía a dos personajes que se venían conociendo, por lo tanto el guión estaba basado en el no conocerse, en el aprender del otro, y el conflicto finalmente se estructuraba sobre las vidas personales de cada uno, razón por la cual el espectador era oyente, junto a los protagonistas, de los problemas que cada personaje tenía.
A diferencia de la novia de ‘Sábado’ o la pareja de ‘En la Cama’, que al hablárselo todo para conocerse daban la excusa perfecta para que el espectador los conociera también, la pareja de ‘Lo bueno de llorar’ no tiene tema de conversación ni abre un espacio para que el espectador conozca y quiera a los personajes. El conflicto de la película se transforma entonces en una fotografía, con dos personajes que carecen del desarrollo que uno como espectador querría.
No obstante lo anterior, se trata de una película contemplativa, sincera, y a ratos sumamente emocionante. El ejemplo más claro quizás está en dos escenas: la primera y la escena del supermercado, donde la protagonista se manda un momento de aquellos que ponen los pelos de punta. Aunque a Bize le falta, pareciera ir por el buen camino.