Santos
Santos debe ser una de las películas más esperadas del año para quienes seguimos de cerca el cine chileno. Como era de esperarse, el resultado es una rareza, un mejunje cinematográfico tan extraño y variado como las influencias que lo nutren. Si bien se percibe un espíritu narrativo que apunta más allá de lo que fue Promedio Rojo (primera película de Nicolás López), la película se queda corta a la hora de resolver lo que había prometido. Sin ser una mala película, pudo haber sido más.
Desgraciadamente, López olvida aspectos claves desde el punto de vista dramático que terminan por pasarle la cuenta al espectador. Hay, por ejemplo, conflictos que no se desarrollan a cabalidad y que parecieran dejar de lado la progresión dramática en algunos personajes, lo cual termina por distanciar al espectador. Por otro lado, debo coincidir con la crítica (aunque no me guste) en la constatación de que Santos tiene una duda constante de tono.
Es envidiable, no obstante, el sello que su director logra imprimir en la película. Esa marca tipo ‘quiéreme-ódiame’ que también tenía Promedio Rojo y que, a fin de cuentas, habla de un director con influencias claras y una mirada muy específica, pero que no transa, por muchas lucas que haya de por medio.