De un piano nace la rosa
Bibliofilia presenta: Instrumental, de James Rhodes
Introducción
Para leer Instrumental es necesario acompañarse de la playlist que el autor ha colgado en Spotify. Escucharla completa y en repetición después que termine. Son algo más de 3 horas 40 minutos. Lo que equivale a dos o tres sentadas en las que el libro se lee de un tirón.
Una vital autobiografía en marcha
James Rhodes, que se presentará en el Colón de Bogotá a finales de este mes, es un renovador de la puesta en escena de la música clásica: sus conciertos, tal y como los describe, son magníficas conversaciones intercaladas por un programa que abarca tanto la tradición como la vanguardia del género. Además, ha contado con la suerte de conducir su pasión a escenarios mediáticos como los que dispuso para él Channel Four o BBC a través de series de televisión en las que hizo gala de erudición y sensibilidad para acercar la música clásica al gran público. Todo con un motivo que Instrumental expone con lucidez: la potencia terapéutica de la música.
Sin embargo, este panorama refulgente no surgió de la noche a la mañana. Rhodes es, con todos los galones, un superviviente de 5 años de abuso sexual en su infancia, intentos de suicidio, autolaceraciones, drogodependencia, prostitución, un divorcio traumático, y un largo etcétera del que, por fortuna, el libro expone sin incurrir en la indulgencia. Nuestro artista habla sin tapujos y con humor sobre sus desventuras. Lágrimas y carcajadas liberadoras acontecen a lo largo de las 280 páginas del libro. Además, expone con una autoridad que es concedida a los que enfrentan su pasado y salen avantes, pese a que su vida se encuentra en riesgo permanente.
La sangre y la culpa
Y no porque el autor siguiera de manera deliberada la estela de autodestrucción de otros juguetes rotos como Kurt Cobain o Amy Winehouse. En él hubo una senda tortuosa de negación y culpabilidad debida a la violencia, física y mental, que infligió contra él, a la vista de todo el mundo en la escuela, Peter Lee, gimnasta y profesor de boxeo.
En este punto, Rhodes es concluyente: señala los daños permanentes que causa una violación. Todo tipo de síntomas y enfermedades que imposibilitan una relación sana con el mundo. Por encima de todo, el vínculo entre violador y violentado, forjado en el implícito “Si me acusas, serás juzgado” por parte de la sociedad.
Esta perversión, construida sobre la culpa que siente el violentado al permitir que su cuerpo haya sido objeto de una afrenta que no puede revelar, es la carga que el músico llevó en sus espaldas durante más de 20 años. Adjetivos como “sucio”o “indigno” para referirse a sí mismo además de los trastornos de personalidad y los tics permanentes, como golpear una superficie dura con los nudillos por varios segundos, son algunas de las cicatrices narradas en un tono coloquial no exento de dureza.
Al romperse el vínculo, desencadena una serie de acontecimientos con los que tiene que lidiar para sobrevivir. Vistos desde una lógica narrativa, eran irreversibles; sin embargo, desde los ojos del autor fueron un naufragio en toda regla. ¿La razón? La capacidad de negación y encubrimiento con respecto a los episodios anteriores de su vida. Para éste su vida anterior fue una mentira con momentos de lucidez. Cuando toda su vida se derrumba, debe elegir entre la muerte o la vida.
Y Rhodes elige. Eso es Instrumental: un ejercicio de aceptación de lo que fue y lo que es como ser humano. Con un marco de fondo tan potente como su devoción por la música.
La música y el amor salvan vidas
Por eso importan la playlist y los apuntes de programa con los que abre cada tema que compone el libro, 20 en total. Nuestro autor asume la causa de ayudar a los demás con la fuerza que otorga la música. Muestra de ello, sus documentales de televisión realizados en pabellones psiquiátricos en los que conversa con los pacientes y luego ejecuta una pieza que ilumina los entresijos de la enfermedad mental.
Impagables son sus comentarios con respecto a la industria musical (extensivos al panorama de las industrias culturales en general) con los que ha emprendido una cruzada exitosa como concertista. Pese a no ser un virtuoso, Rhodes actúa como un artista interesado en que la música llegue hasta la cotidianidad de hombres y mujeres alejados de ella. Pero no lo hace bajo la artificialidad de una estrella pop. Su compromiso es profundo. Su inspiración es genuina.
El amor es otro aliciente para continuar con vida. Este se despliega en palabras sentidas en torno a su hijo y a su segunda esposa, a la que perdió y recuperó con un gran esfuerzo luego de afrontar con entereza la posibilidad de morir. El amor por Hattie, y el sentido del compromiso que de éste emana, son uno de los momentos cumbre de Instrumental: hablar de compromiso con el convencimiento de Rhodes en la era del amor de Tinder es admirable. A lo fugaz oponer lo permanente. Y vivir en torno a ello.
Final
Ahora que el musical reverdece en el cine con la intención de sanar la rabia acumulada por el mal ejercicio de la política y que la música es más social que nunca (compartimos sin criterio y compulsivamente enlaces de SoundCloud o Spotify a una amorfa comunidad de avatares) leer Instrumental es ejercer una escucha activa para restablecer una conexión con lo literario. Es palpar, a través de palabras y sonidos, la vida de manera profunda.
https://soundcloud.com/jrhodespianist/bach-prelude-in-c-major
Rhodes, James: Instrumental.
Traductor: Ismael Attrache.
Blackie Books y Rey Naranjo (coedición colombiana)
2015.
Siguiente entrega, 29/01/2017: El periodista deportivo, Richard Ford.
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