Murakami por Dominik Butzman.

Bibliofilia presenta

Literatura para solitarios y música para volar

Baila, baila, baila, de Haruki Murakami

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Bibliofilia
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7 min readAug 26, 2017

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Uno de los autores más populares del panorama, el japonés Murakami cuenta en su haber con sucesivas postulaciones al Nobel, que le es esquivo, mientras sigue publicando novelas que superan las 400 páginas de extensión.

En su biografía leemos de sus estudios de literatura en Estados Unidos así como la regencia de un bar en el que colocaba jazz todas las noches, antes de dedicarse de lleno a escribir textos propios (“textos míos” como afirma el protagonista de la novela a reseñar, en las últimas páginas de sus peripecias) y a ganar una fama merecida por ellas.

Autor en el que la música, el sexo y las situaciones fantásticas, son una manera de reconocer su escritura, muchas veces ha sido denostado por abusar de la fórmula. Sin embargo, a medida que las traducciones aparecen en más lenguas, su reputación se consolida.

El mismo Murakami lo deseaba, según ha afirmado en todas las entrevistas, quería salir del circuito minoritario en que era leído y vivir de sus libros así como ser reconocido en el mundo. A fe que lo ha logrado, con la misma fórmula y las adaptaciones al cine de sus novelas.

Con admiradores y detractores en ambos lados de la balanza, Haruki Murakami es un autor pop dentro de una literatura rígida y con gran respeto hacia la tradición. En su panorama, es percibido como un autor discordante, de masas y con poco apego al pasado literario japonés.

Esto conlleva riesgos. Todo autor de novelas que se transforma en bests-sellers opaca el conjunto. Murakami, consciente de esto, se hace a un lado de las discusiones y publica con más frecuencia, desde tratados deportivos hasta novelas extensas en las que su fórmula satisface a lectores por millones.

¿De qué trata una novela de nuestro autor? De alguien, un hombre en el tránsito de la adultez, que enfrenta situaciones fantásticas (nos socorremos de la definición de “fantástico” que Cortázar burila en algunas de sus obras) mientras intenta aferrarse a un presente que se diluye en sus manos.

Aunque la fórmula no siempre es así y muchos críticos operan por reducción para juzgar la profusión de obras de Murakami. Sin embargo, con o sin fórmula, sus lectores esperan cada nueva novela como un verdadero acontecimiento. Y esto es de agradecer.

Para sus fanáticos hardcore, el autor de la década de los ochenta y noventa difiere del posterior, de la figura pop que recorre el mundo y aparece en las quinielas del Nobel. El mismo que Murakami hoy detesta amablemente mientras firma novelas en Norteamérica y Europa.

Otros aplauden al escritor de cuentos y relatos breves que tienen ambientes de poesía, los mismos que, él afirma, serán luego escenarios de sus novelas. Algunos coleccionan sus adaptaciones al cómic o, como pasaba con Kundera, sus icónicas fotografías en gris.

Baila, baila, baila (1988), es una de las novelas puente entre un periodo de culto y la transformación en fenómeno de masas. Es anterior a una de sus historias más potentes y extensas, La crónica del pájaro que da cuerda al mundo, así como la que engarza un fértil periodo de un autor que apostó por escribir sus propios textos y encontrar su voz en momentos en los que no era nada fácil para él hacerlo.

Por momentos, en este espacio percibimos conexiones entre el novelista y el cineasta Jim Jarmush, no solo en el tratamiento musical que aparece en la historia, sino en cierta sensibilidad de la desesperación que hace que los lectores se presten a suspender su realidad y a entrar en el mundo del japonés y no abandonarlo hasta llegar al (satisfactorio) punto final.

Y eso es una gran dote del japonés: que sus lectores, tanto fanáticos como detractores, accedan a suspender la verosimilitud para adentrarse en el escenario de ensueño de su obra.

Sigue adecuadamente los pasos marcados en el suelo

Baila, baila, baila. El hombre carnero ha regresado. El mismo de la anterior obra de Murakami es el leitmotiv de la búsqueda que un redactor freelance emprende, a la altura de sus 34 años, para encontrar un asiento en el mundo.

Nuestro protagonista está recién divorciado, tiene buena demanda laboral y vive por el mundo como si atravesara un pasaje repleto de acontecimientos que no alcanzan a conmoverlo. Para explicar su desazón, trata de encontrar pistas que lo orienten y conecta con un evento que ha regresado a su memoria: el tiempo de seducción y breve felicidad que tuvo con Kiki, artista y prostituta, la mujer de las orejas perfectas.

Ambos pasaron un breve momento de romanticismo en el Dolphin Hotel en Sapporo. Un espacio avejentado y lúgubre en el que se amaron como si no existiera mañana, pero que ahora ha desaparecido para dar paso a un edificio moderno, propiedad de la Yakuza.

En él nuestro protagonista conoce a Yumiyoshi, recepcionista, que ha entrado a través de un pasaje transdimensional al antiguo Dolphin Hotel y ha encontrado al Hombre Carnero, aunque éste no se comunica con ella. También se topará con Yuki, la pequeña de 13 años con propiedades de médium que ya ha tenido una cita con el Hombre Carnero.

Percibimos conexiones entre el novelista y el cineasta Jim Jarmush, no solo en el tratamiento musical que aparece en la historia, sino en cierta sensibilidad de la desesperación que hace que los lectores se presten a suspender su realidad.

Este tiene algunas cosas qué decirle cuando haya cruzado el portal. Su mensaje implica para nuestro protagonista la conexión con la vida y seguir, de manera adecuada, cada paso de baile para regresar a ésta. Pero el mensaje aparece abstruso, como todo vaticinio.

Nuestro protagonista regresa a Tokio con Yuki y decidido a conectar y comprender hace el procedimiento inverso, acelera todos sus pasos sin obtener respuesta. Sin embargo, la vida misma va otorgándole pistas que contribuyan a desentrañar el sentido del mensaje que con él ha compartido el Hombre Carnero.

Así aparecen los padres de Yuki, la fotógrafa Ame y su padre, el escritor frustrado Hiraku Makimura, los amantes de ambos, Viernes en el caso del padre y Dick North, poeta hipster y manco, pero también llegan Mei, Gotanda, el antagonista de la historia, June y Kiki, en un paseo en Hawaii en el que nuestro protagonista aprecia lo que espera para su futuro.

Murakami, transdimensional.

Descubre éste que lo mejor que puede hacer consigo mismo es detenerse y esperar las debidas señales para comprender el mensaje y encontrar el hilo que le permita conectar los puntos de su vida.

Así pasamos de Sapporo a Tokio, vamos hasta Hawaii y regresamos a Sapporo. Descubriremos que Gotanda, aparente benefactor de nuestro protagonista, ha incidido en su vida de una manera inconcebible, arrastrándolo por momentos de sufrimiento al ser retenido por la policía por el asesinato de Mei mientras que el mundo a su alrededor parece suspenderse y otorgar aún más misterio al mensaje del Hombre Carnero que solo consiste en bailar, bailar, bailar.

¿De qué trata una novela de Murakami? De alguien, un hombre en el tránsito de la adultez, que enfrenta situaciones fantásticas (nos socorremos de la definición de “fantástico” que Cortázar burila en algunas de sus obras) mientras intenta aferrarse a un presente que se diluye en sus manos

Sin embargo, al descubrir, con Yuki, la verdadera situación de Kiki, quien ya había presentido el desenlace de ella al montar en el Masserati de Gotanda, y vivir distintas pérdidas que parecen arrastrarlo al final de sus propios días, nuestro protagonista encuentra la conexión, lo que le hace falta para ingresar de nuevo a su vida.

Y esto consiste en…

Murakami en el lente de Time.

Final

Baila, baila, baila, puede considerarse como una novela de iniciación. Sus personajes realizan acciones que los ponen de frente a lo que significa vivir. Desde el sexo hasta las relaciones cotidianas entre amigos viven una transformación que obliga a cambiar los lentes con los que se aprecia la vida así como, bajo la figura de conectar y desconectar, es decir, de bailar al ritmo que la ésta misma propone.

Trata de encontrar los pasos y adecúate al ritmo, dice el viejo Carnero que habita el Dolphin hotel donde todo comenzó y ahora se cierra el canal dimensional porque ha enseñado a nuestro protagonista los rudimentos para vivir. Algo nada despreciable cuando de afrontar la fragilidad del universo se trata.

Siguiente entrega: Estación de sueño, Scott McCloud

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★ Creado en 2013, este es el blog del Imaginauta, conocido bajo un anterior avatar como Hijo de la máquina★