El autor, en presente. Fuente.

Bibliofilia presenta Mi lucha, volumen 1: la muerte del padre, de Karl Ove Knäusgard

Una chaqueta que cae de la percha al suelo

El reality de una vida que consumimos con morbo

Bibliofilia
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3 min readNov 26, 2017

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De 1968, Knausgard ha acometido la labor de narrar su vida en seis novelas en lo que equivale a una «obra en marcha» que cubre un periplo de 30 años en los que reflexiona sobre los vínculos con su padre y madre, el enamoramiento y la sexualidad, la constitución de su propia familia y la lucha por convertirse en quien es hoy: el provocador cuya autobiografía novelada lleva por título Mi lucha.

El volumen 1 es el relato de adolescencia del autor desde la perspectiva del escritor de 39 años, ad portas del nacimiento de su tercer hijo, que ha decidido sublimar su vida al transformar la experiencia mediante palabras. Este plan rompe con la convención de la autobiografía, caracterizada por la linealidad y la exaltación del logro con miras al reconocimiento histórico, para construir un escenario en el que los personajes representan sus vidas con el telón de fondo de entresiglos.

Knäusgard, volviendo del pasado. Fuente.

Con poca distancia respecto a los acontecimientos, Knäusgard aprovecha la digresión para narrar los episodios de forma tal que el lector distinga con claridad que asiste a un reality con una extensión superior a las 3.000 palabras. A semejanza del televisivo, los rasgos básicos de las personalidades conectan con el lector. A diferencia de éste, el melodrama desaparece para dar paso a un drama que refuerza la avidez del lector por las actualizaciones de esta «obra en marcha».

Knäusgard, en pausa. Fuente.

En La muerte del padre, Knäusgard la describe como la ruptura de un proceso, a semejanza de un perno que desajusta un engranaje que deja de ser útil para una tarea. Este ahorro de emociones beneficia el enfoque del relato que no es otro que la lucha del autor por ser alguien… el padre entra y sale del reality en que Knäusgard ha transformado su vida, dejando una estela de botellas vacías, sin ninguna lección o legado más allá de la autodestrucción que emprendió en su madurez.

Y la muerte, que yo siempre había considerado la magnitud más importante de la vida, oscura, atrayente, no era más que una tubería que revienta, una rama que se rompe con el viento, una chaqueta que cae de la percha al suelo.

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