La risa NO es la mejor medicina

Biblioteca Humana Ibero
Biblioteca Humana Ibero
5 min readNov 23, 2017

Soy payaso hospitalario y serlo cambió mi vida, pero necesito dejar muy en claro que: la risa NO es la mejor medicina. Yo también lo escuché y lo creí. No nos mintieron al decírnoslo; simplemente la vida es un gran juego de teléfono descompuesto.

Después de estudiar durante cuatro años una licenciatura en nutrición, y de haber pasado un año más en una clínica del ISSSTE, tenía una cosa muy clara: “No quiero hacer esto nunca jamás”. Decirle a la gente que coma frutas y verduras, esperar unas semanas para verlos, regañarlos por no comer frutas y verduras; decirles que ahora sí coman frutas y verduras o podrían morir, o peor, vivir enfermos; volver a esperar otras semanas para repetir la misma historia… es sólo una de las razones por las que ser nutriólogo fue una experiencia desagradable… al principio.

El día después de mi graduación tenía el papel que me permite poner “Lic.” antes de mi nombre, y muy pocas ganas de hacerlo.

Antes de buscar una solución decidí darme un mes de vacaciones, alejarme de todo y dedicarme a ser ni-ni. Fallé rotundamente; a la semana estaba frente a la computadora consumiendo enormes cantidades de TED talks.

Una de ésas fue la TED de Patch Adams; la primera muestra de que Hollywood y la vida real tienen pequeñas e importantes diferencias. Después de la plática de TED encontré varias conferencias de Patch, así como la página del Instituto Gesundheit y de The School for Designing a Society.

Pasé toda la tarde leyendo al respecto y, más de dos años después, aún no termino. Ese día sentí cómo mi curiosidad me empujaba hacia un nuevo mundo, al mismo tiempo en que mi pasión volvía a mis manos.

Selecciona los diferentes elementos de la caja y arrástralos para armar tu propio payaso.

Un año después ya tenía un consultorio que empezaba a diferenciarse de lo tradicional, y una oportunidad de ir a estudiar durante el verano con el legendario Patch Adams.

El lugar donde pasaría poco más de un mes era una casa con ocho habitaciones y tres baños. Ahí, 25 personas (que terminaron siendo 30), de entre 17 y 71 años, y 11 nacionalidades distintas compartimos… todo.

Yo, como alguien bastante introvertido, temí por mi comodidad; las multitudes suelen hacerme sentir ansioso y agotado. Temía el momento en que necesitaría alejarme… pasar una noche solo en algún hotel para recuperar mi energía. Pero para mi sorpresa, ese momento nunca llegó.

En tan sólo una semana había entablado una amistad profunda y sincera con todas estas personas.

Me sentía con más energía que nunca antes, y empecé a preocuparme por lo que pasaría el día en que ya no viviera en una casa con 25 payasos. Esta nueva experiencia me preparó para entender lo que vendría.

El día de nuestra primera intervención como payasos nos reunieron para darnos las indicaciones acerca de lo que tendríamos que hacer. Esperaba algo parecido a alguna actividad de improvisación o una clase sobre cómo decir un chiste. Sin embargo, la lección fue clara y concisa: “El objetivo NO es hacer reír a las personas, el objetivo es conectar con ellas”. Para este objetivo, la risa es una excelente herramienta; sí, la risa es sólo una herramienta. Existen muchas otras.

Puedes conectar con un niño a través del miedo. Cuando un niño grita asustado por ver un payaso y el payaso responde con el mismo miedo, empieza uno de mis juegos favoritos. Por eso vemos películas de terror y saltamos de paracaídas; nos encanta el miedo inofensivo.

En una sala de espera, puedes conectar con casi cualquier persona a través de la tristeza. Ofrécele tus brazos a alguien que acaba de recibir una noticia terrible y compartirán contigo más lagrimas que con la mayoría de sus amigos.

En los hospitales (y en las calles) hay mucho enojo. Aprovéchalo. Dale permiso a alguien para gritar, para decir todas las cosas que quiere decir del gobierno y los jóvenes de ahora. ¡Empújalo a que diga más! Luego, cuando veas que sus hombros se relajan o se queda sin más que decir, ofrécele un abrazo.

Pocos tenemos alguien que acepte compartir nuestro enojo sin aventarnos el suyo de regreso.

Ése fue el primer cambio: “La risa No es la mejor medicina, es la amistad”. Y la amistad, como la vida, implica mucho más que solamente reír. Al regresar a México le haría un cambio más a esa oración.

Me gusta decir que mi nariz de payaso no me deja ver el plato, así que tengo que ver a las personas.

Volví a mi consultorio, con una nueva visión de lo que es ser un proveedor de cuidados. Más que preocuparme por lo que comieron mis pacientes, empecé a observar lo que pasaba alrededor de esa comida.

¿Con quién comes mejor? ¿Con quién comes peor? ¿Dónde comes mejor? ¿Dónde comes peor? ¿Ya “pecaste” con una rebanadota de pastel? ¡Chido! ¿Por qué? ¿Qué cosas te llevaron a tomar esa decisión? ¿Resististe comerte la rebanada de pastel? ¡Felicidades! ¿Por qué? ¿Qué cosas te llevaron a tomar esa decisión? Ya que sabemos esto, ¿cómo podemos usar lo que sabemos sobre ti para que tomar buenas decisiones sea más fácil?

Fácilmente noté un patrón que se repite. Las personas que más dificultades tenían para dejar un hábito eran aquellas que renunciaron a algo que les traía placer (como todos lo hemos hecho).

La mujer que dejó de trabajar, ahora come una bolsa de papas todas las tardes a las 4. El hombre que no llega a tiempo para jugar con sus hijos, ahora cena siempre un paquete de galletas. Los trabajadores que viven frente a una computadora, siempre tienen una hora del antojo, en la cual caminan, chismean, se quejan con otros. La mujer mayor que ya no puede salir, tiene todo un menú de pan dulce para comer varias veces al día.

Estas cosas a las que hemos renunciado son componentes de la filosofía de Patch Adams y de las cosas que busca llevar el payaso hospitalario; amistad, arte, naturaleza, familia…

Es aquí cuando mi cerebro de nutriólogo actúa: la medicina es algo que tomamos cuando estamos enfermos; las vitaminas es algo que tomamos para no enfermarnos.

¿Qué pasa si cambiamos ese antojo por quince minutos de chisme con el de al lado? ¿Qué si cambiamos la bolsa de papas por una hora de pintura o escritura? ¿Y si, la próxima vez que tengas un antojo extraño de pan dulce, le marcas a un ser querido?

En la mayoría de los casos el “pecado” se vuelve innecesario, cuando nos ofrecemos a nosotros mismos otra fuente de placer (una con menos consecuencias negativas).

Por eso es que digo:

La risa NO es la mejor medicina…
pero la amistad, el arte, la naturaleza, la familia…
es el mejor multivitamínico que podemos tomar.

Julio Uriega

16/11/2017

--

--