Relato de una rescatista

Biblioteca Humana Ibero
Biblioteca Humana Ibero
4 min readNov 27, 2017

“Cargas como niña”, “lo haces como mujer”, “tú tranquila, yo me encargo”, “si quieres quédate abajo, no querrás lastimarte”.

¿En qué momento ser mujer se convirtió en una debilidad?

Soy mujer y rescatista. Por lo tanto, mi mundo está rodeado por bomberos, soldados, paramédicos y rescatistas… en su gran mayoría, hombres.

Cuando empecé a certificarme en búsqueda y rescate, recuerdo comentarios hirientes de personas (no sólo hombres, cabe aclarar) que aludían a que yo, siendo mujer, no lograría llegar lejos como rescatista.

“El rescate es un trabajo de hombres fuertes” me decían, “y tú no eres ni hombre, ni fuerte”.

Había quienes preferían no decir nada, pero se notaba que pensaban lo mismo que quienes sí lo hacían.

“Las mujeres cocinan; los hombres cargamos”. Esa era la regla que impusieron mis compañeros de equipo cuando nos entrenamos en Israel, antes de que nosotras les demostráramos de lo que somos capaces.

Para un hombre es fácil, porque nacen con el estereotipo de “hombre fuerte” que por lo tanto, puede cargar. Mientras que nosotras tenemos que ganarnos el lema de “mujer fuerte” y si lo logras… ¡wow! Te ven como un bicho raro y sorprendente.

“Me impresiona tu fuerza”, me dijo una vez un joven que jamás había visto en mi vida. Yo trabajaba arduamente en la zona de desastre del multifamiliar de Tlalpan, y él me observaba muy cómodamente.

Claro que esa frase me la dijo a mí, pero no a mi compañero hombre que estaba haciendo lo mismo que yo. La diferencia es que él es hombre y por lo tanto, es fuerte.

Sí, biológicamente tenemos nuestras diferencias; los hombres por lo general son de complexión más fuerte que las mujeres. Pero es por eso que nuestra fuerza resalta más, porque nos la tenemos que ganar.

Porque claro, las niñas, carentes de testosterona y regidas por el estrógeno, somos por naturaleza más sensibles que los hombres. Pero una mayor sensibilidad no significa menos fuerza; no significa debilidad.

La naturaleza por sí sola interviene, pero la experiencia y la práctica también lo hacen. Modifican las neuronas y mientras sigues entrenando, moldeas a tu cerebro e intervienes en tu naturaleza.

Entonces no hablemos de que las mujeres no pueden; los que no pueden son los que no practican, no las que nacieron “biológicamente menos fuertes”.

Quiero aclarar que entiendo la sorpresa de todos cuando demuestro mis habilidades para el rescate. Si me ves en persona, no tengo el tipo de rudeza, tamaño y masa muscular que uno esperaría al pensar en un rescatista. Sin embargo, sí tengo el entrenamiento, la inteligencia y la perseverancia que se necesitan para lograr el objetivo: salvar vidas.

Al igual que a muchas mujeres, me ha costado subir. Me ha sido difícil que me tomen en serio, que se den cuenta de que puedo y que lo hago bien. Ha sido un camino difícil, pero es realmente gratificante darme cuenta de que las mujeres podemos hacer mucho más de lo que la gente piensa.

Hace unas semanas, fui a dar una conferencia frente a unos niños de primaria acerca del sismo del 19 de septiembre. Hubo una niña que me preguntó muy sorprendida si hay más mujeres en mi equipo y si pueden hacer lo mismo que yo.

Me sentí muy orgullosa de decir que sí, que somos un equipo que rompe con los estereotipos. Somos un equipo donde nos entrenan a todos por igual y donde nosotras somos igual de fuertes, hábiles y valientes que ellos.

Aun así, cuando salimos al mundo, cuando nos juntamos con otros equipos para trabajar, somos discriminadas en silencio. Claro, nadie nos va a decir que no carguemos cosas por ser mujeres, simplemente nos hacen de lado; piensan que somos débiles y que no vamos a poder.

Nos ponen un techo de cristal, que nos es muy difícil romper. Tenemos que trabajar duro; tenemos que demostrar que podemos para que nos dejen trabajar. Pero una vez que lo hacemos y demostramos lo que sabemos, nos ganamos el respeto que siempre merecimos.

La mujer está estereotipada en muchos aspectos en el mundo del rescate y en todas partes, pero depende de nosotras romper ese techo transparente.

No esperemos a que nos tomen en serio, demostremos que lo merecemos. Porque con práctica y perseverancia todo se puede lograr.

Conseguir nuestros sueños no depende de cuánto nos discriminen, sino de que nos esforcemos por convertirlos en realidad. Es así como yo me he ganado el respeto de mis compañeros, y es así como cada mujer puede luchar por lograr lo que quiere y romper ese techo de cristal que tanto duele.

Por: Camila Roytman Presman

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