La hora de vela

Luis Assardo
Bitviu
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4 min readNov 4, 2016

Es un momento que solo los noctámbulos pueden disfrutar. Es una inaguantable actividad que todo bombero debe realizar durante cada turno de servicio en la estación de bomberos. Algunos se salvan, mientras a otros les toca doble –o triple-, según lo confirma el libro de vela. Sí, hay un libro que registra cada minuto perdido en el tiempo del nunca jamás.

Es el clímax del sacrificio que realizan un puñado de guatemaltecos en beneficio de miles de ciudadanos que duermen, se embriagan o trabajan durante cada ciclo de oscuridad.

Mientras la población duerme hay, al menos, una persona despierta en cada estación de bomberos. Los motivos son muchos, las historias todavía más. Cuidar las unidades y el equipo, escuchar el ensordecedor silencio del radiotransmisor, esperar una llamada de auxilio, salir a recibir a las visitas de medianoche que piden ser llevadas a un sanatorio, o simplemente mantener los ojos abiertos para que no desaparezcan equipos y herramientas de la estación.

Tal vez a algún jefe se le ocurrió que así debía ser, tal vez era un castigo, o pudo ser de común acuerdo entre los jugadores de fútbol que cumplieron la función de primeros bomberos en Guatemala. Es de las pocas certezas para un bombero. Ocurre a diario y sin falta. Hasta libro con dedicatoria tiene. Un día intercalado se ve en ese libro el desfile de nombres que van rotando para desvelarse.

Es una nece(si)dad. Sin la hora de vela los bomberos jamás irían a atender emergencias durante las horas de descanso. Los incendios, cuales ladrones, hurtarían manzanas de terreno. Posiblemente veríamos las ambulancias en manos ajenas. Son muchos los beneficios. Ese momento no es agradable porque interrumpe horas valiosas de descanso. Ese descanso tan necesario para el personal que les permite bajar el barranco “Las Guacamayas” colgado de una cuerda, con una parihuela en la mano. Les permite jalar mangueras en un incendio declarado en el basurero de la zona 3. Cargar a lo largo de una cuadra el motor de la quijada de la vida o llevar en camilla una parturienta que vive en el fondo de la Colonia Forestal.

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Algunos bomberos argumentan sobre el peor horario para velar. Unos prefieren que sea pronto, de doce a una de la mañana. Otros prefieren de cuatro a cinco de la mañana, es como madrugar dicen. Lo único seguro es que la última hora es del jefe. Así aprovecha para terminar de escribir en el libro de actividades, revisar reportes y hacer la limpieza que le corresponde. En las estaciones cada bombero hace limpieza.

Lo que más detestan varios bomberos es que mientras velan no salen a las emergencias. Reciben la llamada, anotan la dirección, encienden la luz, hacen sonar el timbre y despiden con molestia la unidad que sale a atender una emergencia, tal vez la única del turno.

Cuando hay suficiente personal es bonito, hasta velan de dos en dos durante una hora. Pero el problema surge entre semana, cuando no hay mucho personal voluntario. Si hay pocos, la hora de vela se alarga. Hay casos en que les toca velar hasta tres horas. Claro, también hay casos en que si se comete un error en el servicio, lo pagan velando durante más tiempo.

Quien no ha velado, no es capaz de entender el sentimiento. Es como pedirle a un homber que sienta lo que siente una parturienta. No es lo mismo desvelarse por gusto, que por rutina sin importar el cansancio. Los segundos son eternos y más de alguno se ha dado a la tarea de adelantar las agujas del reloj. Ese día el jefe termina sus actividades a las cuatro de la mañana y llama para reportar el estado de combustible cuando el jefe general de servicios aún tiene los ojos pegados. Es en ese momento que todos se percatan que alguien veló menos. Basta con revisar el libro, allí sale a luz quien hizo la travesura. Mientras tanto el autor seguro logró dormir un par de minutos más.

A quien no le ha tocado ir a despertar a otro que tarda un siglo en levantarse. Los que solo se sientan y se quedan dormidos, pero no se levantan. Hay que ir como ocho veces a decirles “te toca velar”.

Mientras hay otros que aparecen a la hora indicada. Es más, les toca despertar al que está supuestamente velando (dormido).

Nunca hace falta quien se queda viendo una película, escucha música o juega en la computadora. Muchas cosas se pueden hacer en la hora de vela, pero bien aprovechada puede asegurarle tiempo para estudiar para una carrera universitaria. Se puede estudiar muy bien durante ese periodo de tiempo, de hecho hay quienes velan varias horas, cada turno, para poder estudiar más. Esas horas son especiales, nadie interrumpe. A excepción de algún perro, gato o borrachito que pide agua o un lugar para dormir.

Muchos soñamos con que se elimine, pero al hacerlo no se podrían tener tantas buenas anécdotas. Posiblemente sería un total aburrimiento o un perfecto lugar de descanso. Quien aguanta la hora de vela, puede llamarse bombero. Quitarla sería como amputarle un pedazo de abnegación.

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Luis Assardo
Bitviu
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Journalist • Researcher | Emergency Manager • Arson investigator • Safety & Security Consultant.