Las vacaciones de José, el bombero

Luis Assardo
Bitviu
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5 min readAug 27, 2016

José tiene 20 años de ser bombero. Lo lleva en la sangre. Es jefe de una estación de bomberos. Una de las más grandes.

José despertó con una sonrisa. Sabía que empezaban sus vacaciones, un día soleado por delante y tranquilidad en casa. Como si todo estuviera en orden para disfrutar el primer día de descanso. Tenía 4 años sin poder gozar de vacaciones por el poco personal y las muchas responsabilidades. En esta oportunidad su jefe, el comandante, decidió autorizarle el descanso tan esperado para tenerlo de regreso antes de las fiestas de fin de año que es el periodo más intenso de trabajo.

Cuando supo que tendría vacaciones planificó un viaje a su pueblo natal y aprovechar a visitar parientes que tenía muchos años de no ver. Tendría mucho tiempo libre para compartir con sus dos hijos, Mario de 14 y Jorge de 6 años. Desde hace meses les prometió dedicarles un buen tiempo, de calidad, más que cantidad. Su esposa Rosa estaba feliz porque podría alejarse de ese trabajo que no la termina de convencer y que, aún habiéndole conocido bombero, no le gustaba.

José ama a su familia y le apasiona su profesión. Todos lo conocen como “el bombero” y lo describen como alguien muy servicial.

Doña Juana, una vecina, se enteró por las noticias del huracán y llegó corriendo a pedirle a José que le averiguara sobre un pariente en San Marcos. Rosa no dejó de preocuparse. José encendió la televisión y llamó a la estación de bomberos para saber más de la emergencia. Todos los bomberos lo hacen, es curiosidad natural. Además los bomberos siempre tienen la espinita de ayudar en emergencias grandes. Para eso se preparan con tanto esmero durante mucho tiempo. Desde hace más de 6 años pertenece a la Patrulla Especial de Rescate. Recién lo nombraron jefe de uno de los dos grupos que integran ese equipo especial.

Siendo jefe de rescate era lógico que en una emergencia grande tuviera que irse a trabajar. Pero, ¿y las vacaciones?

¿Qué vale más? ¿Vacaciones planificadas y pactadas con la familia o ayudar a mucha gente en un Desastre Natural? Es el dilema de cualquier bombero de corazón.

José supo lo que iba a ocurrir, no tardaría en recibir un llamado. Se puso triste. Cuando escuchó la magnitud de la emergencia se preocupó aún más y Rosa se percató de su actitud. Mario, cual león enjaulado, pasaba frente a José para saber que haría y Jorge se sentó a su lado a contemplarlo. Había un silencio ensordecedor, ya que estaban a horas de irse de vacaciones, un momento especial y esperado durante los últimos cuatro años.

La llamada al celular de José rompió el incómodo silencio y al escuchar por el auricular lo que le decían sólo podía mover la cabeza como queriendo decir que sí. No hablaba, solo escuchaba. Al colgar solo dijo que devolvería la llamada. Rosa inmediatamente le dijo: “Mijo, andate, yo sé que estás triste por nosotros, pero nosotros tenemos la oportunidad de estar juntos, ¿Cuántas familias ahorita mismo estarán soterradas o separadas? Andate rápido antes que me arrepienta de dejarte ir….” José solo pudo articular un “…no…” Y Rosa replicó “ venite al cuarto, ya mismo te preparo tu maleta… y te pido que regreses antes de que acaben estos días” No quiso mencionar la palabra vacaciones, que en ese momento significaba tristeza. Jorge con los ojos llorosos corrió a abrazar a su papá, mientras Mario contemplaba la situación sin articular palabra, estaba enfadado.

José anotó en su cuaderno que llevaba a todos los rescates. “Durante el trayecto hacia San Marcos miro consternado todos los daños. Me recuerda experiencias anteriores, pero nada se compara con los daños y el dolor que esta tragedia está causando. Me siento impotente al no poder ayudar a todos.”

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Después de varios días escribió: “Al inicio tenía más fuerzas para ayudar, pero conforme pasa el tiempo me he cansado. Desgasta callar en medio de tanto dolor y sufrimiento. Esto parece un campo de batalla, una batalla donde solo la muerte gana. Quisiera que todo esto fuera un sueño, pero no. Agradezco la oportunidad de haber venido a ayudar. No me hubiera perdonado quedarme en casa y pasar mis vacaciones alejado de todo esto.”

El destino de ayuda

Continuaron movilizándose para ayudar en varias comunidades. Y él continuó su relato escrito: “Al llegar al final del camino ubicamos el vehículo de rescate. Hicimos un pequeño campamento y la gente que deambulaba por el campo llegó al ver las luces rojas y blancas del vehículo. Pedían comida y repartimos algo de víveres que traíamos, armamos la cocina y comimos junto a los pobladores. El líder religioso de la población se ofreció a cuidar el vehículo ya que íbamos a seguir por coordenadas hasta una población alejada que necesitaba medicamentos y sueros. Cada bombero cargaba lo menos 80 libras de equipo y suplementos. Después de 10 horas estábamos exhaustos, sin ganas de hablar, pensando en nuestras familias, pero yo sabía que éste era el momento en que tenía que levantarles el ánimo a mis compañeros, así que seguí al frente haciéndoles porras a mis amigos. Cantamos y repasamos los chistes que hemos repetido en cada día de turno. Ya los sabemos de memoria, pero igual reímos.”

Todos iban de forma voluntaria, nadie fue obligado a participar y eso les daba una ventaja psicológica.

“Pasamos por un caserío donde la gente nos insultó y nos gritaba que todos estaban pidiendo auxilio desde hace más de cinco días. Íbamos cabizbajos pensando en la desesperación de esta gente. De todos modos ya estábamos acostumbrados porque en la ciudad es común que la gente nos falte el respeto, muchos nos insultan.

Al oscurecer llegamos al lugar. Pasaron 16 horas en total desde que dejamos el vehículo de rescate. Inmediatamente encontramos a varios niños, les pregunté por sus padres, pero no obtuve respuesta. No sabía si era porque hablaban otra lengua o porque no había adultos sobrevivientes.

Resultó ser que ambas opciones eran correctas. Ellos nos guiaron hasta la iglesia para enseñarnos a los pocos jóvenes que estaban vivos. Mis compañeros iniciaron el tratamiento de heridos mientras yo me trataba de comunicar por teléfono con el comandante.

La misión había sido exitosa y camino de regreso, todos seguíamos recibiendo solicitudes de auxilio. Ya habían pasado cinco días y solo llevábamos comida para dos. El comandante me dijo que si podíamos quedarnos más tiempo, les pregunté a los demás y decidimos quedarnos dos días más. En el camino nos encontramos bomberos de otras instituciones y a civiles que llevaban ayuda. Sabía que más gente vendría detrás.”

Regresaron

“Al regresar a la estación central, nos tocó lavar todo, entregar contra inventario, reportar las herramientas perdidas y coordinar la reposición con dinero de nuestro bolsillo, después me tocó hacer el informe correspondiente y llenar los libros de control. Por último dar el reporte completo al comandante. Terminamos todo a las 11 de la noche y debíamos regresar a nuestras casas. Nos fueron a dejar.”

Al llegar a su casa, el primero que salió a recibirlo fue Mario. Lo abrazó muy fuerte y le pidió perdón por no haberse despedido. Rosa estaba junto a Jorge, sentados en el cuarto esperando verlo. José, el bombero, se sentía como un héroe entrando después de una batalla.

***Relato ficticio sobre el servicio de bomberos en Desastres Naturales, desde la perspectiva de un bombero.

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Luis Assardo
Bitviu
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Journalist • Researcher | Emergency Manager • Arson investigator • Safety & Security Consultant.