Blockchain y el nuevo papel de los abogados.

Isaac López
Blockchain Academy Mexico
6 min readSep 15, 2019

¿Crónica de una muerte anunciada?

Cuenta la comedia popular que un día, en alguna clase de derecho contractual, el profesor preguntó a uno de sus mejores estudiantes: “Si tuviera usted que entregar a otra persona una naranja, ¿qué diría al momento de la entrega?”.

Seguro de sí mismo, el estudiante contestó: “tenga usted esta naranja”.

El profesor arremetió: “¡No! ¡No! ¡Piense y hable usted como un abogado!”.

Entonces le diría -contestó el estudiante- por medio del presente acto y por mi propio derecho cedo, transfiero y enajeno a usted, a sus cesionarios y/o a quien su derecho represente, mis derechos, acciones e intereses sobre este fruto natural, en lo sucesivo referido como “naranja”, en conjunto con sus accesorios; que incluyen, pero no se limitan a la cáscara, su pulpa y sus semillas…”.

Más allá del humorismo de esta y de otras historias, a los abogados debería inquietarnos el mensaje que se esconde detrás de la comedia legal. Ya lo decía Freud: hablando en broma se puede decirlo todo, incluso la verdad.

El problema es que los abogados no hemos querido escuchar. Nuestra ceguera profesional nos ha impedido escuchar no solo el mensaje de la comedia, sino el que las nuevas tecnologías nos han querido dar.

Nuestra primera llamada de atención vino con la automatización. De acuerdo con un estudio publicado por CNBC, la profesión del abogado corre un 38% de riesgo de ser automatizada en el futuro. Desde la perspectiva de nuestros clientes, esto significa una importante reducción de las odiosas horas dolarizadas que a los abogados nos encanta facturar.

La segunda llamada vino con la inteligencia artificial. Los aplicativos de esta tecnología son capaces de conducir un due dilligence y de analizar un riesgo contractual a una velocidad que un ejército de abogados jamás podrá igualar. Incluso se ha utilizado esta tecnología para predecir el sentido de una decisión judicial. Proyectos como Ross Intelligence o LawGeex evidencian este potencial.

La tercera -y última- llamada vino con blockchain. Desde hace algunos años se ha visto a esta tecnología como una de propuestas más disruptivas de la modernidad. Conceptualmente, esta tecnología busca erradicar de forma directa a los intermediarios y a la centralización de la información. En el ecosistema blockchain, todo intermediario que no agrega valor a un proceso comercial es indeseable y prescindible. Sus costos (e incluso su papel en el proceso) entran bajo el riguroso análisis de una de las lupas más disruptivas que ha conocido la historia. El papel de los abogados como intermediarios -porque eso somos, intermediarios- nunca había sido sometido a una auditoría tan radical.

En términos generales, blockchain es una tecnología a la que se le atribuyen rasgos de seguridad, trazabilidad, e inmutabilidad. Esto se debe a que las transacciones que se verifican en la red son procesadas por múltiples nodos que se encargan de validar -entre otras cosas- que el emisor cuente con los recursos necesarios para iniciar la operación y que, en general, ésta es coherente con el historial previo de transacciones. Una vez validada, la transacción queda registrada en la “cadena”, lo que significa -por un lado- que será consultable en el futuro y -por el otro- que se requerirá literalmente fuerza bruta computacional para poder corromper o modificar dicha transacción.

La confianza está conceptual e intrínsecamente relacionada con la tecnología. El objetivo detrás de blockchain es redirigir nuestra confianza de un modelo basado en los intermediarios hacia un modelo basado en la distribución. Consecuentemente, los intermediarios con bajos niveles de confianza están en la mira directa de la disrupción. Debería entonces preocuparnos a los abogados el hecho de que -de acuerdo con un estudio elaborado por Statista y publicado por Forbes- los abogados tenemos la cuarta profesión menos confiable, después de los políticos, los vendedores de autos y los ejecutivos de negocios.

Es así como la broma deja de ser comedia y el mensaje deja de ser sutil. Si son los nodos quienes se encargan de validar, certificar y registrar que una transacción sucede o sucedió en un momento determinado, ¿qué función queda por desempeñar a los notarios y a los corredores públicos? ¿Qué función tienen ya los registros públicos de propiedad? En países con sistemas jurídicos romano-germánicos, como México, donde la fe pública y la publicidad registral juegan un papel importante en la formalidad de las transacciones, blockchain tiene una importante área de oportunidad.

“El riesgo es para ellos”, dirán algunos abogados -pero no. Blockchain ya es mucho más complejo que la “simple” validación y el registro de una transacción. Ahora las transacciones de la red pueden verificarse en el contexto de una lógica comercial, habilitada por nuevos jugadores que reciben el nombre de contratos inteligentes o Smart Contracts.

Los contratos inteligentes son acuerdos digitales diseñados para ejecutar automáticamente una transacción.

Se dice -generalmente por los abogados- que los Smart Contracts no son contratos “en realidad”. Se dice que un contrato requiere de forma, de consentimiento, de firma autógrafa y demás. Se dice que se requiere objeto y se dice que se requiere esencia y validez. En general, se dice arrogantemente lo que dicta el derecho romano sobre la esencia contractual. Y mientras nosotros debatimos -apoyados por un derecho más antiguo que la religión, se avanza sin nosotros en el plano digital.

En realidad, los contratos inteligentes son programas computacionales que funcionan dentro del contexto blockchain y que permiten la auto-ejecución de determinados acuerdos. En principio, ningún abogado se involucra en el proceso de su creación. Los contratos inteligentes son redactados en forma de código y, como tal, todo aquel que sepa programar puede auditar y comprender su funcionalidad.

El mensaje es claro: todo-aquel-que-sepa-programar. Más tarde que temprano, el monopolio que durante tanto tiempo nos perteneció a los abogados, nos ha sido arrebatado por aquellos que saben programar.

Y ahora se hace con los smart contracts lo que nosotros hicimos por décadas a través de fideicomisos, a través de escrows, a través de condiciones suspensivas y a través de mil mecanismos más. Nuestros honorarios fueron reducidos a minúsculas comisiones que reciben el nombre de “gas”, y nuestros largos y tediosos procesos judiciales fueron reducidos a minutos y al poder computacional.

El reto es entonces para todos los abogados. Las transacciones que suceden en el contexto blockchain pueden relacionarse -por ejemplo- con datos personales (no hay que olvidar que blockhain es una gran base de datos), lo que significa que debemos comenzar a preguntarnos cómo funcionaría el derecho al olvido en una red inmutable y -en principio- imposible de modificar. Debemos también preguntarnos cómo pagamos impuestos por los criptoactivos que almacenamos en una cartera digital, en direcciones que no necesariamente están asociados con nuestra identidad personal. Para ello debemos saber diferenciar entre un token de utilidad y una criptomoneda, pues su realidad fiscal y económica no es igual. Nuestras autoridades deben hacerse de las herramientas teóricas, físicas y legales para estar en condiciones de detectar riesgos en materia de lavado de dinero y de evasión fiscal. Etcétera.

En este contexto, más que un reto o una llamada de atención, la tecnología blockchain nos permitirá revolucionar la forma en la que los abogados damos certeza y celeridad a una operación. En lugar de ser una amenaza para nuestra profesión, blockchain nos trajo una nueva herramienta y una importante oportunidad. Los notarios y los corredores no desaparecerán -en la medida que sepan y accedan a utilizar blockchain como una herramienta profesional.

Y así, en lugar de representar la crónica de nuestra muerte anunciada, blockchain representa para los abogados una oportunidad; la última que se nos da.

Podemos seguir riendo de la comedia… o podemos escuchar.

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