Romper el ciclo de pobreza intergeneracional

Durante la celebración del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre), el Banco Mundial publicó una versión preliminar de su estudio: Fair Progress?Educational Mobility Around the World (¿Progreso justo? La movilidad educativa en el mundo).

A partir de datos sólidos, el documento explica como el nivel educativo alcanzado por una familia en una determinada generación, determina las condiciones de vida de las siguientes y demuestra porqué la educación es, por excelencia, la forma más eficaz de romper con esas cadenas que mantienen a las familias presas de la pobreza, generación tras generación.

La ‘pobreza estructural’ es “un fenómeno intergeneracional, que tiende a transmitirse de una generación a otra, perpetuando una cultura de pobreza que difícilmente mejora con el simple crecimiento económico de un país”, dice el Diario peruano El Cuyo.

El mencionado estudio muestra además la preocupación que surge al comprobar que la mejora en el nivel educativo de una generación respecto a la anterior, se ha estancado en los últimos 50 años.

Mientras cerca de la mitad de las personas que nacieron en la década de los 80s recibieron más y mejor educación que sus padres, los nacidos en la década de los 90s fueron afectados por un deterioro en la calidad de la educación con respecto a sus progenitores.

Esto es especialmente cierto para las naciones en vías de desarrollo.

Estamos viviendo una crisis de capital humano y debemos hacer todo lo posible por crear un mundo en el que los niños de todos los países tengan la oportunidad de convertirse en lo que deseen”, señaló en su discurso Jim Yong Kim, Presidente del Grupo Banco Mundial, en la sesión plenaria del 17 de octubre.

Lo anterior pone de manifiesto el rol tan relevante que juegan las políticas públicas para garantizar el acceso equitativo de todos los niños a la educación y servicios de calidad, sin importar la situación socioeconómica de sus padres o el entorno en que viven.

El mismo estudio señala tres caminos para lograrlo:

  1. Inversión en la primera infancia
    La inversión en primera infancia es una de las formas más eficaces para erradicar la pobreza, a la vez de ser la que muestra mayores índices de rentabilidad.
  2. Invertir en iniciativas dirigidas a esta población, como acceso a educación de calidad, salud materna e infantil, nutrición, abastecimiento de agua y saneamiento, infraestructura, entre otros servicios clave, sin duda revertirá la tendencia de deterioro socioeconómico de las familias.
  3. Abordaje integral, más allá de lo económico
    Las percepciones y creencias de las personas obstruyen sus sueños y aspiraciones, dejándolos atrapados en un esquema mental del cual les resulta difícil salir.
  4. Es fundamental incorporar el abordaje de las creencias, patrones de vida y conductas en las políticas y programas dirigidos a estas poblaciones, para transformar los esquemas mentales, sicológicos y espirituales que les impiden superar su situación de pobreza.
  5. Acciones en el nivel local
    El entorno de cada persona influye en su desarrollo, al igual que sus padres y familia. Por ello se hace necesario que los programas consideren en entorno donde crecen los niños: barrios, escuelas, infraestructura, servicios, pandillas, delincuencia, entre muchos otros factores que pueden influir en la capacidad de un ser humano para aprender, crecer y prosperar.

El mundo se ha fijado una ruta de desarrollo 2015–2030, definida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El primero de ellos es: ‘Erradicar la pobreza extrema’.

Si no modificamos las formas de abordaje a esa problemática, empezando por la inversión en los niños, especialmente para aquellos que provienen de los entornos más desfavorecidos, y la mejora en la calidad de la educación que les brindamos, así como el abordaje integral de las problemáticas que afectan a las familias, será difícil alcanzar esa meta.

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