La expansión de la mente

Universidad Adventista del Plata
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4 min readJul 22, 2019

Una de las tareas centrales que ha asumido históricamente la universidad es la que se presenta en el título. Se trata de un tema que interpela a cualquier proyecto educativo y que se hace todavía más central en la educación superior. Una universidad confesional asume con sumo compromiso dicha misión a la vez que integra la fe como parte de su identidad. Esta es la razón por la que muchos elijen estudiar y trabajar en ella. Ambos aspectos forman parte constitutiva de un proyecto que considera que “la vida de fe y la expansión de la mente no se encuentran en oposición. De hecho, se sostienen y enriquecen mutuamente” (Galusha, Luxton, Mc Vay & Rasi, 2005, traducción del autor).

La vida de fe y la expansión de la mente no se encuentran en oposición. De hecho, se sostienen y enriquecen mutuamente.

Si bien la fe y la reflexión no necesitan oponerse (Daros, Aranda Fraga & Bugossi, 2009), existen diagramas de racionalidad instalados en la academia que arbitrariamente vinculan a la fe con la clausura de la reflexión; como algo opuesto, o, en el mejor de los casos, como algo respetable y hasta importante, pero perteneciente a un ámbito distinto al del pensamiento crítico. En un estudio clásico, Marsden (1994) analizó el caso de universidades originalmente cristianas como Harvard, Yale, Princeton, University of Michigan, Johns Hopkins, la University of California at Berkeley, y la University of Chicago mostrando cómo en pocas décadas se convirtieron en instituciones que cuestionaban fuertemente el corazón de la fe cristiana(1). Si bien “en la Biblia, encontrarse con lo divino no implica desprenderse de lo real” (Doukham, 2007, p. 8), en la cultura occidental imperó otro modelo de racionalidad y de humano (Smith, 2014). Esa parece ser una tendencia, por lo que algunos piensan que, para mantener la fe es necesario dedicar más recursos y establecer más espacios específicos para ese fin.

No se cuestiona aquí el valor de las actividades espirituales ni de las cátedras de Teología. Sólo se discute una matriz de racionalidad que divide la persona y la mente. No se trata de desarrollar más fe por un lado, y más racionalidad por el otro, sino de desnaturalizar y problematizar la dicotomía (2). Implica habilitar más al pensamiento en los ámbitos de fe, y autorizar a la fe a participar del diálogo académico; no sólo como un diálogo interdisciplinario con la Teología, o la integración de algún valor o reflexión espiritual en clases, sino como una perspectiva desde la cual se puede volver a pensar lo estudiado (3).

No se trata de desarrollar más fe por un lado, y más racionalidad por el otro, sino de desnaturalizar y problematizar la dicotomía. Implica habilitar más al pensamiento en los ámbitos de fe, y autorizar a la fe a participar del diálogo académico.

Autores como Litwin (2008) y Bain (2007) señalan que los docentes universitarios con los que se aprende más y mejor no presentan los conocimientos como si se tratara de absolutos sino que abordan los procesos y discusiones del campo que estuvieron detrás de los mismos, se trate de leyes o conceptos de cualquier disciplina científica. White, por su parte, subraya que es necesario “educar a los jóvenes para que sean pensadores, y no meros reflectores de los pensamientos de otros” (2012, p. 17). Existe una tendencia a la reificación del conocimiento; y, si no es sometido a la reflexión crítica, el saber académico corre también ese riesgo de convertirse en un dogma (Candioti, 2004). White afirma la necesidad de revisar el conocimiento humano que está naturalizado como definitivo y ponerlo en perspectiva. A la vez que valora las producciones que “han estimulado el pensamiento, y abierto a la vista vastos campos de conocimiento”, destaca la necesidad de evaluarlos críticamente (2012, p. 13). Este modo de abordar el conocimiento está cercano a una racionalidad abierta, consciente de sus límites, que acepte orientación divina en sus recorridos reflexivos. White lo expresó de la siguiente manera:

“Cualquier ramo de investigación que emprendamos, con el sincero propósito de llegar a la verdad, nos ponen en contacto con la Inteligencia poderosa e invisible que obra en todas las cosas y por medio de ellas. La mente del hombre se pone en comunión con la mente de Dios, lo finito, con lo infinito. El efecto que tiene esa comunión sobre el cuerpo, la mente y el alma sobrepuja toda estimación”. (2012, p. 17)

Una universidad cristiana es un lugar en el que podemos deconstruir dicotomías instaladas y pensar en modos de cultivar una experiencia de pensamiento y fe que nos conecte con la mente de Dios en una relación muy concreta, vivencial y de servicio con el mundo que nos rodea.

Consultá las referencias y notas de este artículo aquí.

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