Entre “Manteníos” y “Quejones”

Miguel Rios
Borinquen Querida
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4 min readAug 21, 2014
Ugh. ¿En serio?

En los últimos días se ha hablado mucho en Puerto Rico sobre los famosos “manteníos”. Esta misteriosa especie de boricuas (individualmente llamados “vagonetas” o “yales” ) es conocida por su aparente contribución negativa a la economía de la isla y por el sinnúmero de privilegios que alegadamente disfrutan en su hábitat común (llamado barrio o caserío).

A los “manteníos” se les critica cada vez que se les añade un “privilegio”, como piscinas o residencias baratas en edificios olvidados, o cuando graban y causan el despido de un miembro de una “especie superior” que los invita a “humanizarse” (“lean un libro”, “no escuchen a Daddy Yankee”).

Sin embargo, poco se habla del origen de los “manteníos”. El consenso parece ser que es una especie que ha escogido su destino – un grupo de personas que ha planificado vivir eternamente del ser humano “superior”: el trabajador puertorriqueño y un subconjunto importante de ellos, los famosos “quejones”.

Tristemente, esa bolita de humo que los “quejones” aman utilizar es la que esconde la cruel verdad: muchos “manteníos” no escogieron vivir así. Pero gracias a nuestro sistema, y contrario a los “quejones”, su gran mayoría no tiene otra mejor opción.

Puerto Rico no es una meritocracia.

Esas seis palabras deberían acompañar nuestro escudo nacional. Desde Kindergarten, esa corta oración debería estar incrustada en el cráneo de todo niño y niña en la isla. ¿Saben por qué? Porque esa corta declaración invalida el mito de los “manteníos” y el sinnúmero de Photoshop e irritables “status updates” en contra de este grupo por parte de los “quejones”.

En una meritocracia, cada ser humano comienza la carrera de la vida en la misma posición y más importante aún, todos y todas compiten con sólo su fuerza de voluntad, sin importar su nivel social, ideales políticos o color de piel. En una utopía así sería justo criticar el estatus de una persona sólo por su rendimiento, no por causas externas. Pero no, así no es que funciona nuestra sociedad.

La realidad es que los “manteníos” no son una especie de seres humanos inferiores a los “quejones”. Muchos, la gran mayoría pienso yo, son víctimas de discrimen sistemático y de circunstancias que nunca estarán a su alcance. Peor aún, muchas de estas personas no tienen otra opción que recibir el chequecito del gobierno, gastarlo y resignarse a morir sin cumplir ninguno de sus sueños. ¿Ustedes de verdad piensan que ninguno de ellos sueña con viajar el mundo, ser doctora, abogada o ingeniera civil?

En este tema, como en muchos otros en Puerto Rico, hablamos mucho sin substancia, con generalizaciones y mucho odio, sin cuestionarnos cuales son las causas subyacentes del problema.

Hagamos un breve ejercicio

¿Cuantos de estos “manteníos” son ex-reclusos que cayeron presos por tener una bolsita de la que ya casi es legal? ¿Cuantos tienen panas en el sistema que les limpien su record? Seamos sinceros: la gran mayoría de estas personas nunca conseguirán una oportunidad de empleo decente por el resto de sus vidas, así su ofensa sea fumar de la misma que fumó el Presidente de los Estados Unidos de América.

¿Cuantas “yales” nacieron en una familia abusiva? ¿Cuales de ellas escogieron conscientemente crecer cerca del tío manoseador? Ninguna. ¿De verdad es su culpa que hayan nacido y crecido en un ambiente abusivo, hostil y sin justicia?

¿Cuantos de estos “vagonetas” crecieron con una educación pobre, en escuelas con maestros mediocres, sin recursos adecuados, en hogares donde ni mami ni papi los ayudaban a hacer sus asignaciones? ¿Cuantos tenían la opción de contratar a un tutor, de ir a la escuelita desde su tercer año o educarse en una academia privada cinco estrellas? Ninguno. Punto.

Amigo boricua: si creciste en una cuna de oro; en un vecindario de riquitos; con padres educados; en academias o colegios privados; si no te han cogido fumándote el pitiyo; y aún así pasas tus días quejándote de los “manteníos” tú no eres más que ellos. Estas personas, con el mero hecho de sobrevivir tu discrimen, el discrimen diario y sistemático en su contra, son mucho más seres humanos que tú. Abochórnate, quejón.

Si por el otro lado, quieres genuinamente aportar a la solución del problema, pregúntale a tu gobierno: ¿que está haciendo el gobernador para disminuir la desigualdad social? ¿que está haciendo la legislatura para que entre las próximas senadoras y representantes, o aún entre sus asesores, haya gente del barrio o del caserío? ¿Que están haciendo los grandes intereses para que entre sus empleados — no sus conserjes o choferes — sino entre sus vice presidentes y asesores hayan personas que crecieron en un ambiente injusto?

El verdadero problema en Puerto Rico no es el “mantenío”, el problema es el poco interés en mover sistemáticamente personas de clase baja a clase media, y hasta a clase alta. Mientras el pobre sólo pueda aspirar a ser pobre seguiremos manteniendo una cultura de “manteníos” y de “quejones”.

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Miguel Rios
Borinquen Querida

Líder de ingeniería en Silicon Valley. Jíbaro Boricua.