Sobre El Cerebro del Futuro

Reseña bibliográfica

Leandro Forti
Borra del Café v.2.0
8 min readJun 28, 2018

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Ilustración del libro “El cerebro del futuro” de Facundo Manes y Mateo Niro

El nuevo libro de Facundo Manes y Mateo Niro es un atractivo trabajo de divulgación sobre el conocimiento que han aportado las neurociencias. Desde ese enfoque, ofrece un panorama sobre las características sobresalientes de esta época. En ese listado, se destaca una serie de enfermedades relacionadas con el cerebro y se enfatiza el desafío de encontrar resultados positivos para su tratamiento. En este sentido, la obra es amena, porque las descripciones de las patologías están individualizadas mediante referencias a un personaje literario: la psicosis del protagonista de William Wilson, la ludopatía de Aleksei Ivanovich en El jugador, la narcolepsia de Ismael en Moby Dick.

Además, se mencionan películas como Una mente brillante para comentar la esquizofrenia o Inocencia interrumpida para hablar del Trastorno Límite de la Personalidad. Esa estrategia narrativa funciona bien para la divulgación. El recurso de las citas culturales (usado con frecuencia para cerrar un tema) se extiende a los fragmentos de cartas, memorias, diarios y autobiografías de grandes artistas, donde «expresan sus temores, sufrimientos, alegrías, sus experiencias de vida, sus amores y desamores, y reflexionan sobre su tarea creativa» (pág. 55). Este libro analiza temas urgentes que, pensando en el porvenir, deberán tratarse. De ahí que el título sea El cerebro del futuro.

Preguntas actuales

La tesis neurocientífica es que el cerebro, desde el punto de vista anatómico, parece haber cambiado poco en los últimos 100.000 años. Sin embargo, podemos resolver problemas que hace algunas décadas no existían. Nuestro cerebro funciona hoy como el de los antepasados, pero está adaptado a un mundo distinto, con reglas cambiantes. Entonces, frente a este nuevo contexto cultural, los autores exponen algunas preguntas sobre los próximos desafíos. ¿Cómo impacta la revolución tecnológica en el cerebro si sus innovaciones ya han transformado visiblemente nuestros hábitos y costumbres? ¿Contribuirá a facilitarnos la vida y a encontrar las soluciones necesarias? ¿Debilitará nuestras mentes y nos convertirá en seres deshumanizados?

En general, las investigaciones actuales sobre el cerebro son fascinantes. El asombro que provoca este órgano complejo y enigmático supera el rótulo de una tendencia pasajera o de una promoción editorial. Yo lo encuentro tan sorprendente como la reflexión que desarrolla la razón sobre sí misma a través de la filosofía. Me atrae el estudio que se hace de sus funciones para comprender sus misterios, los ejercicios experimentales para desplegar la creatividad, los descubrimientos científicos que concuerdan con las intuiciones o las descripciones primarias de los artistas en otra época.

Menciono por caso a Dostoievski, cuando narra su experiencia con la ruleta. Sus descripciones literarias se complementan con las explicaciones técnicas de la ludopatía. Sobre esta enfermedad se sabe que el jugador es adicto a la apuesta más que al resultado: el pico del neurotransmisor dopamina se produce al momento de apostar. Por otra parte, los jugadores, con frecuencia, perciben que pueden influir en el resultado de los eventos regidos por el azar. Cuando ganan, los ludópatas distorsionan el resultado porque piensan que lo lograron por una habilidad personal. En cambio, le atribuyen las pérdidas a la mala suerte o bien son una señal de un próximo triunfo. Asimismo, recuerdan más las ganancias y las sobrevaloran. El juego se va adueñando de la voluntad del jugador, quien deteriora poco a poco sus vínculos sociales.

«La investigadora y la antropóloga Natasha Schull, en su libro Adictos por diseño, describió y analizó el comportamiento de las personas adictas a las máquinas tragamonedas. Ella sostiene que los jugadores patológicos que utilizan estas máquinas experimentan una sensación de alivio, incluso de alegría, cuando pierden hasta el último centavo. Solo entonces sienten que están libres para separarse de la máquina y marcharse. Por el contrario, cuando las pantallas se iluminan, se escuchan las sirenas y el ruido de las monedas, los jugadores se sienten desesperados. Perder, lejos de registrarse como una derrota, es el precio aceptado que el jugador paga por la vertiginosa experiencia» (pág. 233).

Memorias dinámicas

Otro tema interesante que trata El cerebro del futuro es la memoria. Desde la perspectiva de la neurociencia, no existe una sola memoria donde se almacenan todos los recuerdos. Tenemos circuitos neuronales que se refuerzan y se asocian. Por lo tanto, existen varias memorias y para ellas disponemos de áreas cerebrales claves. Además, la formación, el almacenamiento y la recuperación de los recuerdos pueden recibir influencias o distorsiones con respecto al suceso original. «Si alguien recuerda algo en el contexto de un nuevo lugar y tiempo, o incluso si tiene un estado de ánimo diferente, las memorias pueden integrar la información nueva» (pág. 29).

Por consiguiente, los recuerdos no son reproducciones literales y objetivas de los sucesos; son construcciones que reflejan cómo interpretamos nuestras experiencias. Las evocaciones del pasado pueden distorsionar sutilmente los recuerdos. Los autores explican: «La memoria y la imaginación dependen de muchos de los mismos procesos cognitivos y neuronales, por lo que es fácil confundir una experiencia imaginada con una experiencia recordada ‘real’» (pág. 29). El beneficio del olvido es otro aspecto, puesto que permite deshacernos de una gran cantidad de información diaria que resulta inútil.

Hay varias películas que se podrían mencionar. Una es el clásico Blade Runner, donde los replicantes disponen de recuerdos implantados, los cuales sirven para darles una identidad. Otra más inquietante es el documental Vals con Bashir. Al conflicto lo protagoniza su director Ari Folman, quien fue soldado de infantería en las Fuerzas de Defensa de Israel en 1982, cuando tenía 19 años. Al principio, nada recuerda de su participación en la Guerra del Líbano. Pero un día lo asalta una imagen enigmática, cuyo significado solo podrá descifrar en un diálogo con otros compañeros (esta reconstrucción social de la memoria también puede remitirnos a Maurice Halbwachs).

Distracciones cotidianas

Los neurocientíficos afirman que las funciones cognitivas son limitadas. No podemos prestarle atención simultáneamente a dos tareas complejas. Por ese motivo, funcionamos mejor cuando hacemos una actividad por vez. En efecto, la atención es un proceso cognitivo clave para las acciones cotidianas y para el ejercicio de funciones mentales superiores, como la memoria. La atención nos permite acceder al entorno en tanto filtra las señales del ambiente: amplifica las importantes y suprime las irrelevantes. Estos dos procesos son el de «facilitación» y el de «inhibición». Si se alteran, se genera un déficit de atención; también puede ocurrir que se afecten otras funciones cognitivas por fallas básicas en la atención. Así, por ejemplo, hay personas que consultan por problemas en la memoria, cuando lo que tienen, en realidad, son dificultades de atención, las cuales entorpecen su recuerdo de los datos o eventos.

Si la atención es un recurso limitado, ¿qué sucede cuando estamos frente a dos fuentes de información complejas? La eficiencia de una decae.
«En un contexto como el actual, en el que estamos rodeados por una gran cantidad de estímulos, resulta más difícil sostener la atención porque estamos expectantes que llegue otro próximo y sea aún más interesante. Esta alerta permanente hace que nos demoremos más en completar las tareas, que cometamos errores, además de producirnos estrés y agotamiento» (pág. 349).
El estrés crónico es nocivo porque impacta en regiones claves para la memoria a largo plazo (hipocampo) y en áreas que subyacen a la toma de decisiones y la planificación de la conducta de acuerdo con metas (corteza prefrontal).

«A su vez, esta demanda tecnológica hace que perdamos oportunidades de reflexionar, relajarnos y de darle un respiro a nuestro cerebro, aspectos fundamentales para la creatividad y el bienestar. Si cada momento que tenemos libre en el día, lo pasamos con el celular en la mano, impedimos que tenga lugar el pensamiento contemplativo. En este sentido, algunos autores sugieren que estamos eliminando los tiempos de introspección y reflexión profunda en pos de la búsqueda de gratificaciones instantáneas en estímulos externos. Luego, sin ellos, no sabemos qué hacer, sentimos impaciencia porque nos hemos entrenado para esperar y responder a estímulos externos» (pág. 350).

Para Frank Furedi, esta era de la distracción permitiría reflexionar sobre cuáles son los nuevos focos de nuestra atención. Recordemos que un proceso involucrado en esa tarea consiste en filtrar lo relevante. Según aquel sociólogo, la crisis de atención se relaciona con la incertidumbre sobre lo que pensamos que es verdaderamente importante. En este sentido, Furedi explica que, por ejemplo, «la queja constante de los maestros por los problemas atencionales de sus estudiantes que no pueden dejar de mirar sus celulares podría también plantearse como una dificultad en su motivación y en la dificultad actual de la interacción docente-alumno» (pág. 351).

Lecturas anfibias

Otro punto interesante para comentar de este libro es el cambio de hábitos en el actual entorno tecnológico, donde la práctica de la lectura encuentra variantes. La discusión tiene cientos de páginas publicadas. Según Manes y Niro, desde la perspectiva de las neurociencias, el debate está empatado. Cada soporte ofrece ventajas y desventajas. Después, pueden hacerse balances de acuerdo con las preferencias personales. Cualquiera que haya probado los diferentes soportes con una actitud abierta seguro que ha descubierto las posibilidades del libro en papel o de los dispositivos electrónicos.

Uno de los cambios estructurales en la lectura digital es la noción de finitud del texto. Allí predomina una visión parcial en la que podemos movernos hacia adelante o hacia atrás sobre las líneas de palabras. En cambio, un libro tradicional le ofrece al lector una topografía que orienta, sin perder la visión del conjunto: página izquierda, página derecha, esquinas. Además, se pueden tocar las páginas. A medida que se avanza en la lectura, se deja una huella que «brinda un reporte sensorio-motor de cuánto hemos leído y cuánto nos falta».

«Todos estos elementos, en conjunto, hacen que muchas personas perciban que la lectura en papel es más confortable, en tanto les ofrece más fácilmente un mapa mental coherente. A su vez, la orientación espacial tiene un impacto en la memoria; muchas personas expresan que les resulta más fácil recordar el contenido leído cuando recuerdan dónde estaba ubicada la información» (pág. 357).

Por otro lado, la lectura en los dispositivos electrónicos tiene sus beneficios, como el acceso, la cantidad y la portabilidad, que van más allá de las tradiciones individuales y sociales arraigadas. Por lo demás, afirman los autores, lo bueno es que se lea. «Por eso, la clave está, más que en el instrumento, el soporte y el canal de las palabras, en el desarrollo, la capacidad crítica y el bienestar del cerebro lector» (pág. 358). Quizás otro asunto que esté ligado a este tema sea la lectura en tiempos de distracciones cotidianas permanentes. Pero ese tópico quedará para otra ocasión.

Referencias
Manes, Facundo; Niro, Mateo. El cerebro del futuro: ¿cambiará la vida moderna nuestra esencia? Buenos Aires: Planeta, 2018.

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Leandro Forti
Borra del Café v.2.0

Bibliotecario. Escritor. Ciclista urbano. Mis intereses son la literatura, el periodismo y la música. Mi bitácora principal: https://sobreelmargen.blogspot.com