Sobre «La Vegetariana»

Reseña bibliográfica

Leandro Forti
Borra del Café v.2.0
4 min readAug 5, 2018

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La Vegetariana (2007) de Han Kang. Traducción de Sun-Me Yoon.

Hace unos días, me prestaron La vegetariana, de Han Kang. Me agradó su lectura, en especial la primera parte, que transmite un ambiente parecido al Bartleby de Melville. La protagonista, Yeonghye, en vez de repetir «preferiría no hacerlo», dice «yo no como carne». Esa decisión se apoya en un sueño perturbador, que le provoca insomnio y una delgadez progresiva. A partir de esa irrupción onírica, su existencia cambia y, con ella, la rutina de los otros, sobre todo la de su marido, quien narra el comienzo de la crisis. Esta parte de la novela también tiene el humor tenso que emerge de lo insólito, como cuando Yeonghye rechaza a su esposo porque tiene «olor a carne».

Kafka es otra sombra literaria que asoma en este relato, cuyo conflicto narra la transformación límite de una persona que no exhibe grandes virtudes o defectos. Kang desarrolla la historia de una resistencia pacífica y, al mismo tiempo, el lento abandono de la condición humana. No es una historia con moraleja para carnívoros. Yeonghye es la encarnación de un cuestionamiento filosófico. Ahora bien, uno de los aciertos en Bartleby y en La Metamorfosis es prescindir de todo escenario onírico. En el primer relato, la decisión del copista judicial es intempestiva. En el segundo clásico, el joven viajante despierta ya convertido en un insecto y ese cambio altera la vida familiar.

Crucé un arroyo congelado y descubrí un edificio iluminado que parecía un granero. Entré apartando una cortina de arpillera y los vi. Eran cientos de enormes y rojos bultos de carne que colgaban de unos maderos. De algunos de ellos caían gotas de sangre todavía fresca. Me abrí paso apartando los incontables trozos de carne, pero la puerta de salida del fondo no aparecía. La ropa blanca que llevaba puesta se me empapó por completo de sangre (pp.16–17).

Un punto débil de La Vegetariana es el sueño como tópico literario. Los fragmentos oníricos son los pasajes donde se escucha la voz narrativa de Yeonghye. Ese artilugio ofrece claves de acceso al entendimiento de esta mujer que rompe los límites de una sumisa monotonía cotidiana. Además del primer sueño con animales faenados, ella cuenta otras escenas que tienen una fuerza de violencia contenida. Ese punto de vista es privilegiado para el lector. Los demás personajes (su marido, su cuñado, su hermana) enfrentan, sin explicaciones, su actitud, pero lo hacen menos desde la comprensión que desde la intimidación, para que ella vuelva a su existencia de estanque.

Visto desde afuera, el comportamiento extremo de Yeonghye es locura, trastorno, hermetismo. La novela es condescendiente: permite varias interpretaciones. A medida que la obra avanza, las preguntas se van desplegando implícitamente en busca de sentidos para ese impacto que provocan las decisiones inquebrantables de la protagonista. Este avance de la trama está acompañado por una escritura que es precisa, bella, breve. Por otra parte, el erotismo ocupa un lugar en la segunda parte de la novela, que se narra en tercera persona, desde el punto de vista del cuñado (un pintor que trabaja con videoarte). En los pasajes eróticos de «La Mancha Mongólica», se cruza el sueño con el deseo sexual y con la imaginación artística.

Ella se puso boca abajo encima de él, superponiendo su pecho al de J. Sus nalgas, en cambio, estaban levantadas. Él los filmó desde los lados. El espacio en blanco que había entre la cintura de ella arqueada como un gato y el ombligo y el pene firmemente erecto de J. en el medio creaba una atmósfera grotesca, como de enormes plantas haciendo el amor (p. 102).

La potencia que tiene la primera parte del libro se pierde con el cambio de narrador, pero, en cambio, este relato gana en sensualidad, despliega violencias más sutiles y traza descripciones más poéticas. Además, este capítulo funciona como un interludio para iniciar el desenlace de la tercera parte, que sigue narrada en tercera persona, pero desde el punto de vista de la hermana de Yeonghye. Creo que conviene evitar más comentarios, porque «Los Árboles en Llamas» es la parte agónica, obstinada, casi reveladora de la historia. De manera que solo me queda recomendar su lectura. En otro momento, escribiré un ensayo sobre esta novela de Kang para ampliar las ideas esbozadas en esta reseña que invita a su lectura.

La edición que me prestaron no tiene prólogo. Más tarde, leí, por curiosidad, el que Gabi Martínez hizo para la publicación de esta novela en España. Considero que se puede prescindir de ese texto (o de cualquier otro) para iniciar la lectura de La Vegetariana. Conviene seguir el consejo de Daniel Pennac y encontrarse directamente con la historia. Decirlo en este momento de la reseña es casi una paradoja. Sin embargo, me refiero a cuestiones que se relacionan con el contexto cultural de la sociedad surcoreana, al derrotero crítico de la novela, a las aclaraciones sobre las intenciones autorales. La novela se defiende sola. Cada quien encontrará en ese texto interpretaciones más afines con sus lecturas, experiencias, gustos y posturas políticas.

Kang, Han. La Vegetariana. Buenos Aires: Bajo la luna, 2012, 192 p.

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Leandro Forti
Borra del Café v.2.0

Bibliotecario. Escritor. Ciclista urbano. Mis intereses son la literatura, el periodismo y la música. Mi bitácora principal: https://sobreelmargen.blogspot.com