Miedo a la Muerte

Diego Gutiérrez
Borra del Café v.2.0
5 min readJun 9, 2018

--

Me encontraba durmiendo una siesta en mi habitación después de un largo y pesado día, el cual realmente no había tenido nada de pesado más allá del bullicio ajeno que constantemente asediaba mis oídos, posibilitando así esa paz interrumpida.

Ciertamente estaba cansado de interactuar con aquellas personas que me bombardeaban con falaces sonrisas, las cuales no percibía así por ser producto de alguna tragedia o furtiva tristeza; más bien las percibía falaces por que sabía que algo había en ellas de inverosímil — tal vez su causa, aquella situación, persona o pensamiento que le dio origen — , no lo sé, ni me importaba saberlo. Lo que importa es que entonces me encontraba ya muy lejos de ellas, descansando.

Yacía en una gran cama, con un aspecto casi inerte, medio despierto, pero yo no lo sabía. Mi cuerpo dormía pero mi conciencia seguía al tanto de todo lo que acontecía a mi alrededor, en un estado subconsciente, algo similar a lo que precedía a todas aquellas incontables secuencias en que despertaba impulsándome de un impetuoso salto, ¡qué coincidencia!

Estaba soñando con una escena que podría describir como ambivalente, ya que recuerdo el contenido del sueño con exactitud, pero narrados de un modo distinto a como acontecieron… tal vez simples manifestaciones de mis preocupaciones más grandes. Sí, estoy seguro que fue eso.

Lo sé por que puedo extraer de aquellas escenas oníricas un pequeño diálogo que tuve por segunda vez con un amigo. Él decía con cierto repudio «¿te puedo pedir un favor? Te agradecería que le dieras otra dirección al humo que sale de tu boca, me está cayendo encima y eso me molesta». No creía que aquel diálogo llegara a tener tanta trascendencia. No obstante, había quedado estigmatizado en mi subconsciente como algo de lo que no me enorgullezco. Era la segunda vez que lo escuchaba, y a decir verdad, sí que me había hecho sentir algo parecido a una decepción.

En fin, veía rostros familiares, pasillos que jamás en mi vida habían sido reflejados a través de mis ojos y sin embargo se repetían una y otra vez en tal sueño, no podía diferenciar entre ese mundo onírico y la realidad, aún cuando ahora mismo sepa cuál es cada uno, entonces me parecía que estaba viviendo un momento ya vivido una vez más — cuando dicho momento jamas había ocurrido en mi vida.

Tenía aspectos que sin duda habían sido extraídos de la realidad, pero sé con certeza que la mayoría de los lugares que veía en el sueño no habían sido nunca tocados por la planta de mis pies. Súbitamente supe que estaba en un sueño, no porque me hubiese dado cuenta de lo extraño que me resultaban tales locaciones, sino porque también dejé de verlas súbitamente. No había nada más que sonidos; pero no era únicamente ruido, era algo similar a una melodía, a una canción, parecido quizá al intro de algún programa de televisión, pero yo no había dejado la televisión prendida, ¿o sí?

Justo en ese instante de lucidez caí en cuenta de mi situación. Ese diminuto instante me bastó para afirmar que, en efecto, estaba soñando. Quería despertar pero algo no me dejaba, trataba de mover mis extremidades y podía sentir que mi pie se movía de un lado a otro en un vaivén de desesperación.

Usualmente hacer esto me ayuda a recuperar la consciencia de inmediato, pero esa vez tal estrategia no surtió efecto. Seguía ahí, inmóvil y convenciéndome a mí mismo que era algo temporal, que era cuestión de segundos para poder despertar, para que mis ojos se volvieran a abrir.

Pero estaba demorando demasiado y aquel sentimiento de irremediable serenidad comenzaba a ser reemplazado por un temor, un terror que me invadía incluso con pensamientos y cuestionamiento: ¿estoy muriendo? Comencé a especular que tal vez estaba pereciendo. «Creí que te daba igual» me dije a mí mismo con una voz tranquila que se hacía escuchar al fondo del pánico.

Me di cuenta que no quería morir, o tal vez sí, pero le temía demasiado al dolor, ¿o era a la espontaneidad? No sabía a qué le temía precisamente. Recuerdo haber pensado «¿esto es todo?». Simplemente está pasando. Luego simplemente pasó y ya. Se acabó. Se acabó como una burbuja siendo reventada, o como un globo conociendo la punta de un alfiler: súbitamente.
Ya después, no había nada mas que el recuerdo que alguna vez flotó libremente, siendo efímero sin siquiera estar consciente de ello.

No quería morir, no estaba listo. O tal vez no había vivido lo suficiente.

Me acordé de Dios, ¡que ridículo debí de haberme visto! Suplicando ante la nada y expectante de algo que de haber sucedido, no habría podido contarlo ni escribir jamás ni la primera palabra. Temí, realmente, por lo imprevisto y lo inesperado de aquel el momento, pero después de todo desperté.

Miré mi pecho; confirmaba cómo mi respiración seguía activa sintiendo una insondable tristeza por el simple hecho entender que inevitablemente cesará, que en un momento cualquiera, podría cesar.

--

--