Oda a un brillante.
A la vista saltas y resaltas,
símbolo de un sinfín,
de lo que somos y seremos,
él y yo,
por siempre y para siempre.
A la vista saltas y resaltas,
me llamas y me confortas,
me alegras y me desvelas.
Brilla, brillante,
brilla por él y brilla por mí.
¿Materialista, yo?
Si le dije — que un anillo no quería.
Si le insistí — que un gasto no es garantía.
Que un objeto nada materializa
que si la joya es el problema,
el problema no es la joya.
Pero fue y me ignoró.
Y ahora brillas.
Brillas para mi encanto.
Me haces sentir vanidosa,
superficial,
pero me haces feliz.
Y es que brillas intensamente,
constantemente,
con la misma chispa de nuestro apego,
la chispa de una ilación que vive para brillar.
Pero, ¿qué te crees joya?
que te ajustas y me llenas;
de sueños,
de esperanza,
de una realidad casi utópica,
de final de cuento de hada.
¿Demasiado bueno para ser cierto?
No importa.
Soy libre y soy feliz.
Lo amo y lo quiero seguir amando.
El presente es lo que tengo.
Soy y estoy,
aquí y ahora,
para consentir mis creencias.
Así que, brilla, brillante,
y fortalece mis creencias,
que creo en la perpetuidad y el compromiso,
en lo que somos juntos,
en la persona que soy cuando estoy con él.
Brilla por él y por mí,
y por el nexo — para que,
como tu brillo,
se vuelva sempiterno.