La Productividad al Palo y Raras Oficinas Nuevas.

Facu Gandini
braintly
Published in
5 min readJun 17, 2020
Trabajar desde casa. Mate en Mano. Taken by me :)
Trabajar desde casa. Mate en Mano.

Bien podría ser un tema de rock nacional argentino, pero no. Corría por entonces la mañana de un Martes otoñal del año 2007. Iba viajando en un tren casi vacío desde Retiro hasta un barrio de la Zona Norte de la Provincia de Buenos Aires.

El tren hace su parada pactada en la estación de Vicente López. Día soleado, media mañana, cabeza apoyada contra el vidrio.
Mirando con un poco menos de distracción, veo a una persona sentada en una mesita afuera de un café, leyendo su diario y disfrutando de su tiempo durante su muy probable jubilación.

Y ahí fue cuando planté la primer pregunta: “¿Y por qué no podríamos hacerlo nosotros sin tener que esperar tantos años?, estar un Martes a las 11am sentados en un café leyendo un diario”. La primer e intempestiva auto-respuesta no se hizo esperar: “Porqué tenés que trabajar”. Así fue como volví a la realidad y mi viaje continuó hasta la fachada de un cliente que tenía que ir a visitar para arreglar no sólo cuestiones técnicas, si no también lograr que no cortara nuestro contrato de mantenimiento. Era mi primer trabajo “serio” y no podía quedar mal con mis jefes ni con el cliente.

Muchos años más tarde cuando arrancamos Braintly, nos propusimos no ser lo que eran los trabajos ó las oficinas tradicionales: Entrar a las 9 en punto para que no te quiten el presentismo, viajar como ganado hasta el microcentro porteño y ser valorado por ser el primero en llegar y el último en irte.

Nuestra primera oficina, luego de muchísimo esfuerzo y sin ningún tipo de atajo, casualmente estuvo ubicada en Vicente López y a 7 cuadras de esa mesita que 8 años antes añoraba con afán. Y así decidimos ir de a poco: tener la oficina, hacer crecer el equipo, ofrecer home-office. Al principio una vez por semana, luego dos y más tarde: Pandemia. De una semana a la otra te encontrás siendo una empresa 100% remota.

Una pensadora contemporánea una vez me dijo: “Los extremos son malos”. Estar todo el día en tu casa encerrado sin poder salir y saltando de videocall en videocall, provoca una disparada sustancial de la ansiedad y los sentimientos afloran. Ser 100% remoto es una posibilidad, pero requiere de un aprendizaje y un proceso. Todo ese tiempo no lo tuvimos y nos vimos obligados a aprender sobre la marcha (aprender haciendo, aprender rompiendo).

Y en eso estamos todos: Si luego de hacer 2 ó 3 calls con video te sentís completamente abatid@, es normal. Los profesionales ya le llaman “fatiga por zoom” y tiene que ver con varias cosas que nos pasan, no sólo al cambiar drásticamente nuestras rutinas, si no también al haber cambiado los canales de comunicación.

Hace unos días me encontré con este excelente artículo de Martina Rua, en el que explica un poco el agotamiento que genera el constante y sonante zoom video call.

En su artículo reza: “Se cree que por lo menos el 50% de nuestra comunicación es no verbal, por eso estamos agotados por el procesamiento cognitivo adicional para completar el 50% faltante de la conversación online que normalmente obtendríamos de señales no verbales”. Y a eso le sumamos estar mirándonos a nosotros constantemente en el video y además pedirle al cerebro que también procese los videos de nuestros compañeros. Esto implica no sólo ver sus caras, gestos y demás, pero también ponemos especial foco en el fondo: En lo que tienen atrás, en sus estantes, su lugar, sus petates (sí, dije petates). Si estuvieses en call con 5 personas, es como si estuvieses en una reunión en 5 lugares diferentes al mismo tiempo. Conociendo la cantidad de energía que le gusta ahorrar al cerebro, procesar esta cantidad de información es agotadora.

El hecho de perder el contacto físico, la posibilidad de tener conversaciones en paralelo cuando estamos en una reunión ó simplemente visualizar los gestos de cada uno de los participantes, genera una sobrecarga constante al cerebro y una video call en lugar de ser una reunión de 5, pasa a ser una reunión de quien habla y quien escucha (sin distraerse). Para los introvertidos suele ser un problema. Incluso si en el medio tenés que prestar atención a todos y no mirar hacia otro lado por “miedo” a que consideren que no estás prestando atención.

Estamos aprendiendo a ser remotos. Y si querés evitar quedar abatid@ luego de un día de calls, podrías probar estas cosas:

  1. Como dice Martina en su artículo: “¿Cómo combatir esta fatiga de videollamadas? No teniéndolas, en primer lugar. Muchas reuniones pueden ser un mail.
  2. Hacer libremente sin que nadie te juzgue: Apagar la cámara ó convertir esas calls en llamadas telefónicas. Yo suelo hacerlo con los clientes, abro la ventana y hago la call mirando lo que pase a través de ella.
  3. Evitar el multitasking: Tal como lo conocemos, no existe. El cerebro prende y apaga diferentes zonas para hacer tal ó cual cosa. Si estas en una call, cerrá todas las apps que no necesites para esa llamada, apagá el teléfono ó silenciá todas las notificaciones.
  4. Tomate descansos: Tratá de que las llamadas duren 25 minutos ó 50, de manera tengas un mini corte entre llamadas, te puedas estirar y refrescar la cabeza. Si estas en una llamada muy larga, apagá la cámara un rato. No pasa nada.

Y por ese camino del aprendizaje también entran las oficinas: La pandemia nos obligó a repensar la función de las oficinas. Nos podemos comunicar remoto, pero sabemos que en algún punto necesitamos ese contacto entre nosotros.

Si bien creo que todavía estamos en proceso y es algo que no podemos implementar de un día para el otro, es un buen síntoma que podamos empezar a repensar el espacio de trabajo para darle una vuelta de rosca.

El encontrarse con otros también aumenta la productividad. Conocer y trabajar con otros talentos es clave. Y en ese balance hoy está el futuro de nuestras oficinas. En muchos casos probablemente ya no sea un único lugar y empiecen a aparecer varias oficinas satélites para que el equipo tenga un lugar donde estar, sin sentirse confinado ó encerrado en su casa.

Shopify, Twitter, Slack y muchas compañías tecnológicas ya anunciaron que si alguien quiere trabajar 100% remoto, podrá hacerlo. Queda a discreción de la persona ó de su equipo de trabajo. Y creo que todos deberíamos hacer algo similar: Que la oficina deje de ser un lugar al que vamos todos los días en un horario en particular y empiece a ser un lugar de reunión, para ver aquellos temas que requieren de mucha colaboración ó bien generar un ambiente de distracción (no confundir distracción con la falta de productividad) y de alimentación de la cultura de la empresa.

El desafío está en ese balance, en tener un espacio colaborativo pero que aporte a la productividad y a la salud mental de cada uno de los miembros del equipo, un espacio híbrido que se sienta como casa, pero trabajando.
Dejar de pensar en escritorios y oficinas; y empezar a pensar en ambientes y espacios.

Esta pandemia nos acercó a esa mesita más rápido de lo que creíamos: Un futuro inmediato en el que vas a poder controlar tus lugares de trabajo, tus horarios, y sentarte, cuando todo vuelva a la normalidad, en un café a leer un libro, un diario y disfrutar de ver pasar un tren rumbo a Zona Norte.

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