¿Qué es la verdad, mamá?

Marta Calvo
BroadcasterMedia
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4 min readJul 14, 2023

Entre todas las preguntas con las que había fantaseado que algún día me harían mis hijos, nunca me hubiera imaginado ésta. ¿Quién está preparado para responder algo así, una cuestión de tal calado filosófico, y al mismo tiempo, tan vigente, urgente y necesaria, como preguntarse qué es la verdad?

Pues no sé quien estará preparado, pero yo no. Aunque me lo tengo merecido, porque soy yo la que le repito a mi hija hasta la saciedad que no se crea todo lo que ve, ni todo lo que lee, ni todo lo que le puedan llegar a decir. Es el mood nihilista 5G, para poder contra restar tanto ruido, tantas voces, mentiras y amenazas. Sobre todo en el mundo online, pero también ya en todas partes. Se ha hecho imposible discernir una verdad. Una. Así que si es complicado hallar una verdad, no digamos LA verdad.

¿Dónde estáis Aristóteles, Kant, Nietzsche o Husserl para ayudarme ahora a darle una respuesta ajustada a mi hija?

¿Cómo respondo a alguien que, al igual que yo, se encuentra 1) perdida y desbordada entre tanta sobredosis de contenido, tanta noticia falsa y tanta desinformación; 2) fragmentada y encasillada en su burbuja de filtro e información y 3) impotente y contrariada ante lo que yo le advierto y lo que ella siente al ver o escuchar según qué cosa?

Lo cierto es que me está resultando tremendamente más fácil hablarle sobre la muerte, la sexualidad o lo complejo que es el amor porque son malos tiempos para hablar de la verdad. Y todavía más difícil está el encontrarla. Muy naives veo yo ahora esos tips para educar la mirada hacia el mundo audiovisual por los que me interesé en su día, hace ya unos años que parecen décadas, cuando la niña empezaba a ver la tele: entender la polisemia de las imágenes y cómo pueden tener múltiples significados y ser equívocas; el brutal poder de la imagen para removernos, movilizarnos y motivar todo tipo de emociones y sensaciones; la asimilación de que las experiencias visualizadas suelen llegar antes que la propia experiencia y que una imagen puede cuestionar y desestabilizar deseos y saberes (ejemplo: el porno). En fin, que aquella educación de la mirada que implicaba formar espectadoras críticas y a la vez personas que se emocionasen y se conmoviesen con lo que ven (porque ojo al aumento de la insensibilización por exceso de exposición) sigue siendo absolutamente necesaria, pero claramente insuficiente.

Porque ya no solo es interpretar imágenes, es que no hay forma de saber si cada gota del tsunami de información que nos llega es verdad o mentira.

Nihilismo 5G

El nuevo nihilismo 5G al que me refería antes es uno de los síntomas de esta sociedad de la hiperinformación y la superpoblación de creadores de contenidos. Ejerce una fuerza en plan centrifugadora-lanzadera que sin duda repercute destructivamente a la cohesión. Hace que desaparezca la realidad y que se acaben esfumando sus verdades de hecho y sin ellas, pues que deje de existir un mundo común al que antes sí que nos podíamos remitir.

La verdad es un constructo social que sirve para hacer posible la convivencia humana y que debe fundamentarse en hechos y datos. Debe ser refrendada por la verificación de los hechos, análisis estadísticos, aproximativos, que obviamente no serán absolutos, aunque indudablemente se acercarán más a ese objetivo difícil pero no inexistente que es la verdad. Porque si cada uno tenemos nuestra verdad, entonces realmente no existe la verdad.

Los mentirosos defienden sus fake news abanderando la inexistencia de una verdad objetiva, defendiendo sus mentiras como opiniones personales, reivindicándolas como igual de válidas que las de los demás y sobre todo equiparándolas a hechos. Quieren poner al mismo nivel opiniones y hechos. Mal, mal vamos.

¿Y qué le he dicho a mi hija?

Pues he intentado defender y hacerle ver que son respetables las opiniones, las miradas y las perspectivas, pero que hay que aferrarse a la verdad de los hechos porque si no, no hay verdad. Para ayudarme a explicarme le di el ejemplo de Russell y el cubo de agua. Si tengo la mano derecha fría y la mano izquierda caliente, y sumerjo ambas manos en un balde de agua tibia, la mano derecha me dirá que el agua está caliente y la mano izquierda que el agua está fría. Esto demostraría que la realidad es más bien mental (una creación subjetiva). La verdad que propone Russell es pragmática y probabilística: mediante el uso de un termómetro podemos definir la temperatura del agua y la temperatura media de las manos. Y con estos conocimientos prácticos y probabilísticos no es descabellado afirmar que el agua del cubo está tibia, siempre y cuando hayamos definido qué es “tibio” para las temperaturas experimentadas por el ser humano. No sé si triunfé demasiado con esto…

Aunque, bien pensado, ya es un triunfo que al menos me haya hecho esta pregunta. Porque justamente uno de los riesgos es que deje de importarnos por completo qué es verdad y qué no. En ese punto de apatía con la realidad la mentira es la que habrá ganado porque habrá conseguido devaluar tanto el valor de la verdad que nos la traerá al pairo todo.

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Marta Calvo
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Communication & Content Strategist at @Broadcaster_Co. Staying hungry staying foolish.