Redes sociales: ¿amigas o enemigas?
Hace dos semanas saltaba la noticia: “Noruega prohíbe a las ‘influencers’ retocar sus fotos”, y las redes compartían el titular, como de costumbre, sin leer la historia completa: Noruega prohíbe que influencers y anunciantes, publiquen imágenes retocadas. Es decir, que el gobierno también exigirá que las marcas avisen cuando la piel o zonas concretas del cuerpo de las modelos se retoquen, tanto en redes sociales como en revistas, periódicos o carteles publicitarios. Dicho de otro modo: esto no es una guerra contra las redes sociales, como algunas personas compartían. Un titular mucho más adecuado sería “Noruega pone fin a las fotografías que incluyan retoques estéticos”. Pero ahí habríamos perdido una oportunidad de oro de seguir demonizando las redes sociales, ¿no?
Hace ya tiempo que tengo la sensación de que, cada vez más, las redes sociales son consideradas como algo dañino, como si les faltara poco para convertirse en uno de los siete jinetes del apocalipsis.
Sí. Las redes sociales son engañosas. La gente muestra sólo parte de su vida y crea unos estándares irreales que generan frustración. Nadie es tan perfecto como muestra su Instagram, ni tiene las ideas tan claras como muestra en Twitter, ni hace tanta gracia como en TikTok. Pero dejadme recordaros que esto no es nada nuevo.
Antes de las redes sociales ya se retocaban fotos. Antes de las redes sociales ya existían las revistas, el cine y la televisión. Antes de las redes sociales ya existían los maniquís y las vallas publicitarias. Antes de las redes sociales, la gente ya fardaba y aparentaba. Antes de las redes sociales, ya existían cánones de belleza.
Quiero aclarar que no estoy en contra de la ley que ha aprobado Noruega. Me parece fantástica. Una medida muy acertada que aplaudo con todas mis fuerzas. Bueno, con todas no, porque siempre queda espacio para la mejora. Sin embargo, me gustaría que dejáramos de tratar las redes sociales como si fueran peligrosas de forma inherente. Las redes sociales son malas si se les da un mal uso. Las redes sociales son, al fin y al cabo, un reflejo de nuestra sociedad, aunque seguramente más exagerado, ya que todos somos más valientes a través de una pantalla.
La democratización y el altavoz que han supuesto las redes no sólo ha servido para posturear y quejarnos mucho de todo en la comodidad de nuestro sofá. También han ayudado a extender la cultura del “Body Positive”, término que viene a decir que “tu cuerpo es válido, independientemente de su forma o color”.
Es cierto que diferentes marcas de ropa y cosméticos ya comienzan a utilizar a modelos más diversas para mostrar sus productos (prefiero ni recordar que Beyoncé fue considerada una modelo curvy), pero al final lo han hecho por razones comerciales, porque han visto que es lo que “se lleva”. ¿Y quién ha conseguido que “esto se lleve”? Ding, ding, ding, ¡premio! Las redes sociales.
Siempre he sido una persona con muchas inseguridades y poca autoestima. Haberme rodeado toda mi vida de amigas más bajitas que yo y mucho más delgadas sólo acentuaba la poca confianza que tenía en mi misma. Me han faltado referentes con las que identificarme.
En las series y películas todavía es muy difícil encontrar a protagonistas que no vistan una 38, que tengan granos o que utilicen gafas (a excepción de Betty, que ya sabemos que se vuelve guapa en el momento en que se depila el entrecejo y se pone lentillas). Las revistas sólo me enseñaban cuerpos inalcanzables mientras me ofrecían “tips” para perder peso. Incluso los libros, fieles compañeros que me han acompañado durante toda la vida, carecían de protagonistas en las que reflejarme. Parecía que, o eras “perfecta”, o tenías que conformarte con un papel secundario, incluso en tu propia vida.
Y la verdad es que, si no hubiera sido por Instagram, no hubiera descubierto cuentas como la de @MikZazon o @isofiagrahn, dos mujeres acné muy severo que no esconden sus “imperfecciones” ante la cámara. Este tipo de cuentas llegaron a mí cuando mi piel más lo necesitaba, cuando verme en el espejo era un sufrimiento, y cuando sólo el hecho de lavarme la cara, ya dolía. Y no hablo de algo que sucedió cuando tenía 15 años, sino del otoño del año pasado.
Mujeres como Mara Jiménez (@croquetamente_) o @chloe_xandria me han ayudado a sentirme más segura en mi propio cuerpo, a quererme un poco más y a deconstruir lo que entendía como belleza. La cuenta de @WeLoverSize me ha mostrado multitud de cuerpos distintos y de realidades que no había visto fuera de las redes sociales.
Y todo esto lo digo desde mi privilegio de tener un cuerpo normativo, porque no me quiero ni imaginar la falta de referentes que habrán tenido hasta ahora por ejemplo mujeres con sólo un pecho, alopecia o incluso algo tan común pero estigmatizado como la psoriasis.
En definitiva, siempre voy a estar muy a favor de leyes que favorezcan la naturalidad y la visibilización de todo tipo de cuerpos. Pero tenemos mucho camino por delante como para decidir que las redes sociales son nuestro enemigo. En vez de luchar contra ellas, quizás podríamos darles la mano y dejar de culparlas de todo para darles la vuelta y utilizarlas en nuestro favor. Al fin y al cabo, son sólo altavoces. Sin embargo, la voz es nuestra.
*Este artículo está escrito mayoritariamente en femenino porque el colectivo que más sufre imposiciones estéticas son las mujeres (no hay discusión, tengo un trabajo de final de grado sobre el canon de belleza femenino en la sociedad occidental actual para demostrarlo). Sin embargo, esto no quiere decir que no haya hombres que los sufran. Como la autora (o sea yo) soy mujer, sólo puedo hablar de la experiencia que conozco, así que disculpadme si alguien se siente olvidado.
*Lo siento. Me había propuesto escribir un artículo corto. Veo que nuevamente, este no es el caso.