Un día frente a las cámaras

Carolina Alvarez Borrell
BroadcasterMedia
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4 min readNov 14, 2022

El otoño pasado participé en uno de los distintos proyectos que le encargaron a Broadcaster. Esta vez, sin embargo, no ayudé en el desarrollo de la estrategia digital o la calendarización de contenidos. Ni siquiera participé en el planteamiento creativo. Salí totalmente de mi zona de confort y viví la experiencia desde un lugar totalmente nuevo y desconocido para mí: delante de las cámaras.

Dio la casualidad que mi perfil podía encajar como figurante para un encargo de un cliente. Cuando mi compañera Susanna Carbona me explicó de qué se trataba y qué tendría que hacer, no pude negarme. También reconozco que me hacía gracia vivir la experiencia desde el otro lado.

Así que dije que sí, y esto es lo que salió de la experiencia:

A lo mejor no soy del todo objetiva, pero el resultado me parece impecable. Todo ello me parece redondo: las imágenes, el ritmo, la edición, la idea…

Sin embargo, cada vez que lo veo, no puedo evitar recordar los momentos más complicados del rodaje. No porque tuviera muchos imprevistos o grandes dificultades, sino porque lo que a primera vista podrían parecer actos muy mundanos y sencillos de interpretar, no lo fueron.

Contacto visual

Parece absurdo, pero tener que quedarse mirando a otra persona a los ojos durante varios minutos mientras el resto te mira, te graba y te hace fotos, no es tan sencillo (al menos, para mí). Especialmente cuando tienes que mantenerte seria o con un posado más o menos neutro.

Plano detalle de tu cara

Este fue uno de los momentos más incómodos, no tanto a nivel de posición, sino a nivel de vergüenza extrema. Tener un objetivo a escasos centímetros de tu cara, y saber que va a sacar todos y cada uno de tus defectos, impone. “¿Y si salgo bizca? ¿Y si se me ven los pelos del entrecejo? ¿Y si parezco tonta?” Y mientras, tú ahí, quieta y sin saber qué cara poner.

Dibujitos en la espalda

Lo cierto es que para lograr estas fotos tuve que quedarme 20 minutos de cuclillas, sin camiseta (a 18 de noviembre de 2021, cuando todavía hacía frío en otoño), en el rellano de una escalera, y con gotitas de agua que me iban resbalando por la espalda. Todavía recuerdo las ganas que tenía de cortarme las piernas en ese momento. No pude hacer sentadillas en tres días.

El rompe-cuellos

Parece que esta foto fuera un pequeño bálsamo. Al final estaba sentada en un sofá descansando, ¿no? Pues la verdad es que fue una de las posturas más incómodas de todas. Medio cuerpo caído, mi cabeza sin descansar sobre el hombro de Toñi para no torcerla y no hacerle daño, y la cadera totalmente de lado.

La unión hace la fuerza

Las fotos quedaron preciosas, y la idea era muy buena, pero la logística fue un verdadero espectáculo. Especialmente porque tuvimos que realizar varios cambios de escenario para encontrar la luz óptima.

Por suerte, ni Marta ni yo teníamos piojos.

La verdad es que la experiencia fue muy divertida y entretenida, pero también me sirvió para verlo desde el otro lado y observar cómo mis compañeros/as se desenvolvían perfectamente, pensaban y decidían con una rapidez envidiable, y cómo nos dirigían con muchísimo acierto.

Las fotos de este artículo (las buenas digo) son de Mónica Figueras, tan buena fotógrafa como yo mala modelo.

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Carolina Alvarez Borrell
BroadcasterMedia

Siempre pegada al móvil, pero con millones de whats sin leer.