El amor según el feminismo

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5 min readApr 23, 2019

Por Lola Rainero y Juliana Servent

“Junto con la ropa interior, el amor es una de las tareas de las mujeres. Las mujeres se tienen que enamorar. Cuando hablamos de las grandes tragedias que pueden ocurrirle a una mujer, una vez descartadas la guerra y la enfermedad, la idea que más nos estremece es no ser amada”, dice sarcásticamente Caitlin Moran en su libro Cómo ser mujer, un compilado de ideas sobre todas las obligaciones que tiene el sexo femenino. Entre ellas, la imposición del lugar que nosotras deberíamos tener en una relación.

Para la temática de este mes, pensamos que antes de compartir nuestras historias y experiencias era necesario indagar sobre la posición que el feminismo tiene sobre el amor. ¿Cómo son las relaciones afectivas influenciadas por el feminismo? ¿Y cómo planteamos nuestro lugar como mujeres en una relación? Sabemos que el feminismo tiene posiciones firmes en torno a diversos temas, sin embargo nos sorprendió encontrar tan pocos resultados con respecto al amor. Esto es lo que nos llevó a cuestionarnos algo más: ¿cómo definimos el amor?

Las feministas de la primera ola no sólo no tuvieron tiempo de hablar de amor (porque estaban muy ocupadas peleando por conseguir el voto femenino), sino que además tenían una concepción de época del mismo que lejos estaba de lo que entendemos hoy por él. Para ellas, cuando hablaban de amor era necesario hablar del matrimonio. Y donde había matrimonio entre un hombre y una mujer, había, consecuentemente, una institución patriarcal basada en la opresión y subordinación. En una época donde el machismo estaba legitimado por las leyes, la cultura y las tradiciones, para una mujer amar y ser amada no podía ser otra cosa que ser propiedad de alguien, y ese alguien era un hombre. Ellas pasaban de pertenecer a sus familias progenitoras, específicamente a sus padres, a pertenecer a un hombre y sellar ese dominio con un certificado de casamiento. En este sentido, “amar a un hombre” era, necesariamente, una afirmación de la supremacía del hombre sobre la mujer. Y aún así, el panorama no era nada mejor para las solteras: estar sola significaba ser castigada y rechazada socialmente.

En la segunda ola, luego de la Guerra Mundial y de una progresiva mejora económica en Estados Unidos y Europa, el amor se convirtió en el trabajo doméstico. El lugar de la mujer fue asignado al hogar, a la crianza y a mantener feliz a su esposo. Fue una etapa de alienación con respecto al espacio público y a las esferas de toma de decisión. Nuevamente, y aún con más fervor, el feminismo vio en el amor un claro sometimiento, dependencia, y abuso de poder. Fue una época de visibilización de la violencia doméstica, de la violación matrimonial y de la pérdida de autonomía económica y social por parte de la mujer.

La tercera ola fue un paso más allá: liberarse significaba independizarnos de los hombres y de aquellas leyes que, en las décadas anteriores, nos oprimían por el simple hecho de estar casadas o enamoradas. Lucharon por la liberación sexual, la licencia por maternidad para poder ser parte del mercado laboral, los derechos para las madres solteras, y abogaron por el individualismo y la diversidad femenina.

Hoy, leyendo estas posturas del siglo pasado, no podemos evitar pensar que al tratar la temática del amor, el foco del feminismo estuvo lejos del significado que le damos a ese sentimiento, e incluso que fue un término reducido a una mera unión legal entre el hombre y la mujer. Y si esta conceptualización del amor estuviera alterada, entonces ¿qué es el amor? Así volvemos al punto de partida, porque durante el siglo XX el feminismo no parece haber encontrado una postura frente a él. La supeditación femenina y el exceso de poder masculino fueron legitimados por la sociedad dentro del vínculo matrimonial, pero el matrimonio no es per se sinónimo de amor. Y el vínculo heterosexual entre varón-mujer es una pequeña porción de todas las relaciones afectivas que puede tener una mujer. Ante el vacío teórico, nos preguntamos ¿qué pasa con las relaciones entre los demás géneros? ¿Podemos considerar que en todos los vínculos hay subordinación por parte de un integrante? ¿Existe lucha de poder cuando hay verdadero amor? ¿Y qué es, para las feministas, el verdadero amor?

Muchas lecturas después nos trajeron al nuevo milenio, y allí aparece bell hooks, una de las primeras autoras en conceptualizar el amor bajo los términos feministas. Para ella, nuestra cultura perdió el verdadero significado del amor porque no hay una definición compartida socialmente, la cual para ella se basa en el cuidado, afecto, confianza, respeto, honestidad, comunicación y compromiso. La autora plantea que el amor es un proceso interactivo, no sobre cómo nos sentimos sino sobre qué hacemos, y donde no puede existir una lucha de poder, dominación, control, ego, agresión o estereotipos de género. En una cultura donde a los hombres se les enseña a no mostrar sus sentimientos y a preocuparse más por su satisfacción sexual que por amar a alguien, es imposible que construyamos puentes en relaciones donde las mujeres no sientan que toda la responsabilidad recae sobre sus hombros.

Otra autora contemporánea en exponer sobre el tema es Roxane Gay, quien en ocasiones habló del amor desde la perspectiva de la propia aceptación. Para ella, no todas las mujeres sabemos por completo cómo ser amadas, cómo vernos, reconocernos y ser reconocidas con los defectos que nos integran. Esto no es fácil, exige cierta entrega, demanda que reconozcamos que no somos perfectas, y que quizás aún así merecemos afecto.

Al no contar con una definición legitimada del amor, como mujeres estamos en un momento histórico donde podemos comenzar a redefinirlo bajo nuestros propios términos. Podemos formar un concepto donde el amor no signifique simplemente un mero conjunto de leyes que legitimen un vínculo, sino donde las relaciones de poder sean equitativas, donde el apoyo y el cariño sean moneda corriente, donde las decisiones sean tomadas en conjunto, y donde pedir por lo que queremos sea siempre bienvenido. Este vacío teórico y filosófico por parte del feminismo sobre el amor (el amor genuino y sus diversas variantes) y la falta de una definición global en la cultura, nos da la oportunidad de empezar de cero y, colectivamente, cambiar las estructuras.

Originalmente enviado en Bums #10.1: el amor según el feminismo el 11 de febrero de 2019.

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