En los últimos años los emprendimientos se pusieron de moda. Cada vez más escuchamos hablar de jóvenes que dejan la universidad o el trabajo en una corporación para iniciar su propia empresa; vemos que empresas que surgieron en un garage hace unos pocos años son las que hoy transforman nuestro entorno y hasta los medios tradicionales le dan espacio a un reality como “El Emprendedor del millón”.
¿Por qué, si estuvieron presentes a lo largo de la historia, en los últimos tiempos han tomado tanta relevancia? Una de las principales razones es que los gobiernos –y la sociedad en su conjunto- descubrieron en los emprendimientos una herramienta clave para resolver los problemas económicos. Especialmente, considerando el rol que juegan en la creación de empleo, la innovación y el desarrollo.
Los emprendimientos tienen la atención de todos. Motivos sobran: en Estados Unidos, por ejemplo, las startups crearon cerca de 40 millones de empleos en las últimas tres décadas. Así, emprendimientos con alto potencial se transformaron en la principal fuente de creación de empleo de ese país.
En el ámbito académico también existe amplio consenso respecto a la relación entre actividad emprendedora y desarrollo económico. Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Emprendedorismo del IAE, explica por qué: “Los emprendedores crean trabajo, potencian y generan innovación; dando lugar a cambios estructurales de industrias y la economía mundial. Transformándose en nuevos competidores contribuyen indirectamente a potenciar la productividad actuando como catalizadores del crecimiento económico.”
Cuestión global
El emprendedurismo está impactando todas las geografías, industrias, mercados y demografías alrededor del mundo. El caso más emblemático es, sin duda, Sillicon Valley, en California, cuna de Google, Facebook, Intel y HP. Más recientemente han surgido polos de empresas innovadoras en otros lugares del mundo. Israel es un gran ejemplo del impacto de los hubs de innovación en el desarrollo económico. Waze y Wix, dos startups de crecimiento exponencial, surgieron en el desierto israelí.
El impulso al desarrollo de nuevos emprendimientos se generalizó en muchos países y se conviritó en uno de los objetivos de política prioritarios. Diversos programas surgidos en ámbitos públicos y privados buscan generar un entorno propenso para la creación de nuevas empresas. Para eso brindan apoyo técnico y económico, fomentan el espíritu emprendedor y buscan valorizar la actividad empresarial como motor del crecimiento.
En la región se toman esos casos como inspiración. Los planes gubernamentales de apoyo a emprendedores, como Startup Chile o INNPulsa Colombia surgen buscando emular esos éxitos. Los gobiernos entienden que la presión de la competencia generada por la globalización de los mercados, las nuevas tecnologías de la información y la creciente incertidumbre a la que se enfrentan las empresas transformaron a la innovación en la base de la competitividad.
Una definición moderna
Un emprendedor es un hacedor. Una persona capaz de introducir innovaciones que modifican profundamente algún área económica -o la sociedad entera- motivado por factores que van más allá de obtener una ganancia.
El proceso de creación de empresas es un complejo entramado de factores sociales, culturales y económicos. Por eso, es una buena noticia que la sociedad abrace a las startups como un canal para el desarrollo. En definitiva, se está valorando al crecimiento económico, la creación de empleo y el fortalecimiento de los procesos de innovación.
Bajo una concepción schumpeteriana, emprendedores son aquellos capaces de superar las resistencias para incorporar innovaciones a los procesos del mundo real. Al transformar ideas innovadoras en propuestas de valor se generan oportunidades económicas, se amplia la competitividad y se crean nuevos puestos de trabajo. Me alegra que los emprendimientos estén de moda.
