La Complicidad
¡Qué fuerza poderosa! ¡Qué experiencia maravillosa!
Ella es la "relación que se establece entre las personas que participan en profundidad o con coincidencia en una acción" (extraído de lexico.com, una colaboración entre Dictionary.com y Oxford University Press).
Describiría esta experiencia maravillosa de la siguiente manera: es saber que una historia extraordinaria permanecerá oculta en los corazones y memorias de las personas que participan de ella.
En consecuencia, uno (1) se siente extremadamente privilegiado y agradecido por tener semejante oportunidad y recibir tan valioso regalo; y (2) llega con la otra persona
a un nivel profundo de comprensión mutua y a una conexión recíproca visceral y potenciadora.
La relación que se da es tan intensa que pareciera ser mágica, pero al mismo tiempo se la experimenta indiscutiblemente como real, porque la complicidad nos conecta, nos hace sentir y saber valiosos, protagonistas y amados.
¿Cómo se origina esta relación tan especial? No tengo la respuesta. Sin embargo, pesando en ella, llego a la siguiente conclusión: que se dé la complicidad implica que los participantes puedan ver la vida desde los ojos y el lugar de la otra persona, mientras se reconocen en su propio ser y estar. Así:
las originalidades (de cada uno) se potencian mutuamente y conforman un solo actuar fluido. La interacción entre cada cosmovisión da forma y color a una nueva realidad.
Continuando, las voces interiores de cada uno se sincronizan. Estas voces son: (i) la voz de cada uno que habita en el interior del otro (=la voz de persona A en persona B y la voz de persona B en persona A) + (ii) las voces de ambos en el interior de cada uno (=ambas voces interactuando en el interior de cada persona), dado que hay una parte de persona A habitando en B y viceversa.
De esta manera, cada persona percibe que la otra está valorando el aquí y ahora con la misma intensidad y que la historia que están viviendo es interpretada y afectada con la misma intencionalidad. Entonces, a través de una suerte de atracción natural, cada uno se convierte en el cómplice del otro y reconoce al otro como su cómplice. Las dos (o más) personas convergen y se identifican en armonía entre los dos y con el resto de las cosas.
Esto, por supuesto, da ganas de continuar la aventura como una sola unidad.
La complicidad también se da con uno mismo
Ahora mismo estoy experimentando este fenómeno, lo cual me hace sentir tan conectado conmigo y con la vida, tan poderoso, me hace sentir tan, tan, tan… pleno.
También me hace considerarme único, valioso e interesante, si me observo desde afuera. Y esto, el hecho de abstraerme y ser testigo de mí mismo, implica que de alguna u otra manera me estoy imaginando una historia para contar a los demás, para compartir con el mundo. No obstante, esta historia me la narro solamente a mí mismo, ya que soy yo el que la está viviendo, de una forma irrepetible.
Al mismo tiempo, esta narrativa se construye a partir de cada huella que personas y experiencias dejaron en mí.
Prosiguiendo con la idea, solo yo sé y voy a saber lo que la realidad significa para mí y cómo la aprehendo. Este hecho me moviliza profundamente, me empuja a aceptar y abrazar esta verdad, lo cual no me resulta para nada obvio de hacer; es más, a veces representa un desafío. ¿Por qué un desafío? Me pregunto. A continuación comparto dos ideas al respecto.
Primeramente, creo que esto es así porque en situaciones de la índole, lo que estoy viviendo me resulta tan fascinante, que mi reacción natural es querer compartir el tesoro (y no esconderlo).
Pero (me digo ahora mismo), que este tesoro permanezca oculto no significa que haya un esfuerzo intencional de esconderlo, sino que simplemente en este determinado momento estoy solo, conmigo mismo; sencillamente, no solo soy yo el que mayor capacidad de empatía tiene conmigo mismo, sino que (como expresé dos párrafos más arriba) soy el único que en esta determinada situación puede saber tal cual todo lo que la vida representa para mí.
De esta manera, esta complicidad me hace sentir muy libre y muy responsable.
En segundo lugar, saberme profundamente comprendido me llena de combustible vital. Conectarme con alguien, ser cómplice de y con otra persona, me resulta explosivo. Por lo tanto, naturalmente preciso de alguien con quien compartir la experiencia en cuestión.
Así, en el desarrollo de estas dos ideas, hay una noble invitación transversal de hacerme conocer a los demás. En efecto, cuando lo hago y recibo lo mismo a cambio, experimento el auge de mi existencia.
No me termina de sorprender y afectar esta magia extraordinaria que trae consigo la vinculación, este hermoso regalo que surge del compartir de alma a alma y del escribir juntos (con el otro y con uno mismo) una sola historia.
Continuando, la complicidad con uno mismo denota que uno se encuentra en paz, pues todas las voces interiores, todas las posibles ideas, están donde tienen que estar, en armonía.
Algo que siempre me hace experimentar este fenómeno es escribir, ya que: si bien puedo compartir el resultado con el mundo (es decir, el texto que escribí); si bien mi escrito manifestará mi cosmovisión (la cual será interpretada por el lector de una manera que escapa de mi control); en fin, si bien escribir es un medio de comunicación… solo yo experimento el proceso terapéutico y revelador que significa en mi vida, solo yo conozco el sabor de llegar a conclusiones y la sensación que me causa poder cerrar mis ideas. Siempre seré yo el primer beneficiado, beneficiado de una manera única.
Asimismo, la complicidad conmigo mismo me permite experimentar sensaciones y estados de humor que descubrí en otros contextos o que los viví con mayor frecuencia en otras ocasiones. Por ejemplo: puedo bailar solo, sintiéndome totalmente enfiestado. De este modo, además de poder acceder a estas memorias, puedo revalorizarlas y también crear nuevas de formas inéditas.
Entonces: muchas veces no necesitamos nada más para sentirnos bien, no precisamos de nada externo para encontrar la paz… las respuestas se encuentran en nuestro interior.
Esto último está ligado a la simpleza de la vida. Frecuentemente, somos nosotros mismos quienes la teorizamos y la terminamos convirtiendo en algo más complejo de lo que realmente es (o podría ser).
'La vida se juega en los detalles', escuché una vez. Prestemos, pues, atención a ellos.
En las cosas pequeñas y ordinarias, en la sencillez de la vida, encuentro regocijo y alegría. La alegría de vivir, que me conduce a celebrar mi existencia y me impulsa a intentar transformar de manera positiva cada contexto en el que me encuentro y agregar valor a todas las personas, con todas mis fuerzas y energía.
En definitiva y recapitulando, la complicidad nutre integralmente mi existencia y le concede sentido; me concede el presente de poder ser partícipe de la verdadera comunión de habitar, diseñar y disfrutar juntos y en armonía el mismo hogar.
Igualmente, esta experiencia me impulsa a seguir tanto descubriendo como escribiendo mi propia historia… una historia llena de vida y alegría, ¡llena de amor!
En simultáneo, me empuja a entregarme sin más a la vida y convertirme en cómplice de ella, estando a su servicio y cuidado; me invita a procurar, con todas mis fuerzas, que esta maravillosa historia permanezca lo menos oculta posible en mi interior, para construir una sola narrativa universal.