Cuando mi cuerpo se convierta en tu cuerpo

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6 min readMar 13, 2017
Eleonora Fabiao, encargada de impartir el taller, durante un performance en Río de Janeiro. Foto: Felipe Ribeiro. Tomada de thetheatretimes.com

Por: Laura Liz Gil Echenique

Escribo porque creo en la palabra generadora de acción, en la palabra tierna que conmueve y agarra de la mano a quien se deja agarrar. Escribo porque quiero encontrarme contigo en el espacio vacío que queda entre las letras. Mientras tecleo, siento que tus ojos leen mis dedos, que palpo tu respiración y tu deseo de continuar el viaje. Sé que a la artista/doctora/amiga Eleonara Fabião no le importará que use su mismo programa para crear otra experiencia. En realidad, esta es una experiencia totalmente nueva, totalmente viva.

Con este texto intentaré responder tres interrogantes que nos hicimos varias veces durante el taller que inspiró este comentario: algo que sabes hacer. Algo que nunca has hecho. ¿Un imposible?

Algo que sabes hacer: contarles de uno de los talleres que formaron parte del evento La voz humana.

A los lectores probablemente les gustará saber que desde el día 11 y hasta el 17 de febrero de 2017 tuvo lugar en La Habana el encuentro “La voz humana, lenguajes múltiples, puentes para el intercambio”, que organiza el proyecto Voces Itinerantes de la Oficina Leo Brouwer. Este evento parte de una experiencia similar en el año 2015 y tuvo, como su antecesor, un concepto alternativo y de inclusión a partir de la defensa, estudio y análisis de la comunicación humana, en un barrido desde el trabajo con las lenguas de seña, el entrenamiento vocal y el performance, incluyendo dentro de su catálogo a artistas y pensadores de diferentes campos de trabajo y estudio.

El taller Performance — Estrategias artísticas e imaginación política, impartido por la artista e investigadora Eleonora Fabião, tuvo lugar en la Sala Llauradó de la Casona de Línea en el capitalino municipio del Vedado, como parte de la programación del encuentro entre los días 14 y 16 de febrero.

Eleonora es una mujer pájaro, que mantiene siempre sus alas a punto de extenderse y que nació en Brasil, donde ha desarrollado una gran parte de su trabajo artístico y docente. Para no volar todo el tiempo viaja con un amigo contrapeso: un ladrillo que le quedó como parte de una obra y por el que muchas veces ha tenido que dar explicaciones en la aduana. A pesar de su pico que va palpando el aire, tiene un Máster en Historia Social de la Cultura, está doctorada en Estudios de performance en la Universidad de Nueva York y actualmente realiza investigaciones de pos doctorado en ese centro. Con el tiempo, ha aprendido tanto de sus estudios como de su hija de ocho años, de la que tomó la manía de usar dobles comillas para hablar de temas conflictuales.

La doctora Eleonora Fabião no es una señora distante que teoriza sobre Spinoza, Deleuze, Gotari, el performance y los artistas de performance. Es, entre otras cosas, artista-cuerpo-mujer-madre-compañera-hija-maestra-amiga y carga con un contenedor de preguntas que la hacen sentirse viva. Por eso en sus talleres-obras-acciones cotidianas prepara los sentidos para estar atentos a la experiencia y a los espacios, a las energías que nos unen y nos distancian. Es puro deseo de hacer con los otros.

Algo que nunca has hecho: Hablar de sensaciones para explicar conceptos: encuentro/cuerpo/experiencia/programa/dramaturgia

Toma tus pies y piensa que puedes abrir espacios infinitos entre los dedos, entre los huesos, entre las venas, entre las sensaciones que provoca sostener el cuerpo… es a través de tus pies que podremos establecer este contacto. Tus pies llegan a la sala Llauradó de la Casona de Línea, espacio mágico en restauración. La sala está casi vacía, apenas diez o doce personas sentadas en espera de iniciar el taller aún desconocido. Eleonora Fabião invita a los cuerpos con pies a quedarse descalzos y pasar al escenario, un espacio, por esos días, nuestro, seguro y confortable, en el que solo una pantalla indica que es probable la proyección de algo parecido a una clase (si la mancha rosada de hongos que crece en el cristal del proyector lo permite).

Un rato después estamos todos solos, somos un cuerpo que se extiende más allá de nuestros límites, nos movemos de forma extra cotidiana sin que eso importe mucho. No hay ningún ojo ajeno a la experiencia, ningún ojo condena o inspecciona nuestro movimiento. Entonces suceden cosas imposibles. Alguien descubre que recuerda los olores de la cabellera de su abuela, o de un poema guardado junto a un incienso de sándalo, o la textura de un vestido negro pasa a rozar las manos de cada uno de los que nos encontramos en la sala. Resulta que las palabras y las memorias también pueden armar cuerpos y que las energías pueden abrazarse sin que nos demos cuenta.

Eleonora habla sobre la dramaturgia que organiza nuestros descubrimientos, nos invita a encontrar nuevas posibilidades, posibilidades que desde su singularidad se convierten en acciones verdaderamente políticas. Acciones sinceras que proponen el encuentro con el otro, sin filtros estéticos artificiosos, acciones que pueden modificar tanto al “artista” que las propone como al “espectador” que las recibe… Los roles entre uno y otro se intercambian en espacios como este, la pregunta de la audiencia que actúa, que se involucra, que decide, inunda nuestros pensamientos y nuestros pensamientos se tornan cuerpos.

En el segundo día y tercer día de taller, además de un dolor intenso pero placentero en cada uno de los músculos de mi “cuerpo”, sentí la inmensa dicha de la incertidumbre. Descubrimos que lo mejor de un espacio de intercambio no son las certezas sino los cuestionamientos. Es un alivio saber que no tener verdades absolutas no es un defecto de la falta de información sino la oportunidad de continuar buscando conocimientos desde otras perspectivas. Los referentes te llevan a una reflexión más personal y profunda: qué hago y para quién; lo que hago para qué sirve. Qué bueno descubrir que el arte puede servir para algo: para abrir espacios, generar encuentros, abrazarnos y movernos de forma extraña sin que nos tilden de maniáticos, para estar juntos, para pensarnos juntos…

¿Un imposible? Ver con tus manos y abrazar tus ojos…

¿Alguna vez has vivido una experiencia que te empeñas en compartir a toda costa porque sientes que a otros también les sería útil?

De las cosas que hice mías en el taller de Eleonora Fabião, una de ellas fue la fe, la certeza de que no existen imposibles predeterminados. Y como me quedé con esa idea como política de vida, ahora ando por la calle creyendo y logrando proezas. En esta nueva estrategia existencial ya no imagino que los dependientes de comercio me tratarán mal, así que les digo “Buenos días con sonrisas”; ya no voy a las exposiciones o las salas de teatro creyendo que sé algo sobre arte, me dejo sorprender y por tanto en realidad me sorprendo más… Ahora intento que crezca una planta en una semana, y aunque se demore un poco más ando con la certeza de que la fuerza de mi pensamiento será mejor abono… le digo a mis alumnos que vale la pena intentar despegar los pies del suelo para encontrar soluciones divertidas a los problemas comunes… quizás todo esto parezca no tener tanto que ver con el taller de Eleonora, o con el encuentro La voz humana organizado por la Oficina de Leo Brouwer… pero es que ahora tampoco me parece imposible encontrar este tipo de conexiones.

¿Para qué sirve el arte, para qué sirve el performance, para qué sirve un texto como este? Me gusta creer que el real objetivo es construir y conectar juntos, es la posibilidad de descubrir que cada una de las cosas que nos suceden está interrelacionada.

Cuando los organizadores del evento La voz humana hablan de puentes e invitan a músicos, filólogos, investigadores sociales y del performance, psicólogos y otros creadores/pensadores, es porque saben que no existen divisiones sino relaciones, y que de lo que se trata es de establecer esos nexos a través de los cuales podemos propiciar el encuentro.

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