Cuba — USA: pero todo sigue igual

Javier Montenegro Naranjo
Cachivache Media
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8 min readOct 10, 2016
Balón disputado en el área de Cuba. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.

Tres de la tarde. Estoy parado frente al estadio Pedro Marrero. Las entradas ya se han agotado, o nunca las vendieron porque las repartieron a centros de trabajos y estudiantiles. Nadie lo tiene muy claro, pero tampoco es importante. Ahí estoy, buscando en la muchedumbre un rostro familiar con una entrada de más. Y lo encuentro, mucho más fácil de lo que esperaba. Ya adentro, veo la grada bastante llena, pero no lo suficiente como para justificar la cantidad de personas que esperan afuera. Al final abrirán las puertas y todos entrarán, y ni siquiera así el estadio estará abarrotado.

Entre los aficionados destaca el color azul del uniforme de los estudiantes de pre-universitario. Los ha llevado hasta ahí alguna directiva o un aumento del orgullo por esa patria que, según Albert Camus, es la selección nacional de fútbol.

Faltan veinte minutos para las cuatro y el terreno de fútbol, el césped, la grama, por donde rueda el esférico, tiene un color amarillento, como si no hubiese probado agua alguna para la ocasión.

Estadio Pedro Marrero durante el encuentro entre Cuba y Estados Unidos. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.

Entre el público y colegas periodistas se comenta que, en la mañana, con machetes, terminaron de acondicionar el terreno. Parece una de las tantas infamias que con frecuencia acompaña al fútbol nacional, y que de tanto repetirse y no ser desmentidas por nadie terminan por aceptarse como verdades. De cualquier forma, el Pedro Marrero no ha sido ni siquiera maquillado para la ocasión. El Estadio Latinoamericano fue reparado durante meses para la visita del presidente estadounidense y los Rays de Tampa Bay. Ahora, para la Segunda Dama de la Casablanca, Jill Biden, y el embajador de Estados Unidos en Cuba, Jeffrey DeLaurentis, ni el césped del estadio nacional de fútbol ha sido regado. Lo sabremos porque durante noventa minutos, el equipo estadounidense no será capaz de tocar el balón a ras de suelo ni sus zagueros podrán controlar los pases más sencillos sin la más mínima presión. Y por suerte es el equipo nacional de Estados Unidos quien nos visita, porque si llegan a ser Los Angeles Galaxy, ni la falacia de los machetes en la mañana hubiésemos escuchado. Sin embargo, desde el primero de julio usted puede rastrear en internet noticias del juego que disputarían cubanos y estadounidenses. Casi cien días desde que la noticia fuera pública, y en todo ese tiempo, el terreno no se pudo acondicionar. Y no pensemos que se debió hacer por los visitantes, sino para el público cubano, que apenas tienen la oportunidad de ver a futbolistas profesionales.

Son las cuatro y cinco de la tarde. Después de un pequeño acto político, comienzan noventa minutos del deporte más hermoso del mundo, esta vez desde La Habana, con jugadores de primera línea, algunos de ellos habituales en nuestras pantallas de televisión.

Jurgen Klinsmann, antiguo jugador de la selección alemana y actual entrenador de la selección nacional de fútbol de Estados Unidos. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.

Con excepción de Michael Bradley y Sacha Kljestan –que participaron en 2008 en la discusión por el cupo para Sudáfrica 2010– ningún futbolista del equipo estadounidense ha pisado suelo cubano. Esta vez son otras las estrellas que se disponen a desplegar su juego sobre la grama cubana. No están Landon Donovan, ni Tim Howard, ni Clint Dempsey, autor del único gol del partido en 2008. Esta vez lo ídolos son Fabian Johnson, Christian Pulisic y Jozy Altidore. Y por supuesto, Jurgen Klinsmann, quien desde la línea de cal mostrará en más de una ocasión que el partido no es solo un amistoso. No es que exista una gran rivalidad entre ambas selecciones, mucho menos importa el resultado, es que su equipo se enfrenta dentro de un mes a México en la disputa de la hexagonal con vistas al mundial. Por lo tanto, necesita darle los últimos ajustes a su selección. No obstante, Klinsmann también valora la experiencia de sus jugadores en la Isla. “Sometimes it’s not only about the football side for developing players,” dijo, “but also off the field, too”. Y sus jugadores se lo tomaron en serio, salieron a caminar La Habana y terminaron en una escuela primaria interactuando con los niños.

Con ese panorama arranca el partido. Y sucede lo inesperado. Los estadounidenses, la potencia, no logran controlar el encuentro, sus pases son imprecisos y esto los lleva a colocarse al mismo nivel de los cubanos. El balón no rueda sobre el césped, bota. Es demasiado evidente el mal estado del terreno. ¿Qué pasó con aquella cancha sintética, la primera que tendría Cuba? ¿No recuerdan que Joseph Blatter vino, dio el primer palazo simbólico y dejó un millón de dólares para su creación? Este hubiera sido un buen momento para estrenarla.

Uno de los chicos recoge un balón para no demorar el encuentro. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.

Los estadounidenses no logran hacer su juego, no crean jugadas, a lo sumo, envían balonazos a las bandas. De hecho, es Cuba quien tiene las más claras opciones durante la primera mitad, pero el guardameta debutante, Ethan Horvath, aprovechó la oportunidad de su técnico y mantuvo su arco a cero. Una y otra vez logra acercarse más al área rival. Y seguiría la misma tónica en la segunda mitad, con un palo en los primeros minutos. Parecía posible, hasta que un despiste de la defensa y un mal rechace de Sandy Sánchez, el guardameta cubano, posibilitó la caída del primer gol estadounidense. Cuba replicó al instante con otro balón al poste, pero fue todo, el equipo se diluyó.

Sin embargo, valorar al equipo cubano por sus posibilidades de gol sería de ingenuos. Una y otra vez cayeron los delanteros en off-side. Una y otra vez perdieron el balón a la hora de armar un contrataque: pases al rival, a espacios vacíos o sin la suficiente fuerza, eran la tónica, por no hablar de lo difícil que se les hacía jugar de primera. Es un reflejo más de lo que pasa en el país en cuanto a deportes. Si la Serie Nacional de Béisbol nos parece (a algunos) un espectáculo deprimente que no ayuda a subir el nivel de los jugadores, no es necesario referirnos a un campeonato nacional de fútbol donde los jugadores no dejan cobrar un penalti al equipo rival porque lo consideran un error del árbitro, donde el transporte de los equipos es una odisea, donde los árbitros decretan off-side un saque de banda, donde (en ocasiones) los jugadores no tienen tacos de fútbol, o deben gestionárselos con sus propios recursos. Mientras eso ocurre aquí, Maikel Reyes, actual centro delantero cubano, lucha en el Cruz Azul Hidalgo por cumplir con un sueño ya logrado por Osvaldo Alonso en la MLS: el de triunfar y ser un ídolo en su equipo. En el mundo del fútbol nacional, uno no tan pequeño pero sin espacios ni visibilidad para soñar, los ídolos no son Yulieski, Chapman, Céspedes o Puig, el ídolo es el tejón mielero.

Después del gol pudimos constatar que el juego de los de casa era un espejismo. El equipo cubano se diluyó. Otro gol subió al marcador de los estadounidenses, una vez más, gracias a la desconcentración de los cubanos. De una esquina a la otra de la portería se paseó el esférico sin ser despejado. Y allí esperaba Julian Green que sin muchos problemas la envió al fondo de la red. Eso fue todo.

Fabian Johnson y Michael Bradley fueron algunas de las principales figuras de las selección nacional de Estados Unidos. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.

Los cubanos tuvieron una ocasión más, gracias a una patada (sin ninguna intención) que recibió en el rostro Steve Birnbaum. El árbitro de espaldas y el linier ciego, no decretaron la falta y los cubanos dilapidaron una nueva clara ocasión. La jugada, después del golpe, es una lección de fútbol: quien conduce el balón no sabe qué hacer en el mano a mano y prefiere esperar a un compañero. El otro defensa norteamericano no se detiene a reclamar la falta sobre su compañero y corre hacia la jugada. El delantero cubano que acompaña la jugada no corre con todas sus fuerzas y cuando le hacen el pase espera que el balón llegue a él, no le va arriba, no muestra agresividad. Así no hay Dios que gane al fútbol. Mientras esto ocurría, Klinsmann se tragaba al linier por su pifia y el jugador Steve Birnbaum sangraba en el suelo.

Esta imagen, la del estadounidense con una herida en la cabeza que debe ser sustituido, era uno de los principales miedos de los fans estadounidenses y de todo el cuerpo técnico. Jugar con un equipo amateur siempre trae consigo estos riesgos. Jugar en una cancha como la cubana, que días antes del partido había desatado protestas en las redes sociales de los fanáticos debido a unas imágenes publicadas del estado del campo, también es un riesgo para los jugadores. Aun así, el equipo estadounidense vino, de seguro obligado por el matiz político del encuentro, pero igual mantuvieron la compostura. La Asociación Cubana de Fútbol (AFC) y el Instituto Nacional de Deporte y Recreación (INDER) pudieron hacer un poco más para dar una mejor imagen, como hicieron con el tope frente a Tampa. Como dijo Klinsmann en conferencia de prensa, “(…) there’s no better way to get people closer than sport. (…) If football helps to build bridges, take it”. Sí, está claro que las declaraciones de Klinsmann son políticas, pero esos mismos puentes los necesita nuestro fútbol para crecer, dar un salto cualitativo y ver si logra colarse en la participación de un Mundial de Fútbol.

Sandy Sánchez disputa un balón aéreo con Wondolowski durante el encuentro Cuba Estados Unidos disputado en el estadio Pedro Marrero. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.
Un fanático de la selección nacional de Estados Unidos disfrazado de águila, uno de los símbolos del país del norte. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.
En varias ocasiones los jugadores cubanos cayeron al suelo después de un impacto con sus rivales estadounidensese. Foto: Fernando Medina Fernández / Cachivache Media.

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Javier Montenegro Naranjo
Cachivache Media

Amante de los videojuegos, pelis clase Z y especialista en caso de apocalipsis zombie.