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Published in
8 min readApr 24, 2017
Imagen: marketingland.com

Por: Alejandro Amaro Seguí

Hace un tiempo tuve que explicarle a la mamá de un amigo mío que la mayoría, para no decir todos, de los posts de Facebook con la foto de un niño minusválido, o con secuelas de quimioterapia, eran falsos. Le dije, “no es que las imágenes estén trucadas con Photoshop, sino que el origen de esas cadenas no tienen la intención de ayudar al enfermo, sino ganar dinero cuando se hacen virales”.

El encabezado de tales fotos es siempre el mismo: presentan los problemas o enfermedad que padece el enfermo y luego “Like y comparte, comenta Amén”. Esta última parte indica que la exhortación está pensada en esencia para personas creyentes, no solo porque deberían ser las más piadosas –y si no lo son, lo aparentarán en las redes sociales al menos–, sino porque, por definición, son las que están convencidas que con su apoyo espiritual puedan lograr algún bien.

Los mensajes que apelan a la moral religiosa no son los únicos: están los relacionados con el sexo (los cuales prometen fotos o videos más explícitos), los que tienen relación con las supersticiones, los que prometen algún tipo de cambio en la foto si se escribe una determinada palabra, las rifas, las peticiones de donaciones, el apoyo para combatir una supuesta censura, y otra interminable lista de causas.

La mayoría de las personas dudan que su aporte (su like, su comentario, su acción de compartir) ayude en algo. No obstante, no faltan quienes las siguen “por si acaso”, porque las creen inofensivas. Sin embargo, basta un poco de investigación para darse cuenta de que son todo lo contrario.

Imagen: adruby.comEl término en inglés para estos engaños es Like-farming scams, o sea, estafas recolectoras de likes. Al contrario de lo que quieren hacer pensar sus encabezados estos posts, compartir no equivale a una oración religiosa, un “like” no prueba que el niño de la foto sigue siendo “lindo” a pesar de su enfermedad o discapacidad, y comentar no significa que será salvado. Esto es lo que en realidad sucede cuando se interactúa con estas imágenes:

1. Se explota lo que probablemente sea una imagen robada de un niño, cuya familia no tiene idea que está siendo usada.

2. Se contribuye a que el dueño de la página que la publicó –el mismo que sin escrúpulos se adueñó de la imagen a espaldas de la persona enferma y la familia– gane muchísimo dinero.

De esta manera, en vez de ayudar al compartir tales contenidos, en realidad se le hace daño a la persona de la foto. ¿Cómo te sentirías si fueras minusválido, padecieras alguna grave enfermedad o fueras familiar de alguien con estos padecimientos, y vieras un día en tu muro una foto conocida que no has decidido compartir? ¿Cómo te sentirías si fueras madre y vieras en Facebook la imagen de tu hijo ya fallecido? Si estoy siendo severo es porque tales cadenas no son ningún juego. Darle dinero, aunque sea indirectamente, a alguien que sea capaz de comenzarlas es inconcebible.

¿Cómo funcionan entonces tales estafas? Las páginas usan estos posts para reunir víctimas potenciales. Cada vez que alguien comenta o da like, le indica a los algoritmos de Facebook que la página va creciendo en popularidad. Con suficientes toques, será mucho más probable que sea recomendada a otros usuarios con intereses similares. Gracias a esto crecerá exponencialmente.

Una vez que tengan suficientes perfiles siguiéndolos, comenzarán a enviarles spam (mensajes no solicitados) con enlaces que conducirán a los usuarios ingenuos a páginas web que realizan phishing y robarán su información, o hacia sitios peligrosos que infectarán sus computadoras con Spyware (Software espía) o Caballos de Troya. En la mayoría de los casos, existe incluso cierta especialización del trabajo. Hay personas que se dedican a crear estás paginas o perfiles falsos para después vendérselas a hackers en internet.

Hasta el momento, en el caso de las redes sociales, el único remedio es denunciar la página, o, lo que resulta mucho más efectivo, simplemente ignorarlas para que lleguen a la menor cantidad de personas posibles. Sin embargo, la mayoría de las víctimas potenciales no domina la información que acabo de aclarar y son muy susceptibles a ese tipo de mensajes.

¿En qué radica entonces esta efectividad? Muchas veces el encabezado indica también: “Sigue pasando si no tienes corazón”. O sea, si no le haces caso al post eres una mala persona –imperativa que podría considerarse bullying–, y nadie quiere ser visto de tal manera, mucho menos en las redes sociales, donde todos pueden enterarse. De esta manera, si eres religioso –y no sabes que es una estafa– lo compartirás y te creerás útil a la vez que muestras tu compasión. Si no lo eres, pero tampoco tienes idea de la verdadera naturaleza del post, es probable que te sientas culpable y obedezcas la orden.

La raíz de todo el problema radica –¿a quién le extraña?– en cómo está concebido Facebook, y, por supuesto, en la estupidez humana. Dan York, un analista de contenidos virtuales arroja un poco de luz sobre todo este asunto. Según él, antes de las redes sociales, por ejemplo, pocas veces uno se enteraba de la religión o el punto de vista político de un colega del trabajo, a menos que fuese una amistad cercana. En la actualidad, en cambio, todo está concentrado y expuesto en un solo perfil de Facebook. Creencias que antes no tenían por qué interferir en las relaciones laborales, ahora lo hacen. Y no solo en el trabajo.

Creo que todos los que lean este artículo pueden recordar algún momento en el cual se hayan sentido decepcionados con una amistad por un comentario religioso o político que hayan hecho. Durante las elecciones de Trump, por ejemplo, sé de personas que eliminaron de sus “amigos” a viejos conocidos que defendían abiertamente al magnate o, peor aún, temas como convertir en ilegal el aborto.

La solución puede ser no compartir información personal o contenido “agresivo” en las redes sociales, pero siempre se sentirá como una auto-censura. La religión y la política son elementos claves de nuestra personalidad, a no ser que seamos apáticos, y si vemos que muchos comparten mensajes con contenidos que consideramos “incorrectos”, “equivocados”, “falsos” etc…, no “contraatacar” con nuestra verdad o punto de vista es ponernos una mordaza. Otra solución es tener más de una personalidad o perfil virtual, tal y como muchos tienen en la vida real para cada grupo de amigos o entorno (escuela, trabajo, casa, amigos etc…) pero eso lleva más tiempo del que la mayoría está dispuesta a invertir, sin mencionar el riesgo que significa equivocarse de cuenta al publicar algo.

Dejando atrás cómo se originan las cadenas y cómo se propagan, es necesario pensar un poco en por qué: ¿Por qué alguien cree que un amén escrito en Facebook equivale a rezar? ¿De verdad hay personas que piensan que recibirán un regalo si comparten el correo o el post? ¿Dios revisa Facebook?

Imagen: tehparadox.com

No soy religioso, así que no puedo ponerme en el lugar de las personas que escriben amén y creen que su apoyo llegará a Dios, pero muchos creyentes tampoco lo entienden. En un blog cristiano encontré esta frase: “La majestad de Dios no se mide en likes de Facebook” y creo, apartando mi ateísmo –fundamentalista–, que tiene razón.

Una cosa es que ingenuamente piensen que su like de alguna forma contribuirá a donar algo de dinero, y otra es que utilicen el mundo virtual como un intermediario entre el real y el divino. Las viejas concepciones religiosas donde el rezo y los rituales sagrados eran las únicas maneras de lograr comunicarse con Dios han sido actualizadas drásticamente. Si detectan cierta ironía en mi discurso, es porque la hay. No pretendo ofender a nadie, ni tampoco enfocarme en el cuadro completo, lo que llevaría inevitablemente a cuestionar la existencia de Dios, pero si han establecido durante siglos que la comunicación individual con el Creador es a través de la plegaria, no entiendo cómo el surgimiento de esta nueva plataforma de repente pueda cambiar todo eso. Es como si las invocaciones escritas en diarios o novelas, tuvieran siempre vigencia, o como si simplemente se pudiera levantar el teléfono y orar a través de él.

En la web encontré estudios religiosos sobre el tema, pero no se hacen mis interrogantes, sino más bien parecen complacidos acríticamente de que las redes sociales se hayan convertido en el espacio donde resurjan los sentimientos religiosos con gran fuerza y se esparzan velozmente. Traduciré este ejemplo:

“Estoy convencido de la necesidad de que los ministros de hoy estén presentes en plataformas como Facebook y Twitter, así como en podcasts y blogs (¡como este mismo! [Escribe el ministro]). Al igual que la imprenta permitió el acceso de las masas a las Escrituras, esta nueva revolución tecnológica ha comenzado a reformar el modo en que nos comunicamos, socializamos y ejercemos el pastoreo”.

Dejando de lado las cadenas religiosas, con temor a desviarme y a herir sensibilidades en un artículo que solo pretende informar y reflexionar superficialmente debido a la complejidad del tema, quiero referirme brevemente a otro tipo de cadenas muy común.

Me refiero a las cargadas de supersticiones, del tipo “envía / comparte este post / correo y te pasará xxxx / te llegará xxxx…”. De todas, estas últimas me parecen que son las más antiguas, o al menos tan antiguas como el correo electrónico. Emails prometiendo cosas si se le reenvía a x cantidad de personas más, han sido recibidos por todos en algún momento. La finalidad era la misma, recolectar direcciones y propagar Spyware o virus similares.

Quizás no sean todas “estafas” como las religiosas o las sexuales –tal vez porque tengan menos fuerza movilizadora que aquellas–, pero igual presionan al límite el sentido común. Soy consciente que muchos las reenvían o comparten por puro desenfado y nunca esperan nada como resultado, pero debe haber ciertos límites. Si el material contiene humor o algo que no sea una pérdida total de tiempo leerlo entonces no molesta y divierte, pero si está compuesto por la historia de alguien que no reenvió el correo y le sucedió algo malo y por eso el receptor no debe seguir su “mal ejemplo”, en este caso, yo por lo menos, no dejo de soltarle una maldición al emisor. Si propagar chismes infundados es visto con malos ojos, propagar este tipo de cadenas también.

Espero que en un futuro la mayoría de la población haya alcanzado cierto nivel cultural-digital como para abandonar atrás estas cadenas que siguen funcionando gracias a la desinformación y el pensamiento acrítico. Mientras tanto, comparte con 10 personas más y dale like a este artículo, o se te llenará de spam la bandeja de entrada y de mascotas maltratadas el muro de Facebook.

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