Ese quemador de Warcraft ♫ lleva una doble vida

Experiencias de un ingeniero jugador de World of Warcraft en los servidores de las redes nacionales

Cachivache
Cachivache Media
8 min readMar 10, 2016

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En la redacción de Cachivache Media preparándonos para comenzar el torneo de World of Warcraft. Foto: Fernando Medina /Cachivache Media

Por: Andrew Wiggin

El paladín llevaba cerca de 20 minutos arrodillado, absorto, casi meditando, sin permitir que la discusión entre el resto de la partida lo molestara. Despertó de su trance y extrajo el mandoble. Todo el grupo lo miró: durante mucho tiempo habían planificado con meticulosidad esta difícil escaramuza, cualquier movimiento en falso podía echarlo todo a perder. El guerrero miró hacia el enemigo e inesperadamente, toda táctica desechada, lanzó su grito de batalla “Leeeeeeeeeeeeeeroy” y cargó hacia el grupo de monstruos generados por el ordenador. En resumen: todos en su banda mueren.

El video se hizo viral, las opiniones de los comentaristas, divididas. Leeroy Jenkins pasó a la posteridad, para algunos un anti-héroe y para otros un villano. Los programadores del World of Warcraft (WoW) –sí, toda esta escena ocurre en ese mundo virtual- lo inmortalizarían haciéndolo formar parte del juego. Si eres capaz de aniquilar en menos de 15 segundos más de 50 de las crías de dragón que dieron cuenta de Leeroy y su guild (clan o gremio)recibes uno de los más de 1000 “logros” alcanzables. Siendo el WoW un juego sin un final, adquirir muchos de estos pequeños premios parciales es una de las proezas más buscadas por los gamers. El equivalente moderno a tener una constelación en el cielo en la época de los griegos.

Leeroy Jenkins — Captura de pantalla del juego por Kadgrim.

El WoW es solo uno de los variados mundos virtuales persistentes, conocidos como Multijugador Masivo en Línea (MMO por sus siglas en inglés), que conviven hoy en internet. En ellos puedes ser caballero Jedi, DJ, ladrón de autos o paladín élfico. Pero lo que hace especial al Warcraft entre tanto Sims Online y Knights of the Old Republic es su popularidad. Prácticamente la mitad de los subscriptores de MMOs del mundo están asociados a este juego. Y a pesar de la escasa penetración de internet en Cuba y de que casi ningún cubano de la isla puede conectarse a uno de sus servidores oficiales, por acá también tenemos Leeroys y dragones.

En muchas de las redes cubanas proliferan los servidores piratas (o privados, curioso eufemismo) de este MMORPG. La red de universidades del MES, los Joven Clubs, SNET, Infomed –you name it- en todas estas redes hay al menos un entusiasta que decidió convertir un Celeron sin display y prácticamente de baja técnica en un servidor de WoW. Cierto es que diez, veinte, treinta y hasta cien jugadores simultáneos no son suficientes para replicar la experiencia de conectarse a uno de los realms de Blizzard con miles y miles de usuarios conectados a un tiempo. Pero los cubanos, acostumbrados a decirle carne al chicharrón y pan con lechón a eso que venden en las fiestas de los pueblos a cinco pesos, no dejamos que una nimiedad como esta nos fastidie el entretenimiento.

La historia del World of Warcraft en Cuba comienza probablemente en las universidades. Los primeros servidores llegaron a la Universidad de las Ciencias Informáticas, Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (CUJAE), la Universidad Central Marta Abreu de las Villasy la Universidad de Pinar del Río por el 2005. El Antrix, uno de los tempranos servidores piratas medianamente decente y estable se usó algunos años hasta que el MANGOS lo sustituyó. Quien no sabe de informática no tiene claro el esfuerzo sobrehumano que significa replicar mediante ingeniería inversa todo el funcionamiento de un servidor oficial de un MMORPG. La monumentalidad de este trabajo implicó que las primeras versiones de Antrix y MANGOS pudieran emular solo una parte de las muchas funcionalidades del juego, era una experiencia a medias, pero una experiencia al fin.

Kalia León, diseñadora de Cachivache Media, configurando a “Matadora”, su primer personaje en WoW. Foto: Fernando Medina / Cachivache Media

Paradójicamente, al llegar y conectarme por primera vez a uno de estos servidores, no fue ninguna de las partes faltantes lo que más eché de menos. El WoW es un juego de rol y, para un fan a Dragones y Mazmorras como yo, eso significa que mientas estás dentro del juego eres tu personaje, y el mundo exterior no existe. Si decides que tu avatar es un humano paladín de la ciudad de Stormwind o un orco chamán de Durotar entonces debes comportarte como tal, llamarte como tal, e incluso hablar como tal, al menos según mis expectativas.

Pero de la misma forma en que Leeroy Jenkins no estaba dispuesto a jugar por las reglas de los nerds de su guild y como buen adolescente hizo las cosas a su manera, los gamers que compartían servidor conmigo no deseaban tomarse el WoW tan seriamente. Al principio no todo iba mal. Mis primeros encuentros con jugadores en el servidor de la Cujae fueron con un elfo nocturno llamado Glorfinder, un warlock humano por el nombre de Lohengrim y una tal Jane, maga ella especializada en talentos arcanos, todos de un comportamiento aceptable.

La cosa realmente comenzó a complicarse al encontrarme a Luthien, un brujo montado en su corcel demoníaco. Y sí, leyeron bien, un brujo humano, macho, varón, masculino y mal hablado, exhibiendo sobre su calva y barbada cabeza el nombre de Luthien Tinuviel, hija de Melian y Thingol, la elfa más hermosa que alguna vez caminó bajo la luz de las estrellas en la Tierra Media. Herejía. Detrás del brujo vino caminando una druida, con una trenza larga y verde sobre la que colgaba el mote DiabloCujae. “Al que no quiere caldo se le dan tres tazas”, me dije, filosóficamente, “pero dónde, ¿dónde está la tercera?”.

Muchas más tazas vendrían, hasta que aprendí a aceptar que nunca podría encontrar en Cuba un mundo virtual medieval en el que sus gremios no se llamaran “Los Piratas de Lawton” o “El Terror de la Alianza” y en el que no se chateara por el canal principal de una ciudad capital sobre la rivalidad Messi-Cristiano o del próximo concierto de Buena Fé. Jugar en red tiene esas cosas, muchas de las personas que te encuentras ahí no comparten tus valores o tus expectativas, pero aun así te diviertes con ellos.

En internet es diferente. Los realms oficiales de Blizzard están clasificados en dos grandes grupos. Los servidores normales son aquellos donde las personas juegan como mis amigos de la Cujae, sin prestar atención a las formalidades, como quien juega Call of Duty en el laboratorio de computación de una escuela secundaria. Por otro lado, los servidores RPG tienen otra disciplina, que es mantenida por sus jugadores y gremios. En ellos uno tiene que creerse el papel que le toca jugar en el mundo y prestar atención a los rangos dentro de los gremios. Muchas veces eso implica rendir pleitesía a los oficiales superiores, como el Guildmaster, vestirse con un uniforme o incluso participar de revistas militares. El sueño de muchos nerds.

Gremio de Elfos Nocturnos uniformados y en formación — Tomado de Imageshack.

En los servidores piratas esta distinción no existe, todos son no-RPG. Los gamers que te encuentras ahí, salvo dos o tres excepciones, no tienen idea sobre la historia del universo del Warcraft, y tampoco les interesa. Están más preocupados por ganar el próximo battleground o conseguir una mejor armadura. O en hacer trampas.

La primera vez que logré copiar la instalación de un server de WoW era la que se había estado usando en mi universidad durante ese curso. Una simple inspección a la base de datos me dejó claro que la mitad de los caracteres de la facción contraria a la mía (la Horda) habían hecho trampas. Cantidades desmesuradas de dinero, ítems imposibles de conseguir, habilidades inalcanzables, regalos todos conferidos por el superadmin que en modo Game Master-Hada Madrina puede hacer realidad casi cualquier deseo. Eso explicaba nuestras derrotas, o al menos parte de ellas. Tengo la impresión, aunque no estoy seguro, de que en los servidores de la UCLV y de la Universidad de Pinar del Río pasaban cosas similares.

Una de las mejores experiencias jugando WoW en Cuba se tiene en SNET, la Red de Área Metropolitana de la Habana. A diferencia del resto, donde se suele jugar la versión 3 (Wrath of the Lich King), en SNET hay un servidor de la versión 4 (Cataclism) y la cantidad de usuarios que se conectan es solo comparable con la de la UCI. La inestabilidad es un problema con esta versión, a veces el servidor crashea, o tus caracteres entran en zonas del mapa mal configuradas, se traban y no los puedes recuperar a no ser que un admin te ayude. Pero a pesar de estas posibles vicisitudes vale la pena jugarlo.

En estos servidores de la red nacional te será muy difícil organizar un gremio lo suficientemente fuerte como para pasar las mazmorras realmente duras del WoW, pero a la larga vivirás momentos divertidos. Sobre todo, si gradualmente logras convencer a algunos jugadores de que es bueno jugar un poco también al rol. Algo de suspensión de la incredulidad siempre ayuda. El tiempo pasa y los amigos van abandonando el juego por muchas razones. Pero alguna vez te encontrarás con un memento como este y los recuerdos volverán a tu cabeza. Después de todo ¡viva la doble vida!

Gremio Vodka después de derrotar a Nefarian, uno de los Jefes de Mazmorra — Tomado de GamingCFG.

Disfrute a continuación del torneo de WoW entre los editores y colaboradores de Cachivache Media

Fotos: Fernando Medina / Cachivache Media
Fotos: Fernando Medina / Cachivache Media
Fotos: Fernando Medina / Cachivache Media

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