Game of Thrones y las tetas de silicona

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5 min readMay 18, 2016

Por: Félix Manuel González Pérez

SPOILER ALERT: Este trabajo contiene revelaciones sobre la trama de la serie.

Game of Thrones se ha convertido en un fetiche. Existe una tensión casi sexual entre la serie y sus seguidores que le da la razón a Freud. Como en una complicada relación a distancia, una especie de morbo compele a los fans a esperar un año entero para disfrutar de la entrega de una nueva temporada.

Pero GoT es una rubia con tetas de silicona. Una fantasía creada quirúrgicamente por la publicidad. Se muestra irresistible y provocadora ante nuestras miradas hipnotizadas. Nos desafía a perseguirla hasta caer en el acoso. Pasamos meses imaginando principios y finales felices a su lado. Pero una vez que la desnudamos y saciamos el deseo, por alguna extraña razón nos queda un sabor a plástico en la boca.

Porque en realidad la gente no disfruta tanto la serie como la idea de la serie. Ese impresionante movimiento cultural y social que se ha gestado alrededor de esta gigantesca producción de la HBO.

El Internet está abarrotado de memes creados por los fans, de foros donde se inventan teorías para desentramar la complicada historia que nos ha regalado George R. R. Martin a sus más de setenta años de edad; de cientos de sitios donde se idolatran personajes como santos de una religión; de noticias de parejas que deciden nombrar a sus hijas Khaleesi en honor a la Madre de los Dragones, o mejor dicho, en honor a Daenerys Targaryen, la Primera de su Nombre, la que No Arde, Reina de Meereen, de los Ándalos, de los Rhoynar y de los Primeros Hombres, Khaleesi del Gran Mar de Hierba, Rompedora de Cadenas y Madre de los Dragones (esto toma más de cinco minutos de cada capítulo, pero es pegajoso); e incluso de aquellos que se dedican a aprender el idioma Valyrio como si se tratara del esperanto.

¿Pero en realidad qué tiene Game of Thrones que la hace tan especial? La serie utiliza una manera de narrar notablemente sencilla, de modo que podemos identificar claramente los momentos claves de cada temporada.

Los episodios terminan siempre con una explosión de contenido, por tanto lo último que vemos es aquello que recordamos vívidamente, como Jon Snow reviviendo en el segundo capítulo o Melisandre destruyendo para siempre nuestras fantasías sexuales, al mostrarnos un cuerpo deformado por una vejez extrema e implacable (en serio: que no se quite más el collar).

La fotografía es simplemente exquisita. Una verdadera obra de arte que dentro del género fantástico no tiene ni tendrá comparación, al menos a corto o mediano plazo. Y aunque las locaciones donde se han filmado las escenas facilitan mucho el trabajo fotográfico, hay que reconocer que en este apartado la serie destaca por encima de cualquier otra propuesta cinematográfica del momento.

La música y los efectos de sonido tienen una factura impecable y el tema de presentación es increíblemente contagioso. Aún después de seis temporadas son pocos los que se atreven a privarse de esa canción mientras se construye la maqueta de los Siete Reinos. Yo hasta la tengo de tono en el celular.

La construcción de los personajes es sobria y atinada. Existe una constante (re)generación de héroes (no tan héroes) y villanos (no tan villanos) que obliga al espectador a prestar absoluta atención a la historia para comprenderla a cabalidad.

Escoger un personaje como nuestro favorito es un reto extremadamente difícil, puesto que muchos de ellos son por momentos encantadores y a ratos absolutamente detestables, por no mencionar la facilidad con la que pierden la cabeza -literalmente-.

Aunque en ocasiones Jon Snow, Tyrion y Daenerys ocupan roles protagónicos, la sobreabundancia de personajes decisivos para la trama cuestiona la existencia de un único personaje principal, a la vez que potencia nuestra incapacidad para predecir el futuro de la serie.

Además del contenido sexual, la violencia y el lenguaje de adultos que la caracterizan, GoT ha jugado con temas tabúes para el cine y la televisión occidentales, como el incesto entre padres e hijos, hermanos, primos, etc., que si bien es un tema recurrente en otras cinematografía, aún es bastante inquietante en esta parte del planeta. Pero ya sabemos que lo prohibido es siempre una tentación.

Sin embargo Game of Thrones ha fallado en otros temas. Aunque no tengo idea de cuánto duran las estaciones en aquel universo paralelo, me parece que el otoño se ha prolongado demasiado. Y esta demora, además de ser increíblemente desesperante, es también el reflejo de una historia dilatada y por momentos incoherente.

El invierno está llegando a Poniente desde la primera temporada, y hace más de veinte capítulos los caminantes blancos comenzaron su marcha –¿indetenible? — hacia El Muro. O se perdieron en el camino, o se están tomando muchos días libres para hacer camping y lanzarse bolas de nieve. Pero nada: las vacaciones son un derecho que tiene todo trabajador y los white walkers probablemente también hayan luchado por sus libertades sindicales.

Las escenas de combate dejan demasiado que desear. En más de una ocasión se muestran inverosímiles e incompletas. Las coreografías son bastante lentas y predecibles. Sin miedo a exagerar puedo decir que he visto más violencia cuando los niños de mi barrio juegan a los pistoleros.

Y por último, el conflicto principal de la trama es bastante simple y recurrente: la lucha violenta de distintas casas dinásticas por el control y la apropiación del Trono de Hierro, una metáfora del poder absoluto sobre el continente de Poniente, que a simple vista luce bastante incómodo. Por favor que alguien le ponga un cojín a ese majestuoso mueble.

Pero nada que yo diga cambiará la realidad. GoT es un fenómeno audiovisual de nuestra generación. Una serie que ha roto todos los récords y superado cualquier expectativa. Una producción que se consume en más de 190 países y se traduce a más de sesenta idiomas.

En los sitios piratas de descargas, tiene registradas las mayores cifras de la historia, a pesar de los esfuerzos de la HBO porque se estrene simultáneamente en todo el planeta.

En estas semanas en que ha estado al aire la sexta temporada, ha tenido más demanda que la pornografía, lo que demuestra definitivamente que Juego de Tronos ha cambiado el mundo. A este paso no quiero ver lo que pasará cuando por fin llegue el invierno.

Game of Thrones es, sin discusión, una serie que conviene tomar en serio. Y no me extrañaría que la próxima vez que de los buenos días alguien me devuelva un Valar Dohaeris[1].

NOTAS

La frase: Valar Morghulis significa “Todos los hombres deben morir”, señalando la inevitabilidad de la muerte, cuya respuesta sería Valar Dohaeris que significa “Todos los hombres deben servir”, reconociendo el deber de los seres humanos de obrar mientras vivan. A pesar de su significado ambas frases son usadas por los fans de la serie para saludarse, principalmente porque son contagiosas y suenan bien.

Bonus track:
Si lo desea, puede escuchar el episodio de nuestro podcast dedicado a Game of Thrones:

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