Girls: las ganas de estar en otro lugar

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6 min readMar 15, 2017
Imagen: freim.tv

Por: Gladys Marlenys Quesada

Si ya pasas de los veinticinco, no tienes hijos, no te has casado, no eres todavía la promesa que te dijeron cuando niño, si aún el dichoso sentido de la vida no tiene sentido para ti, este es el momento. Déjalo todo, corre y ve Girls. Ellas tampoco saben qué hacer.

Girls llegó a mí un día, por casualidad, mientras estaba en la universidad. Por entonces intentaba vivir el momento y no la necesité a diferencia de lo que me sucede ahora. Porque el destino sabe y la ficción es un maestro que aparece cuando el alumno está listo, la serie regresó para que me reconciliara con mi presente. Es la terapia post universidad/pre treinta.

Para Hannah Hovarth (Lena Dunham) todo termina cuando sus padres deciden dejar de mantener su vida de escritora sin rumbo en Nueva York. Hannah comparte apartamento con su mejor amiga Marnie (Allison Williams) a quienes también se unen Jessa (Jemima Kirke), bohemia y free spirit, y su prima Shoshana (Zosia Mamet), quien es anómalamente normal. No hay más drama ni fin práctico. No hay otro giro argumental que no sea, como en la vida misma, vivir.

Ese es el primer muro que nos propone atravesar Girls. La idea de la ficción que sugiere no es encontrar una identidad perdida; para comenzar nunca la hubo,y no propone, a diferencia de tantas series que emplean el mismo recurso de relatar la historia de varios amigos con una trama que debe ser concluyente, feliz, enaltecedora y didáctica. No, esa no es la tarea de esta refracción de nuestra época, creada, producida y muchas veces dirigida por la genial Lena Dunham quien ya había dado muestras de su talento en Tiny Furniture.

La tesis más importante contenida en Girls es la de una generación aparentemente sin misión, obnubilada en sí misma, cínica. El signo de quienes nacimos en los noventa, los llamados millenial, es la búsqueda incesante del placer, de una justificación a nuestra existencia y el reconocimiento, todos basados en un ideal de éxito que lacera al éxito mismo. Las chicas de esta serie necesitan el drama como una forma de afirmación, pues de lo que sí están conscientes cada una de ellas es de la necesidad de destacar. Al final, Lena Dunham sabe lo que hace, o mejor, sabe lo que escribe. Su primer gran logro es perfilar varias individualidades que se agrupan, o lo que es lo mismo, la importancia de cada yo en una colectividad.

Quizás por esta misma razón a muchos la serie les resulta lenta en su tempo narrativo, pero la intención marcada no está en lo que sucede, sino en cómo ocurren los hechos, las reacciones diversas que suscitan y su interpretación por cada uno de los personajes y espectadores.

Tampoco Girls es del todo pesimista. Puede que no lo resuelva con episodios románticos y conclusivos llenos de edulcorante pues no le interesa ser didáctica sino expositiva, pero hay ciertos halos de esperanza. De la serie también destaca su diálogo con el mundo artístico y la creación, el esnobismo, además de sus intertextos con el teatro, la moda y la música, sus altibajos y la relatividad del éxito. La literatura genera referencias especiales en la serie (tengamos en cuenta que Hannah aspira a ser escritora), la prostitución del oficio, la confusión entre lo público y lo privado, además de la ficcionalización de las experiencias vitales, hecho que conecta directamente al personaje de Lena Dunham consigo misma.

Zosia Mamet, Jemima Kirke, Lena Dunham, Allison Williams. Foto: Mark Schafer / borjaventura.com

Otra de sus virtudes es el tratamiento de los roles de género y la desarticulación de las ideas patriarcales sobre sexo y sexualidad. Esta es quizás la primera molestia que algunos sienten al ver la serie. El cuerpo femenino en Girls no está puesto al servicio del placer masculino y allí está todo lo que tradicionalmente ha sido irrepresentable: la insatisfacción cubierta con orgasmos fingidos, la tan escatológica y temida menstruación, el vello púbico, cierto desinterés por la maternidad, el aborto, la desnudez injustificada, la celulitis, el sexo incómodo, sin importancia, sin placer algunas veces y muchas otras sin amor. Mucho tiene que ver en ello el feminismo de la serie, donde ellos también son víctimas, sufren manipulación y resultan seres normales ante sus pares femeninos. Hay lugar también para lo gay (sobre todo con Elijah y el propio padre de Hannah, estereotipados sí, caricaturescos no) además de darle lugar a la nueva ola que rompe con la concepción binaria hombre-mujer, las formas genéricamente no conformistas que asaltan ya el escenario público, merecedoras de un lugar en el discurso y narrativas de nuestra generación.

Nótese que digo nuestra, pues geografías aparte, es un problema del momento vital (la serie se va al mismísimo Japón durante una temporada para probar este punto) e incluyo a los nacidos en los noventa, todos occidentalizados, situados en el mismo momento de nuestra existencia, definidos por miles de instancias que no hemos creado ni pedido, nosotros los obligados herederos. Ahí está nuestra constante procrastinación, la irrupción de la tecnología y más importante aún, en estas chicas y chicos está la postergación de la adultez o lo que es igual, nuestra pose de adultos. Si alguna máxima tienen sus creadores es la misión para la generación sin meta: experimentar el mundo, más que construir o conquistarlo.

No todos son palmas para Girls. La serie resulta por momentos elitista al representar solo personajes de clase media y se le ha acusado de racista pues en toda la trama se encuentra solo un personaje no blanco y cuya aparición es menor. ¿No hay chicas negras, asiáticas o hindúes en Nueva York que también transiten a la adultez? ¿No son interesantes las perspectivas de quienes quizás se rigen por otras circunstancias? En cualquier caso, temo que quizás, de haber estado ahí, hubieran terminado como un residuo argumental o un estereotipado cliché. Quién sabe.

Por otra parte varios críticos apuntan a que entre Lena Dunham y Hannah Hovarth hay demasiadas coincidencias, aludiendo a que quizás una es la teatralización de la otra y no un personaje bien escrito o presentado. Hannah también las tiene conmigo y con las mujeres que conozco. Ella sirve de punto focal y se debate ante la más complicada relación humana, la amistad. Todas estas chicas se cuestionan la lealtad, la importancia del yo ante el nosotros y la manipulación emocional que implica.

Girls se ha convertido en un fenómeno de la cultura pop en los últimos seis años y sospecho que servirá como referente en el futuro. En sus inicios fue epatante e incomprendida, mucho dice sobre su popularidad el bajo rating que alcanzó, sin embargo HBO apostó por ella. Recordemos que su impacto tiene repercusiones distintas: es contenido de estudio para los analistas del feminismo, sus protagonistas han aparecido en portadas para Vogue y Lena Dunham apareció junto a la propia Hillary Clinton en su campaña presidencial.

Ya sabemos de antemano que no habrá capítulo final concluyente. La serie dejará finales abiertos, decisiones sin tomar y mucho que quedará para la sugestión personal. Por su parte Lena Dunham tampoco concluye su labor, pues ya tiene anunciados varios proyectos editoriales y un episodio piloto de su nueva serie, Max. Esperemos que cuando las generaciones por venir revisen la nuestra, vean que fuimos sexistas, superficiales e hiperestésicos, pero también sinceros, audaces, sórdidos y agridulces. Casi como la vida misma.

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