Una mirada a la décima holguinera actual

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8 min readAug 23, 2017
Imagen: diariomayabeque.cu

Por: Yusmel Pérez

La décima es tradición y contemporaneidad. Más que reconocerla y preservarla como la estrofa nacional, es un espacio para la creación con infinitas posibilidades expresivas comprendidas en el aparente mínimo territorio existente entre, apenas, diez versos de ocho sílabas.

En Holguín el cultivo de la décima tiene una tradición que puede rastrearse desde los orígenes de los primeros asentamientos peninsulares de la región, sobre todo los de origen canario o isleño. Durante la segunda mitad el siglo XIX se hicieron populares las octavillas de circulación clandestina, portadoras de sátiras políticas o sobre personajes de la época, y se conocen algunos autores y cultivadores populares. Un momento cumbre fue la publicación por imprentas holguineras, en 1857, del libro Rumores del Hórmigo de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, “El Cucalambé”, su máximo exponente decimonónico.

A lo largo del siglo XX se publicaron algunos textos y aparecieron diversos autores que mantenían la tendencia tradicional, pero es en los años ochenta cuando se da a conocer un número mayor de decimistas que procedían de los talleres literarios y a su vez se convirtieron en la vanguardia de ese género. Durante la década del noventa ocurre un proceso de renovación más destacado, tanto estilística como temáticamente, que va a tener repercusiones a lo largo de la Isla y en las generaciones de escritores posteriores.

El espectro de la décima escrita en Holguín, aunque tiene sus peculiaridades que lo distinguen, no dista de la realidad del itinerario cubano de las tres últimas décadas. De esta manera se observa un alejamiento del costumbrismo y el folclorismo de las improntas cucalambeana y naboriana; una diversidad temática y conceptual que es producto de una voluntad manifiesta de renovación en lo referido a la relación contenido-forma y a una mayor posibilidad de expresión ideotemática propia de la época; la intelectualización del discurso; un marcado interés por indagar en las circunstancias sociohistóricas del país con una visión desprejuiciada e incisiva que se detiene en temas sensibles de la vida cotidiana del cubano; y una tendencia a favorecer la fuerza expresiva de la palabra y la sonoridad por encima del contenido.

Con respecto a los elementos formales, en ocasiones hay una preferencia por la estrofa vinculada a la narrativa o una especie de poesía prosada, el empleo de encabalgamiento de versos más profuso que en la década del ochenta. Es notoria, además, la preocupación por eliminar las fronteras con el verso libre y el trabajo en la deconstrucción de la estrofa tradicional.

Estos elementos son signos que atestiguan la existencia de una vitalidad de la estrofa nacional, y evidencian una transformación estética y artística con respecto a periodos anteriores; en cambio, entre las más recientes hornadas de poetas holguineros no se aprecia una inclinación hacia la escritura de octosilábicos. Es más, la creación de la décima está lastrada con formas de pensamiento retrógradas que ignoran la evolución literaria que ha experimentado, sobre todo en este último periodo, y que tampoco valoran no solo la importancia cultural de esta, sino que su desarrollo ha marchado y marcha a la par de los procesos socioculturales de la nación.

Algunos investigadores han señalado la existencia de diferentes criterios que prejuician hacia la décima, como que solo sirve para reflejar la temática campestre o rural, o que carece de actualidad o contemporaneidad. Otra cuestión que la afecta es el apego a los modismos literarios que encuentran casi su totalidad en el verso libre — tendencia instaurada desde las vanguardias–, con el respaldo de editoriales y concursos literarios. Esto último resulta muy atractivo para los creadores, porque los concursos son una de las vías más seguras para los jóvenes de publicar y darse a conocer. A todo esto añádasele que los certámenes de décima se han ido reduciendo o se ha abandonado esta vertiente entre las convocatorias de concursos a lo largo de todo el país.

También es necesario valorar lo que en materia de décima se está promocionando en los años recientes. Existe una estrategia institucional para rescatar y preservar la tradición repentista, una loable voluntad, pero que va en detrimento de la expresión escrita, la que tiene características diferentes y es necesario también rescatar, ya sea a través de la presencia de la décima escrita en los concursos como con la creación espacios para su promoción.

Estas afirmaciones generan nuevas reflexiones a su vez, un buen pie forzado ahora que recién concluyó la última edición de la Jornada Cucalambeana, máximo evento al que asisten los cultivadores del género. ¿Va por buen camino la décima escrita en la actualidad? ¿Son conscientes las autoridades de cultura en los diferentes territorios sobre la importancia del cultivo de esta estrofa? ¿En qué medida subsisten los prejuicios sobre la décima cubana entre los escritores de las generaciones más recientes? ¿Está dictado que solo se promocione la vertiente más tradicional? ¿Son los jurados realmente conocedores de este tema? ¿Cómo la situación incidirá sobre futuras generaciones de decimistas?

Por lo que se aprecia en el panorama literario actual de la provincia de Holguín, las más recientes generaciones de poetas –específicamente los últimos en llegar– desestiman la décima como medio de expresión. Entre los que nacieron en la década del 80, quienes ya tienen cerca de dos décadas de creación en el panorama literario y son un número amplio de representantes, existen algunos decimistas con una obra más o menos sostenida y otros que desarrollan esta estrofa de manera ocasional o paralela a otras expresiones. Entre ellos están Osmel de la Cruz, Karina Mora, Elizabeth Reinosa o Yoiner Díaz. Pero son la minoría entre los que asumen el verso o la rima libre.

Yoiner realiza una producción paralela entre el verso libre, la investigación y la décima. En esta última sus creaciones son de un carácter más filosófico que las de sus compañeros, pero se mantiene en la línea del intimismo, aunque se acerca de manera crítica a las dinámicas sociales con una peculiar visión personal. Osmel de la Cruz ha creado una de las obras más consistentes de este grupo. Su espectro temático no distingue o desprecia ningún aspecto por sensible que parezca. Así se acerca a la sexualidad, la soledad, la guerra o la depauperación humana, con un tratamiento técnico que parece haber hallado tempranamente sus propios recursos con el dominio de un poeta maduro.

Karina Mora también parece haber encontrado su propia intensidad lírica desde los comienzos de su obra. En su repertorio emplea los recursos posmodernos de la referencialidad y la apropiación con una peculiar expresividad. Por su parte Elizabeth Reinosa es la más joven en este conjunto de autores. Ha estado muy cerca de un núcleo habanero de decimistas de los que se ha ido nutriendo, y su obra refiere temas íntimos a tono con su medio generacional.

Si analizamos algunos aspectos que caracterizan a la creación literaria de este último conjunto de poetas hay que remitirse en primera instancia al orden temático. Aunque en ocasiones se acercan a las dinámicas sociales, son los temas íntimos los que predominan, lo que no es extraño, sino que es una común generacional a lo largo de la Isla. Entre estos temas íntimos son los relacionados con la familia, las relaciones de pareja y la vida doméstica los que sobresalen entre otras cuestiones existenciales. En especial se rehúsan a abordar aspectos determinados de actualidad de la vida sociopolítica y económica del país, aunque no dejan de hacer sus referencias y comentarios, solo que articulándolos en segundo plano o a través de alguna estrategia discursiva que lo relega o lo oculta.

Por otro lado, tratan algunos temas como el del homoerotismo de una manera espontánea, con desenfado. Pero no es así con la emigración o la prostitución, temas que también pasan por el filtro de un discurso centrado en lo personal. Así entonan a ritmo con el resto de sus congéneres y, a la vez, se diferencian de los que les antecedieron y de quienes han recibido influencias directas.

Una característica que distingue no solo a los decimistas y a los escritores de esta generación, sino que es una peculiaridad del entorno literario holguinero, es la presencia de una convivencia armónica de diferentes generaciones que interactúan en los espacios literarios, en una especie de complementariedad y respeto. Eso ha permitido que los más jóvenes hayan sido influidos por poetas locales y lo manifiesten abiertamente. Por supuesto eso también es posible porque existen personalidades con una obra renovadora y con valores artísticos reconocidos.

Al tener a dos figuras como Ronel González y José Luis Serrano, quienes poseen una obra decimística reconocida y que protagonizaron en la década de los años noventa un proceso de renovación de la estrofa nacional en su vertiente escrita, tanto en la novedad temática como en la escritural, es de considerar que los más jóvenes dirijan sus miradas hacia la obra de estos artistas. Aunque también son conocedores de la obra de David Mitrani, Jesús David Curbelo, Agustín Serrano, Carlos Esquivel y otros autores de relevancia en el país, se confiesan más inclinados hacia la escritura más cercana de Ronel y Serrano.

De esta manera, desde el punto de vista formal, este conjunto de nuevos escritores han buscado sus propios universos líricos empleando recursos como el profuso encabalgamiento de versos, las apropiaciones, citas y referencias que fueron tan recurridas durante la década anterior, todo esto en el afán de acercar la espinela al verso libre y hallar un tono conversacional que rompiera con el tradicional ritmo cercano al del repentismo.

Con este arsenal estilístico crearon sus propias expresiones poéticas en las que se acercaron a todo orden temático de forma espontánea y desenfadada, en sintonía con el resto de los artistas de su generación. Sin embargo, aunque aprovecharon unas condiciones excepcionales en su entorno artístico y cultural dadas no solo por un trabajo innovador de sus antecesores, sino por unas posibilidades de publicación como nunca existieron, no llegaron a superar o a generar nuevas expresiones.

Por ejemplo, sobre el plano conceptual agotaron rápido o se mantuvieron en esa especie de intimismo doméstico que los caracterizó desde el comienzo, sin generar novedosas propuestas. Desde lo formal continuaron con la línea digamos noventista, pero les faltó más trabajo de deconstrucción de la estrofa u otras búsquedas que la acercaran al verso libre y romper definitivamente con la rima y el ritmo tradicional de la décima.

Entre los más jóvenes –me refiero ahora a los que nacieron a partir de los 90, quienes comienzan a abrirse paso– es difícil encontrar alguno con inclinaciones hacia la décima, quizás porque esta generación está muy influida por lo más promocionado recientemente, por lo que más se publica y se premia. A ello hay que agregar que el versolibrismo, empoderado desde comienzos del siglo XX, continúa extendiéndose y ampliando sus posibilidades expresivas desde los nuevos lenguajes y elementos formales que se le van incorporando. Además, la situación se les muestra más compleja que a sus antecesores inmediatos, porque los planes editoriales han sufrido una considerable disminución con respecto al periodo del 2000 al 2010.

Por ejemplo los jóvenes que acuden a los talleres literarios de la universidad no se encuentran interesados en la décima, sólo se limitan a su escritura como un ejercicio. Situación parecida ocurre en los talleres que se realizan en otras instituciones como la AHS.

Lo cierto es que en el entorno actual no se encuentran muchas posibilidades para favorecer el desarrollo de esta expresión. No obstante, existen algunos espacios como Ediciones Holguín Propone, un encuentro que ha abierto ese sello editorial dedicado a indagar sobre la literatura y su relación con nuestra sociedad, y que ha incluido temas sobre la proyección actual de la décima. Por su parte en el Premio de la Ciudad se comenzó a convocar en la categoría Décima en años alternos, lo que sin dudas es un estímulo a los creadores, y existen profesionales experimentados y comprometidos con la cultura de la localidad dispuestos a asumir el mantenimiento de talleres literarios. Pero eso está por venir.

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