La adrenalina a través de la consola

Cachivache
Cachivache Media
Published in
6 min readJun 8, 2016
Imagen: hdwallpapera.com

Por: Iván del Toro Hernández

Las personas se adentran en el mundo de los videojuegos con disímiles motivos. Algunos en la búsqueda de hacer tiempo, otros solo para divertirse con las innumerables propuestas de esta industria. Pero hay quienes se acercan a los videojuegos con deseos más puntuales: ser campeones en un mundial de fútbol, triunfar en la MLB, conducir un Ferrari o un Lamborghini, o para sentir en la espalda la presión de Rossi en un campeonato de Moto GP.

Desde los inicios del universo de los videojuegos se destacó el género de las carreras, pues a partir de la creación de los primeros Ford-T en el lejano año 1908, al ser humano le ha interesado el mundo de la velocidad y de la potencia. Y cuando puedes emular la adrenalina generada por estas competiciones desde la seguridad y confort del hogar gracias al desarrollo tecnológico alcanzado, pues ahí el gamer gritó: ¡Eureka!

Muchos fuimos los que nos inclinábamos de una esquina del sofá a la otra con el mando en las manos para tratar que el coche hiciera giros más cerrados, o que adelantara a los rivales en cada curva, todo en pos de conquistar el primer puesto en cada competición.

Hoy día los videojuegos representativos de los deportes del motor tienen imágenes y gráficos hiperrealistas, efectos climáticos y circuitos de calidad fotográfica que imitan los escenarios de los profesionales de la velocidad casi a la perfección.

La necesidad de videojuegos cada vez más sofisticados ha llegado a tal punto que se han desarrollado equipos en diversas compañías como Nvidia Geforce, Beam NG, Electronic Arts (EA), entre otras, con un único objetivo: perfeccionar las transformaciones que deben sufrir los vehículos ante circunstancias específicas, como son los extensos derrapes en pistas mojadas, la difícil conducción en terrenos con nieve o arena, entre otros.

Space Race (1973), considerado el primer juego de carreras.

Los inicios de los juegos de carrera podemos encontrarlos junto al mismo surgimiento de la industria de las consolas. Entre los pioneros encontramos a Space Race (1973), considerado el primer juego de velocidad donde se corría con naves espaciales. Speed Race (1974), el primero en utilizar coches. Road Race (1976), quien inició el uso de la vista trasera del vehículo. Y Night Driver (1976), la vanguardia de la vista en primera persona.

Asimismo, otros de los que marcaron historia fueron Pole Position (1982) de Atari, uno de los primeros juegos arcade de carreras que contaba con una singular propuesta para disfrutar de un campeonato de Fórmula 1 en una máquina recreativa. Out Run (1986) de SEGA, donde se recrearon mucho mejor los paisajes en 2D mientras conducías un Ferrari Testarossa en un desafío contra el tiempo. Lotus Turbo Challenge (1990) de desarrollado por Magnetic Fields y publicado por Gremlin Graphic, el cual retomó la pantalla dividida para dos jugadores y donde debías tener presente el consumo de combustible y las condiciones climáticas del circuito, las cuales afectaban la conducción.

Otros títulos a destacar son Virtual Racing (1992) de SEGA, el primero con escenarios 3D modernos y una experiencia donde se podía elegir cuatro vistas diferentes (cenital, a media altura, detrás del coche y en primera persona). Need for Speed (1994) de EA, un clásico de realismo famoso por sus persecuciones policiales, la utilización de tráfico en los circuitos y por ser uno de los primeros en tener una introducción de video. Y, por último, Gran Turismo (1997) de PlayStation, primero en utilizar la vibración de los joysticks en choques o frenadas bruscas.

El mundo de las carreras se multiplica con los años, crece mientras ofrece gráficos más realistas, una evolución donde solo la consola y el joystick corren peligro en el camino para convertirse en un profesional del volante. Y es que las herramientas del gamer pueden ser presas de la ira cuando se pierde una competición en el último segundo. Ese sabor desagradable de la derrota solo comienza a desaparecer cuando presionamos “Repetir”, mientras apretamos los dientes, los botones y amenazamos al juego. “Que no se me interponga un carro del tránsito en el camino o…”

Imagen: nintendo.es

Esos constantes “o…” debieron ser la perdición de diversas consolas, sobre todo cuando comenzó la generación de videojuegos como Super Mario Kart (1992), un caso donde la competitividad está por encima de la habilidad con el volante. En este caso con el mando, debido a los diversos poderes (power-ups) de los que pueden hacer uso los personajes.

Estas habilidades agregadas a los vehículos acentuaron las posibilidades de perder una carrera en el último segundo, y por ende, de que nuestros padres se encontraran, inesperadamente, el cable del joystick roto o la consola destrozada. Sin embargo, más allá de las repercusiones, este fue uno de los conceptos (el combate entre vehículos) que encontró la industria de los videojuegos para romper con la monotonía de las competencias.

Uno de los grandes ejemplos de esta alternativa fue Twisted Metal (1995) de PlayStation, el cual era todo un derby de demolición donde se podían usar una gran variedad de armas que se obtenían mediante los power-ups dispersos en los escenarios.

Otra de las vías que encontró la industria de los videojuegos para simular la realidad y conseguir más adeptos fue crear títulos como Formula 1 Sensation (1993) de Konami, donde para terminar la carrera debías parar obligatoriamente en los boxes (pit-in) con el fin de reparar el motor o cambiar los neumáticos. El juego simulaba las competiciones de Fórmula 1 a tal punto que cuando se hacía el pit-in los rivales te podían rebasar, por lo que debías calcular bien cuándo hacerlo.

Un ejemplo más de cómo darle emoción, adrenalina a los juegos sencillos es Road Fighter (1984) de Konami, donde se tenía un duelo particular con el tema del combustible, el cual solo se podía rellenar al pasar por encima de un ítem brillante que había en cada circuito.

Captura de pantala de Gran Turismo (1997).

Sin embargo, el mundo de los videojuegos de carreras no se transformó totalmente hasta la llegada de Gran Turismo (1997) de Sony. Todo un golpe de genio donde había que sacar licencia de conducción para competir, donde existían más de 180 modelos de coches, los cuales podían ser personalizados totalmente a gusto del gamer.

Hoy día la producción de este tipo de videojuegos se ha desarrollado al punto de crear verdaderos simuladores de carreras, que imitan casi a la perfección el rendimiento real de cada modelo, de cada marca, de cada vehículo.

Los deportes del motor y sus mayores representantes cada día estrechan más su relación con el mundo de los gamers. Todo mundial de Moto GP o de Fórmula 1 tiene su propio juego; incluso personalidades de la industria de la velocidad como Jorge Lorenzo, Valentino Rossi, Fernando Alonso, entre otros, lanzan competencias electrónicas a través de las redes sociales donde premian a los ganadores con diversos artículos. Lo cierto es que los videojuegos del motor presionan el acelerador a fondo cuando se trata de crear atmósferas cada vez más reales, ambientes donde los límites entre la realidad y el mundo de los gamers los pone la imaginación.

--

--