¿Qué es un Meme?

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7 min readFeb 22, 2016

Por: Julio Rodríguez

Los memes serían a la cultura lo que los genes al ADN. Son un descubrimiento o al menos un concepto de Richard Dawkins, un tipo muy acertado, por demás uno de los Cuatro Jinetes del Ateísmo. En su libro de 1976 El gen egoísta, controvertido como todo lo suyo, el biólogo inglés postula la existencia de dos entidades “egoístas”: los genes y los memes. Mientras los primeros campean por su respeto en la información genética, los segundos lo harían en las mentes humanas.

Para avanzar en esto último, debemos dedicar un párrafo a la parte biológica de la obra. Allí se propone al “gen egoísta” como unidad de selección evolutiva ¿Qué significa esto? En el marco de las explicaciones darwinianas, todos hemos oído hablar de la lucha entre las especies o entre los individuos, por la sobrevivencia. La alternativa también darwinista de Dawkins es que en último término los contendientes de la batalla no son en realidad las especies, los grupos, o los individuos, sino los genes. Para ilustrarlo de manera simplificada, supóngase que en el ADN de una especie hay un puesto dedicado al tamaño de las piernas, y presúmase además la existencia, en el acervo genético, de dos genes “alelos”, es decir dos candidatos a ocupar dicha plaza: el gen que promueve piernas largas y el gen que las promueve cortas. En la medida en que nazcan más individuos con patas alargadas, habrá ganado el primero. Lo de egoísta viene de que el único sentido de existir de un gen es precisamente vencer en esas guerras, replicarse a costa de sus genes alelos. Si poseer determinada característica concede al animal muchas más posibilidades de sobrevivir –y por tanto de tener hijos– es bastante seguro que el gen promotor de esa cualidad termine prevaleciendo en el acervo genético, eliminando su competencia en el transcurso de muchas generaciones. Es curioso cómo esa actitud individualista puede propiciar altruismos en el reino animal. Hay una alta probabilidad de que cualquier gen presente en un progenitor, también esté en sus hijos. Así pues, los genes influyentes en el comportamiento de una madre, la impulsarán a tomar riesgos, incluso mortales, a favor de su descendencia; a dichos genes no les interesa la sobrevivencia de ella como individuo, solo les importa sobrevivir ellos como genes. Es el nivel inferior determinando las prioridades del nivel superior (a pesar de las habituales letanías del arjonismo filosófico de moda, las explicaciones reduccionistas no son necesariamente erradas).

Y ahora sí, los memes. Como sugerí al comienzo, en tanto la información genética de un ser vivo está compuesta por genes, la información cultural de una persona estará formada por memes. Cualquier rumor, chiste, melodía, moda, acento, neologismo, idioma, refrán, manera de construir pirámides, logro científico, baile, ritual, religión, filosofía, postura política… en definitiva, toda información proclive a ser “copiada” de una mente a otra, es un meme. Lo interesante de estas singulares entidades es por supuesto su analogía con los genes. Para empezar, unos y otros no solo se replican sino que en ocasiones lo hacen con errores, o sea, mutan. Ese automóvil soviético al que todos los cubanos llamamos Moskovich, en realidad se denomina Moskvich, sin la segunda “o” (lo cual puede comprobarse con facilidad leyendo en la parte trasera del vehículo). ¿Cómo fue que terminamos renombrándolo? Posiblemente en los años 70, cuando llegó a nuestro país, decíamos bien su nombre. Pudo bastar una equivocación de alguien al pronunciarlo para que otro al escucharlo asumiera como correcta la nueva versión, y así en lo sucesivo esta terminara propagándose.

Ahora bien ¿cuál es la causa de que nuestra psiquis acepte de tan buen grado la versión incorrecta? Acaso los lingüistas o los psicólogos podrían aclararlo. Lo cierto es que discernir qué específicamente debe poseer una información para convertirse en meme, puede ser difícil. Un compositor cree que su nueva canción ha de pegar, mas esta termina siendo un fracaso. Los creadores la película Casablanca, por su lado, no apostaban un centavo por ella y terminó siendo un éxito. Diríase que nuestras mentes están protegidas por contraseñas bastante indescifrables para nosotros mismos, a pesar de lo cual son penetradas una y otra vez por memes ¿Cómo lo logran? ¿Quién es ese que tan bien nos conoce, que los diseña?

La gracia del darwinismo es precisamente mostrarnos de qué manera cosas que en apariencia han sido diseñadas por alguien muy inteligente, pueden crearse sin que en verdad haya una racionalidad a la cual agradecerlo. Como acabamos de ver, tanto como los genes, los memes se replican y se vuelven a replicar con bastante fidelidad, si bien con ocasionales y azarosos errores de copia. Por demás, están sometidos a una selección que consiste en ser aprobados o desaprobados por nuestras psiquis, como algo que merece o no ser compartido. Cumplen en definitiva la receta de la evolución darwinista. De esta manera, la mayoría de los memes potenciales va a fracasar, pero en este escenario no es sorprendente sino inevitable que otros den en el clavo y terminen descifrando nuestras “contraseñas mentales”.

Téngase la idea de Dios, que sería Jehová de acuerdo con un meme, Alá según determinado meme alelo, etcétera. Algunos biólogos han propuesto que el éxito de las religiones se debe a que la fe en lo divino aporta a la especie humana cierta superioridad adaptativa, alguna ventaja que de alguna forma nos permita reproducirnos más (tal ventaja pudiera ser, por ejemplo, que la religión cohesione a la sociedad). La propuesta de Richard Dawkins, en cambio, es simplemente que Dios es un buen meme, en el sentido de ser una idea psicológicamente atractiva. Creer en Él no habría de conferirnos ningún incremento de nuestra capacidad de reproducción, al igual que con seguridad tampoco nos lo confiere pronunciar Moskovich en lugar de Moskvich. De todos modos es obvio que la condición humana de bicho consciente, cultural y memético, nos ha permitido hasta cierto punto desentendernos de la agenda del ADN. No todo ni mucho menos de lo que hacemos está orientado a multiplicarnos. Mientras la evolución genética nos entregó la pasión por el sexo, la evolución memética, mucho más nueva pero más veloz, nos ha dado el entusiasmo por el condón.

Los memes pueden contener verdades o mentiras. Muchos de ellos no nos dan ni nos quitan; otros, como ese de que llegado el caso hay que morir por la patria, pueden atentar contra nuestra supervivencia individual; y algunos, como el de que debemos lavarnos las manos antes de comer, tienden a favorecerla. El evidente beneficio de atender este último quizás sea la causa de que lo compartamos una y otra vez. Pero a fin de cuentas, al igual que sucede con los virus, el sentido de la existencia de los memes no es beneficiarnos ni perjudicarnos, sino multiplicarse siendo egoístas a la usanza de los genes. Y, similar a lo visto antes, esa suerte de narcisismo básico es capaz de promover altruismo a un nivel superior. Tal sería el caso del meme “haz el bien y no mires a quién”. No hay en esta relación entre niveles ninguna mística holista. Insistamos en que lo bueno del darwinismo es que nos ahorra místicas. Llegados a este punto, debemos aclarar que suponerle a los genes o a los memes una astucia egoísta, es tomarse una licencia poética puesto que, estrictamente hablando, son entidades amorales e inconscientes para las cuales es inevitable propagarse como lo hacen.

Y están desde luego los memes de Internet, que no introducen ninguna modificación esencial a lo planteado. Antes compartíamos los memes conversando, ahora también lo hacemos dando clic. Desde hace un tiempo se ha popularizado la noción según la cual los memes son solo esos posts de Facebook consistentes en una imagen asociada a una frase, que por desgracia suele ser de Paulo Coelho. La idea de que un meme es únicamente eso, resulta ser, no faltaba más, un meme.

En verdad existen desacuerdos en cuanto al alcance de la evolución memética. Daniel Dennett llega al extremo de suponer que en gran medida, poseemos conciencia gracias a los memes. Mientras, Steven Pinker le resta importancia al asunto señalando los casos de muchos memes ─pongamos la Teoría de la Relatividad de Einstein─ que no adquirieron su poder de replicación gracias al darwinismo memético sino por haber sido diseñados conscientemente. Algunos detractores plantean que la analogía entre genes y memes es a lo sumo metafórica, carente de valor epistemológico, explicativo o predictivo. De cualquier manera, lo indudable es que la propia idea del meme, que dicho sea tampoco surgió por evolución memética, ha terminado resultando otro buen meme.

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