The Legend of Zelda: Es peligroso andar solo

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11 min readAug 31, 2016

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Ilustración: Mayo Bous / Cachivache Media

Por: Gabriel Huie Damiani

“Es peligroso andar solo, toma esto”… Simples palabras, pero suficientes para iniciar una leyenda que nos ha acompañado a lo largo de tres décadas. The Legend of Zelda se ha consagrado como uno de los pilares del juego moderno, un patrón a seguir por la industria y una obra inmortal que, como su personaje principal, termina reencarnando una y otra vez en cada generación de consolas para ofrecer a sus fans un ejercicio de ingeniería tan afilado e inquebrantable como la propia espada maestra.

La calidad que ha acompañado a la saga en cada una de sus reincidencias se ha convertido en un sello característico. Ningún Zelda ha empañado el camino, aportando cada uno su peculiar granito de arena en la búsqueda de la perfección jugable. Y como si de la misma Trifuerza se tratase, existen tres entregas que se han elevado al plano superior, a ese olimpo del entretenimiento audiovisual donde solo piezas selectas han sido capaces de permanecer conservando la magia de antaño.

The Legend of Zelda

Pantalla de inicio de The Legend of Zelda. Fuente: youtube.com

El origen, la semilla, el prólogo… sin duda alguna, el mayor valor de la primera entrega radica en su propia existencia. Además, sirvió para consagrar su identidad ante los ojos del público de la época, marcando un camino a transitar por todos los juegos de aventura consiguientes.

Para entender su importancia, debemos remontarnos al ya lejano 1986, donde una joven NES (Nintendo Entertainment System) mantenía un dominio hegemónico del mercado de las consolas caseras. Pocos rivales se mantenían en pie ante tan arrollante empuje; solo Atari, con sus consolas 5200 y 7800, y Sega, con su recién estrenada Master System, podían sustraerle pedazos del pastel.

No era para menos; Nintendo había salvado y revolucionado el sector, fue el Mesías capaz de crear milagros en forma de casetes. A diferencia de su competencia, la compañía entendió la necesidad de imprimirle a las obras calidad y renovación, en lugar de priorizar la creación de una multitud de facturas mediocres. Creaciones como Mario, Metroid, Excibite y Donkey Kong se erigieron como directrices en sus respectivos géneros. En el caso específico de la aventura, Zelda solo poseía un “precursor espiritual”, Adventure, de la Atari 2600, y este apenas había recorrido un pequeño sendero.

En la plena década de los 80, todas la miradas se encontraban hacia el futuro y el avance tecnológico, en parte gracias a grandes películas como Star Wars, Alien, Terminator o Blade Runner. Pocos creían que un mundo de magia y espada tuviera un impacto sobre la audiencia y por ende, fuera de interés comercial. Ni siquiera su propio creador, Shigeru Miyamoto, pensaba que la hoja que se hallaba fraguando sería del agrado de la mayoría. Por suerte, el juego no solo fue comercialmente rentable, sino que se convirtió en una de las marcas más representativas de la compañía hasta el día de hoy.

Captura de pantalla de The Legend of Zelda. Fuente: www.hobbyconsolas.com

The Legend of Zelda fue el primer título en una videoconsola que les permitió a los usuarios salvar la partida para retomarla en cualquier ocasión. Esto fue posible por la integración en el soporte de una pila de litio, toda una novedad en la época. Y menos mal, ya que el tamaño y expansión del primer mundo del universo zelderiano se adelantaba por más de 10 años a su tiempo. Por primera vez fuimos capaces de perdernos en campos, montañas y ríos; explorar libremente cada rincón del escenario y resolver puzles en vez de únicamente recorrer pantallas y niveles limitados en los cuales debías aniquilar enemigos o llegar al final de una sola vez.

Aquel primer encuentro incluso nos permitía resolver los templos en el orden que quisiéramos, ganando en libertad, a costa de un notable incremento en la dificultad. De igual forma, aparecieron los múltiples objetos a lo largo de una aventura: el bumerán, las bombas, el arco y la flecha; todos ellos, por primera vez, con un uso particular más allá del combate. Aunque hoy nos puede parecer sencillo, en la época era toda una novedad debido a que nadie estaba acostumbrado a un juego con estas características.

En términos narrativos es una entrega crepuscular, casi post-apocalíptica, con un Ganon, el antagonista principal, que revive en busca de la trifuerza. Todos los elementos característicos de la saga tienen allí su origen, y quizás por esto es que muchos críticos ven a este capítulo como un juego inacabado, un experimento que combina todas las ideas de su creador Miyamoto pero que no está tan pulido como las entregas posteriores. Aun así, sería un pecado restarle la importancia e impacto que supuso su concepción.

The Legend of Zelda: A Link to the Past

Pantalla de inicio de The Legend of Zelda: A Link to the Past. Fuente: ermapashitogamer.wordpress.com.

Después de una segunda entrega más orientada a la acción, con mayor énfasis en el combate y utilizando puntos de experiencia a la manera de Final Fantasy, el tercer intento fue un combinación de sus predecesores y tuvo un gran peso en el devenir de la compañía.

El éxito obtenido anteriormente había convertido a la saga en una de sus mejores apuestas para captar nuevos reclutas con su estrenada consola Super Nintendo, y es que los tiempos ya no eran los mismos de la osada NES. Nintendo, confiada en su imperio, quiso alargar el tiempo de vida de su corona y dejó a sus rivales mover fichas durante casi dos largos años antes de lanzar su nueva propuesta. En Japón veían como la NEC de Hudson se comía parte de las tierras conquistadas, en buena parte gracias a los simuladores de citas eróticas (que Nintendo nunca ha permitido en ninguna de sus consolas), y en el resto del mundo, la flamante Sega Génesis (o Megadrive en Europa) atacaba todos sus flancos con la nueva mascota de la compañía, el erizo Sonic, capaz de mirar de frente al famoso fontanero italiano.

Para revertir esta situación, la compañía echó toda la carne al asador y en 1991 estrenó su propuesta con títulos del calibre de Super Mario Wold, F-Zero, Pilot Wings y por supuesto, una nueva entrega de su saga de rol preferida.

A Link to the Past es, para los más puristas, la mejor entrega de todas. La explicación a este criterio hay que buscarla en la pulida reinterpretación del universo, la combinación de mecánicas y de esquemas jugables en la franquicia que apenas se han modificado en la posterioridad, así como el equilibrio perfecto entre la acción, la exploración y la resolución de enigmas. También llamó particularmente la atención el balance en la dificultad global de la partida. Aquí se eliminó de golpe el prueba y ensayo utilizado en sus predecesores, y se apostó más por un diseño de escenarios que daba pequeños fragmentos de lo que se debía hacer a continuación; guiando en todo momento al jugador pero sin ponérselo en bandeja de plata, y gratificando la indagación y la destreza con los mandos.

Mapa de The Legend of Zelda: A Link to the Past. Fuente: equipowarez.blogspot.com

A Link to the Past fue el primer Zelda en tener dos mundos paralelos, similares a la vez pero diferentes, a los que Link podía viajar. Precisamente este elemento tuvo una repercusión muy grande en la parte jugable, al permitirle al personaje viajar entre uno y otro universo con total libertad. Esto también tuvo importantes consecuencias en la historia, debido a que la entrega es en realidad una precuela de sus predecesores. Así los jugadores nos informamos acerca de la reencarnación continua de los protagonistas, y de su lucha eterna cada 100 años, y de la existencia de varios mundos paralelos en la saga. En resumen, se nos cuenta cómo el anterior héroe fracasó en su intento de detener a Ganon, y que la familia real, junto a las sacerdotisas, tuvieron que encerrar al villano en el mundo sagrado de la Luz para evitar la destrucción y el caos. Esto causó que con el devenir de los años, nuestro antagonista corrompiera en su totalidad su cárcel y retornara con mayor fuerza al reino de Hyrule.

Aquí la banda sonora comenzó a formar parte esencial del juego. Aunque desde el primer capítulo se podían percibir los esfuerzos para ello, no sería hasta este episodio que la música se integraría con fuerza en el ADN zelderiano; y es que las melodías del famoso compositor Koji Kondo –creador de la mayoría de los temas clásicos de sagas nintenderas como Mario, Star Fox (y, como curiosidad, del anime One Piece) — contenían los ingredientes necesarios para convertirse en la cumbre del género.

The Legend of Zelda: Ocarine of Time

Portada de The Legend of Zelda: Ocarine of Time. Fuente: www.gamertide.com.

Hablar de Ocarine of Time supone un desafío para cualquier aficionado a este mundillo. Y no precisamente por su tan extendida fama, ni a causa de sus fans incondicionales que lo defienden como abejas enfurecidas al panal, ni siquiera porque sobran las palabras o elogios ante tal obra maestra. No, nada de eso, Ocarine of Time es ese punto de inflexión que marcó a la industria, el juego que elevó los estándares de un ocio que ¿era? incomprendido, criticado y marginado por la sociedad. Con la llegada de este, la delgada línea que separa(ba) a los videojuegos de las verdaderas obras de artes fue puesta en duda incluso por los detractores de esta forma del entretenimiento.

No hay, ni habrá un título que sea capaz de volver a lograr lo obtenido por Ocarine of Time. En la actualidad –donde la masificación ha alcanzado a los videojuegos y a las compañías les importa cada vez más la rentabilidad y menos la originalidad en una producción– es difícil que se produzca un título semejante, que rompa sin miedos las fronteras de lo conocido y con un nivel de acabado tan exquisito que el propio jugador es capaz de percibir el cuidado en el diseño.

Nuevamente, la misión de nuestro héroe fue más allá de rescatar a su damisela y vencer a la oscuridad. Nintendo volvió a confiarse de la fama conseguida por su mimada SNES y dejó –probando que el ser humano es el único que tropieza con la misma piedra dos veces– a su competencia adelantarse en materia de hardware. Sega atacó con su Saturn, pero no sería esta vez el rival de la compañía del elfo. Ese puesto estaba reservado para Sony y su propuesta: PlayStation.

Un chisme: el proyecto se inició con la colaboración entre ambas compañías y, debido a desacuerdos económicos, Nintendo terminó rechazando la propuesta del gigante electrónico asiático. Este, con el corazón roto, juró vengarse en su propio campo. Y si bien la Sony nunca pensó que esto fuera a ir más allá de una pequeña rabieta, la jugada le sorprendió tanto (económicamente hablando) que hasta fue capaz de arrebatarle una empresa que hasta ese entonces había tenido un romance total con Nintendo: Square Soft, creadora de los Final Fantasy, que mudó su propuesta –el siempre sobrevalorado FF VII– al nuevo dispositivo. Nintendo se vio obligada a responder con toda la artillería pesada y probar la superioridad gráfica de su consola y, por supuesto, nuevamente Zelda junto a Mario 64 serían sus abanderados.

Ocarine of Time iluminó una vez más el sendero a seguir por su género, solo que esta vez bajo la estela del 3D. El paso de píxel al polígono le sentó tan bien, a diferencia de muchas otras obras que perecieron en este proceso, que parecía nacido para este nuevo universo. La recreación de los personajes, bosques, ciudades y parajes llegaron a un nuevo peldaño, mientras que los esquemas jugables se adelantaron varios años en su propuesta, tal y como lo hizo la primera entrega.

Captura de pantalla de una batalla en The Legend of Zelda: Ocarine of Time. Fuente: en.wikipedia.com.

Madurez, eso es lo que reflejaba cada gota del extenso mar que compone la obra: una historia seria, bastante más oscura que sus predecesoras y que vuelve a estar ubicada cronológicamente antes que éstas, con personajes entrañables aparte de los tres protagonistas clásicos. Además, el juego contó con un muy depurado mundo abierto, fraccionado por cuestiones tecnológicas en pequeñas áreas, pero rebosantes estas de secretos, nuevos senderos que descubrir y enemigos impresionantes, no solo por su tamaño sino también por su diseño.

Por si fuera poco, el juego nos regaló una banda sonora difícilmente superable, con temas tan impactantes como el del valle de Gerudo, el terreno de Hyrule o la melodía del tiempo, que destacaba en el producto al tener una influencia al interior del videojuego.

Ocarine of Time es también el verso más trascendental y complejo en la poesía cronológica que es la saga. Las causas son los quiebres temporales que provoca el uso de la ocarina por parte del protagonista, lo que desencadena la apertura de tres rutas paralelas en la obra del señor Miyamoto. La primera línea sería cuando Link vence a Ganon en su etapa adulta y la paz reina en Hyrule. La segunda la tendríamos en el Link pequeño, ya que al crecer y derrotar a Ganon en el futuro, esto altera los eventos del pasado, por lo que el héroe no tiene que enfrentarlo en su versión infantil. Y por último, quizás la más interesante de todas, está la línea donde Link es derrotado y muere a manos de su antagonista. Así de enredado como suena. Peliagudo hasta para el mayor fan, ubicar cada título en su posición exacta tras esta discordia temporal, lleva un nuevo artículo, así que dejémoslo ahí por esta vez.

Regresando al futuro

Zelda es probablemente la saga de videojuegos más aclamada por la crítica especializada y los usuarios, quienes reiteran sin temor su posición al respecto. Jugar hoy día cualquiera de sus entregas produce las mismas emociones de antaño. Han envejecido de forma impecable y todo aquel que los probó en su tiempo conoce la dicha y el despojo que significaba sumergirse en ellos, no importa si eras un niño y tratabas de figurarte cómo superar cada enigma, o un joven que se encandiló con ella, o incluso un veterano que no entiende cómo se ha quedado atascado pese a su experiencia.

Cada una de las entregas es capaz de sorprender, de convertir la frustración en alegría y de hacerte crecer mientras controlas los destinos de su protagonista. Zelda es un capítulo necesario en la industria, un giro de tuerca sin el que es difícil imaginarse cualquier saga contemporánea. Es, en resumen, la más perfecta senda que todo jugador debiera recorrer para denominarse un verdadero gamer.

Bonus track

Aquí les dejamos una hermosa línea del tiempo preparada por The Verge en la que se puede repasar todas las entregas de la saga.

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