Un viejo almacén de historias llamado Neil Gaiman

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11 min readOct 12, 2016
Imagen: wallpaperscraft.com

Por Rafael Grillo

Las ficciones no son sino sueños congelados.

Neil Gaiman

La Ariadna que conocía era lectora de García Márquez, oía a Joaquín Sabina y la Nueva Trova, y tenía el cabello largo color de oro. Del viaje ha vuelto distinta y lleva ahora el pelo picoteado y teñido de negro, sus ojos oscuros rodeados por una sombra lóbrega, escucha heavy metal y ha pegado en la pared un poster de Alice Cooper.

Me fijo bien, y no… El cartel no alude directamente al rockero provocador de Love it to Death y Welcome to My Nightmare; en realidad anuncia un cómic nombrado La última tentación de Alice Cooper, que Neil Gaiman escribe y Michael Zulli dibuja. Me da gracia, para mis adentros, pero no me atrevo a hacerle el reproche a mi amiga. Recuerdo cuando yo era “un chama”, allá por los setentas, y perseguía los viernes la salida del semanario Pionero, para leer versiones en historieta de las novelas Los conquistadores del fuego y El libro de la selva. Después, como la mayoría de la gente, crecí pensando que los cómics eran sólo cosas de niños.

Ella se percata de mi incredulidad y dice: “Toma esto, tonto, ¡y cuídamelo!, costó carísimo”. Ha puesto en mis manos un álbum voluminoso, de tapas duras, impreso por Norma Editorial recientemente –la fecha de esta anécdota es 2002 y la publicación era de 2001–. Veo un sello que aclara COLECCIÓN VÉRTIGO. PARA LECTORES ADULTOS; leo el título The Sandman. La casa de muñecas; miro que en la portada de vistosos colores hay un rostro asimétrico y compuesto a retazos, la imagen en collage de una babydoll tan hermosa como siniestra. Advierte Ariadna: “Es una novela gráfica… Te juro que en el último año no he podido leer nada que no sea hecho por este tipo”.

El tipo es NEIL GAIMAN: así, con grandes mayúsculas, inscrito en la carátula. Debajo leo: “Introducción de Clive Barker”. A ese sí le conozco, el autor de los inquietantes Libros de sangre, y busco sus palabras: “(Neil) construye historias del modo en que un cocinero enajenado haría tartas nupciales, capa tras capa, escondiendo todo lo dulce y lo amargo en la mezcla”. La descripción es excéntrica pero también inspiradora. Paso páginas hasta que aparece la primera viñeta. El son de sus alas se llama el episodio; al fondo sale un Arco de Triunfo, hay palomas que revolotean y un muchacho que les da de comer. De expresión reflexiva y sombría, él es delgadísimo, de pelo largo y oscuro: se parece a mí, pienso. Se le acerca una chica, de pelo picoteado y muy negro, ojos delineados: se parece a Ariadna, pienso. Ellos se llaman Morfeo y Muerte, y son hermanos, y quedo prendido del diálogo que entablan.

Pero mi amiga me interrumpe: “Oye, atiéndeme a mí, después sigues leyendo…” A estas alturas, ella todavía no sabe lo que me ha hecho. No puede saber que me ha enredado en el ovillo de una telaraña tejida a base de ritos mágicos y arcanas mitologías, un absorbente universo narrativo del que no podré salir (tal y como le ocurrió a ella) en todo el año siguiente.

Para rematar, Ariadna anota algo en una hojita amarilla y me dice: “Ese es el volumen dos, el único que tengo… Si te quedas con ganas, tú que tienes internet, entra ahí –hay una dirección web en el papelito–, es un sitio pirata hecho por fans, te puedes descargar el resto”.

Imagen: flickeringmyth.com

Y así lo hice. Bajé completo The Sandman, publicado originalmente por el sello Vértigo de DC Comics en 75 números entre 1988 y 1996, y luego recopilado en diez novelas gráficas que compactan sus distintos arcos argumentales: Preludios y nocturnos (I), La casa de muñecas (II), País de sueños (III), Estación de tinieblas (IV), Un juego de ti (V), Fábulas y reflejos (VI), Vidas breves (VII), El fin de los mundos (VIII), Las benévolas (IX) y El velatorio (X). También varios de los números especiales: La canción de Orfeo, Muerte, lo mejor de tu vida.

Además de a su opus magnum, accedí a la mentada La última tentación…, que resultó una colaboración de Gaiman para el álbum conceptual The last temptation (1996), de Alice Cooper; y a El día que cambié a mi padre por dos peces de colores (1997), pieza híbrida entre historieta y cuento infantil ilustrado, donde Neil contó con la sobresaliente ayuda de Dave McKean (el mismo portadista de Sandman).

Como si el Hado de los griegos antiguos hubiese puesto en mi camino a la mismísima hija de Minos y Pasifae, la guía de Teseo en el laberinto del Minotauro, así Ariadna me entregaba la punta del hilo para atravesar el cosmos inaudito del Señor de los Sueños –indistintamente el Morfeo de los helenos; y El Arenero (Sand-Arena y Man-Hombre) del folclor celta, que esparce su polvillo en los ojos y obliga a soñar.

Al tiempo que me reconciliaba con la afición relegada desde la adolescencia, el apetito se me fue abriendo hasta propiciar el hallazgo de otras figuras que en el filón dorado de los ochenta trastornaron el paisaje de la industria del comic, como los casos del británico Alan Moore (V de Vendetta, Watchmen, From Hell), el irlandés Garth Ennis (Preacher) y el estadounidense Frank Miller (Batman: El Regreso del Caballero Oscuro, Sin City).

Después me llegó la hora de descubrir a un Gaiman no sólo guionista de cómics, sino también autor de estupendas obras literarias, muchas de ellas trasladadas al cine. Por mencionar algunas: Buenos presagios (su primera, de 1990, a cuatro manos con Terry Pratchett, el creador del célebre Mundodisco); Stardust (1999), Coraline (2002), El libro del cementerio (2008) y La joven durmiente y el huso (2013).

Se dice que entre los lauros ganados con sus cómics (según las estadísticas es el más premiado en esa industria) y los obtenidos por sus novelas, probablemente no exista autor vivo con semejante acogida por la crítica, y que esta discurra pareja con el favoritismo del amplio público. Valga señalar, por ejemplo, que Un sueño de una noche de verano (episodio compilado en un País de sueños) es el primer y único cómic que le ha arrebatado a la Literatura el World Fantazy Prize (1991). Un crítico en The Washington Post escribió: “Cualquier persona a la que le guste la innovación en la ficción de hoy en día debería leer las obras de Gaiman”. Otro, en The Times, se propasó en el elogio al exigir que The Sandman tenía que ser leído por toda persona con más de dos dedos de frente y sentenciar: “Es el cómic más sobresaliente de los 90. De hecho, es la mejor narración fantástica de la década”.

Contrario a lo que cabría suponer por su éxito definitivo, el camino de The Sandman no fue precisamente un lecho de rosas. A la manera de un making off, hagamos algo de historia…

Nacido en Worcester, Inglaterra, en 1960, cuando mediaban los 80 era Neil Gaiman un joven periodista con el encargo de entrevistar a su compatriota Alan Moore, guionista de cómics, apuntalado ya por un título de culto, V de Vendetta (1982), y el reclutamiento por la poderosa editorial estadunidense DC para revivir La Cosa del Pantano (Swamp Thing).

Aquel contacto despertó una añeja pasión y, encima, se le dio la feliz coincidencia de trabar relación por entonces con el coetáneo Dave McKean, dibujante de excepcional talento. El dúo concibió Casos violentos, que llamaría la atención de Karen Berger, editora ejecutiva de DC, y esta (con algún empuje de Moore) les dio luz verde para su lanzamiento en el mercado norteamericano mediante Orquídea negra.

Pero los planes de Berger eran más ambiciosos y, según ella misma, Neil le parecía todavía un “primerizo”. La DC (y también su competidora Marvel) andaban muy de capa caída por el declive comercial de sus superhéroes ante un público subyugado por el realismo y el desparpajo de Robert Crumb, Gilbert Shelton y todo el movimiento underground, y había planeado el desembarco en Inglaterra con el propósito de hacerse de savia original. Cuando se encontraron en un restaurante del Soho londinense, la editora aclaró que no le interesaba el reboot de un héroe clásico de la compañía. “Crea un nuevo personaje. Alguien nunca visto antes”, pidió a Neil y le puso una segunda gran exigencia: adaptarse al ritmo productivo de un capítulo mensual.

Gaiman le esbozó el proyecto que tenía en mente, y aunque “aquello” no cumplía sus “expectativas iniciales” y temió se convirtiera en otro “típico título de horror/fantasía serie B”, Karen le dejó hacer.

Años después, la Berger tendría que revelar que The Sandman “se convirtió en algo que jamás habría imaginado: una de las mejores obras en cómic producidas jamás” y con un número de mujeres lectoras nunca visto (ni antes ni después). Entonces no le quedó más remedio que declarar: “si hay algo que se debe aprender de las propias expectativas, es que es maravilloso que te hayas equivocado”; y reconoció que la popularidad de la obra de Gaiman fue la piedra de toque para la fundación de Vértigo, sello alternativo de DC que convertiría al cómic industrial, ya para siempre, en producto atractivo para el público adulto.

Es justo esclarecer que el nerviosismo era mutuo. Neil tampoco “estaba seguro de si sería capaz” de parir un episodio cada mes; y cuando ha vuelto a leer las primeras historias, “a muchas de ellas las encuentro un poco torpes”, confiesa; pero agrega: “ahí se sembraron las semillas de todo lo que vendría más adelante… que fue mucho”.

Imagen: modogeeks.com

En las introducciones respectivas que cada cual escribió para la salida de Preludios y nocturnos (primer tomo en forma de novela gráfica), se pone de manifiesto que ambos coinciden, además, en que “el punto de inflexión fue el №8, El son de sus alas” (obertura de La casa de muñecas, libro segundo). Berger explica: “No se debía únicamente a la aparición de la adorable pero inevitablemente pragmática Muerte. Era el elemento de humanidad y de relaciones interpersonales que comenzaba a adivinarse en el trabajo de Neil, que poco a poco fue refinando su habilidad y desarrolló progresivamente su concepto inicial y lo expandió de manera que creó varias historias ‘clásicas’ modernas realmente inolvidables”.

No es fácil resumir el extenso argumento de Sandman. Al comienzo, su protagonista es atrapado por los conjuros malvados de un millonario inescrupuloso; y la prisión del Rey de los Sueños desata en la humanidad una plaga misteriosa por la que miles de niños se duermen y no logran despertar. Setenta años después Morfeo logra liberarse y consulta a las Hécates para localizar sus herramientas de poder que le fueron arrebatadas.

Recibirá ayuda del detective de lo sobrenatural, John Constantine (un homenaje a Moore y su personaje introducido en Swamp Thing y revitalizado por Jamie Delano en Hellblazer) para recuperar su Bolsa de Arena. El Yelmo tendrá que ganárselo en batalla a un demonio en el mismísimo Infierno; y el Rubí habrá de arrancárselo de las manos al peligroso John Dee, un loco con habilidad para las artes ocultas. Vencidas estas pruebas; le tocará enfrentar al Vórtice que ha aprovechado la ausencia de su soberano para desvencijar el Reino de los Sueños. Pero esto es sólo el Principio…

En los siguientes relatos se conocerá a sus entrañables ayudantes: el grajo Mathew y Julien, guardián de una biblioteca de libros soñados y nunca escritos. Se develará que Dream (Sueño) es apenas uno de los Eternos, hueste de siete hermanos que portan todos la letra D en el nombre: Death (Muerte), Desire (Deseo), Destiny, (Destino), Destruction (Destrucción), Despair (Desespero) y Delirium (Delirio). Se nos informará del pacto fáustico sellado entre el gran William Shakespeare y Sandman, que concluirá solamente el día en que el dramaturgo ponga punto final a La Tempestad. Se sabrá del tenso drama filial entre el Señor de los Sueños y su hijo Orfeo, y del trágico desenlace. Tendremos noticia de las andanzas de Morfeo en cualquier época y lugar: de la Francia de Robespierre y el período Termidor a la Roma de los Emperadores; de sus pasos al lado de Harún al-Rashid, califa de Las mil y una noches; de Abel y Caín y las tres esposas de Adán, del viajero Marco Polo y de Joshua A. Norton, el único y falso Emperador de los Estados Unidos. Habrá otro encuentro con Lucifer, duelos de capa y espada y una travesía en barco amenazada por un monstruo marino…

No en balde Stephen King asegura que Neil es “un viejo almacén repleto de historias”. Alrededor de una línea argumental cuyos episodios sucesivos tienden a mostrar la sorprendente evolución del protagonista, desde su inicial frialdad hasta la calidez cuasi humana exhibida en el desenlace de El velatorio, amontona Gaiman a figuras históricas y personajes de la imaginación, a fábulas de los cinco continentes, mitologías antiguas, parábolas religiosas, supersticiones y folclore local, a anónimos cuentos de hadas y citas de conocidas fuentes literarias. The Sandman tiene la estructura de un “centón” narrativo vigoroso y bien entretejido, donde la infinidad de “cajas chinas” (o “muñecas rusas”) enterradas contribuyen a darle una opulencia “a la vez maravillosa y algo intimidadora” (al decir del autor de El Resplandor).

El “Rey del Terror” escribiría en su prólogo para El fin de los mundos (volumen VIII) que: “En las portadas originales de cada número de Sandman aparece la frase RECOMENDADO PARA LECTORES ADULTOS, y yo me atrevo a afirmar que eso no significa que estén llenos de sangre, sexo y palabras malsonantes (aunque sí se encuentra algo de todas esas cosas, gracias a los cielos); significa que si no eres lo bastante mayor como para mascar este material insólito, puede que lo mejor sea que vuelvas con Spider Man y la Patrulla X por un tiempo”.

Y para confirmar que King ha caído rendido a los pies de Gaiman, él afirma que sus historias “son prácticamente joyceanas. O proustianas”, que “es narración al nivel practicado por Raymond Carver, Joyce Carol Oates o John Fowles”.

Lo cual parecería una exageración si no viniera a reforzarlo un Harlan Ellison (Premio Hugo de 1968 y el editor de Visiones Peligrosas, celebérrima antología de Sci-Fi) con las reflexiones expuestas en sus palabras de presentación al libro IV, Estación de tinieblas. Ellison concluye: “La excelencia contenida en The Sandman, ha convertido en muy dolorosa, para mucha gente, la mediocridad del mundo. ¿Y cómo sabemos que Gaiman ha logrado la excelencia? Lo sabemos por algo que escribió Susan Sontag. Dijo: “El arte de verdad tiene la capacidad de ponernos nerviosos””.

La sensación que nos deja la obra de Gaiman es comparable a la producida por J.R.R. Tolkien. Aunque sepamos que El Señor de los Anillos es una novela del género Fantasía Heroica, presentimos también que es algo más. Con The Sandman disfrutamos de una historieta, nos entretenemos, pero nos asiste además la impresión de que estamos ante una pieza importante, de las que se quedan sembradas en la memoria de los lectores y en las evocaciones de la historia artística.

Tolkien mismo –en entre los autores favoritos de Gaiman, por cierto, junto a C.S. Lewis, Chesterton, Poe y Kipling– enarboló una noción para defender la literatura propia y que daría título a un poema suyo de 1931: Mitopoeia, “generadora de mitos” en griego, una palabra perfectamente aplicable a The Sandman.

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