Amenaza doméstica

Europa ha descubierto que la más brutal amenaza a la democracia se encuentra en el corazón de sus sociedades: el terrorismo de derecha.

Camilo Jiménez Santofimio
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3 min readMay 24, 2016

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Anders Breivik tras su captura — Image: TV caption
  • Publicado el 17 de diciembre de 2011 en la edición 1546 de la revista Semana
  • Por Camilo Jiménez Santofimio

En varios lugares de la Tierra, el año 2011 estuvo marcado por el progreso. El mundo árabe vivió una revolución democrática que tumbó dictadores y tiene a otros cerca del fin. China siguió cabalgando hacia una hegemonía militar y financiera. Y América Latina vivió desarrollos políticos y económicos que hicieron de la región un robusto actor de la arena global. Pero Europa llega a este fin de año con amargura, pues, a diferencia del resto del planeta, el Viejo Continente experimentó un retroceso: el renacimiento del terrorismo de derecha.

Con más contundencia que en años anteriores, en 2011 los europeos presenciaron el estallido de una ola de odio islamófobo, xenófobo y antiizquierdista. La ultraderecha desenfundó sus armas para librar una batalla con la que quiere ponerle fin al ánimo ilustrado y progresista de Occidente. Ese mismo espíritu que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, ha hecho de Europa un modelo de tolerancia y diversidad cultural.

En agosto, Anders Breivik, un noruego de 32 años, detonó un carro bomba en el centro de Oslo, mató a ocho personas y, acto seguido, masacró a 69 más en una isla cercana. En noviembre, Alemania fue sorprendida por un grupo de jóvenes neonazis que, durante 13 años, asesinaron, pusieron bombas y aterrorizaron a la sociedad desde la clandestinidad. Y el martes de la semana pasada, como para clausurar este año negro, un nacionalista italiano descendió de su carro en la Piazza Dalmazia de Florencia, se dirigió a un grupo de vendedores ambulantes africanos y los acribilló.

¿De dónde viene tanta violencia? El nuevo terrorismo de derecha europeo ha dejado docenas de muertos, cientos de heridos y una sociedad intimidada. La brutalidad de los crímenes ha producido arrestos y promesas políticas. Y ha generado reacciones de la justicia que ya empiezan a echar luz sobre los motivos. Los responsables materiales no provienen de Oriente Medio, sino del corazón de la sociedad. Son jóvenes blancos en su mayoría, de cabello claro, de clase media y educados. Y actúan no solo por razones subjetivas (Breivik acaba de ser declarado ‘enfermo mental’), sino porque están convencidos de que es necesario luchar contra una supuesta expansión del islam y el multiculturalismo en el continente.

Una verdad impactante es que los lemas de los jóvenes soldados de esta supuesta lucha por la salvación de Europa no están muy lejos de las tendencias políticas de la región. Desde hace algunos años, se observa un fortalecimiento del populismo nacionalista en varias naciones. Discursos incendiarios de prominentes derechistas como el holandés Geert Wilders, la francesa Marine Le Pen o de los miembros del Partido Nacionaldemócrata Alemán (NPD, por su sigla en alemán) se han convertido, por acción u omisión, en un impulso del pensamiento terrorista. Sectores conservadores de la prensa han servido de trampolín para opiniones polémicas y agresivas hacia inmigrantes e izquierdistas. E incluso demócratas moderados de la talla del francés Nicolas Sarkozy, la alemana Angela Merkel y el británico David Cameron han sido responsables de declaraciones públicas y de decisiones políticas que solo han ayudado a atizar el conflicto.

Imbuido en la polémica idea de que la incursión del fundamentalismo islámico y las olas de migrantes globales darán al traste con las costumbres nacionales y con el orden establecido, el continente ha dado pasos hacia atrás en 2011. De esta manera, no extraña que, tras los actos sangrientos en Noruega y Alemania, analistas e investigadores hayan llegado a la conclusión de que actores estatales subestimaron, toleraron o incluso apoyaron el resurgimiento del terrorismo de derecha. Un monstruo que, tras el fin del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, se creía desaparecido en Europa.

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