Colombia enredada

En diez años, las redes sociales le cambiaron la cara al país. En este informe especial, SEMANA explora el impacto de esta revolución. #ColombiaEnredada

Camilo Jiménez Santofimio
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19 min readNov 24, 2016

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  • Publicado el 10 de enero de 2015 en la edición 1706 de Semana
  • Por Camilo Jiménez Santofimio (editor)

Las redes sociales han transformado la vida de los habitantes del planeta, y Colombia no ha sido la excepción. Cada vez que los colombianos se conectan a internet, dos de cada tres lo hacen para usar Twitter, Instagram o Facebook, o para interactuar con otros a través de WhatsApp. Facebook registra 22 millones de usuarios en el país, 60 por ciento de los cuales revisan varias veces al día lo que allí sucede. Twitter tiene 17 millones, especialmente en las grandes ciudades y las regiones del norte, centro y suroccidente de Colombia. Allí redactan mensajes de 140 caracteres, comparten lo que otros escriben y discuten sobre lo que les interesa: desde las trivialidades de la vida cotidiana, hasta el proceso de paz en La Habana. La cobertura de internet en las regiones y un gusto específico del colombiano por las dinámicas del mundo digital han puesto al país en el séptimo puesto del escalafón de las diez naciones del mundo más activas en las redes sociales.

Estos desarrollos han transformado a la sociedad colombiana. En los poco más de diez años que lleva la revolución de las redes sociales –la fundación de Facebook en 2004 marca su nacimiento–, la vida política, cultural, social y económica del país ha cambiado, en parte gracias a las libertades, la velocidad y las posibilidades técnicas que ofrece. La política ha trasladado sus micrófonos y buena parte de sus proyectos, sus iniciativas e, incluso, sus peleas a Twitter, donde personajes como el senador Álvaro Uribe o el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, sobresalen al atraer masas, expresar críticas y denunciar sin pasar por el filtro de la prensa y en conexión directa con la gente.

A la vez, los habitantes del país ya saben que, en el mundo digital, no son simples espectadores del poder, sino que pueden hablar en público, tomar decisiones y generar cambios. Esta libertad de expresión digital ha desembocado en no pocos casos en insultos, matoneo y difusión de mentiras. Y esto ha hecho pensar a muchos que las redes sociales, más que un ágora del mundo moderno, son una cloaca de insultos y difamaciones. En todo caso, uno de los primeros hitos mundiales de cómo las redes dan voz a la gente lo vivieron los colombianos en enero de 2008, cuando en Facebook apareció un grupo llamado Un millón de voces contra las Farc, que en pocas semanas llevó a 6 millones de personas a protestar contra esa guerrilla. Ese día, el país vivió la fuerza de las redes sociales y entendió que había entrado a una nueva era.

En este nuevo mundo la economía también es distinta. Las grandes empresas han ajustado sus modelos a las reglas digitales. Hoy están en las redes sociales, interactúan con la gente y generan millonarias ventas mediante sus plataformas. Ese avance se debe, en parte, al empeño de algunos jóvenes que se aventuraron a abrir empresas de comercio electrónico o crear aplicaciones móviles que cambiaron la forma de hacer negocios y ofrecer servicios tan básicos como solicitar un taxi o pedir una pizza a domicilio.

Por último, las redes sociales también han cambiado la vida íntima de las personas. Les han dado nuevas herramientas y plataformas para mantenerse en contacto con gente alrededor del mundo, cultivar amistades, encontrar una pareja o simplemente un amor pasajero. De cierta forma, el mundo digital es hoy un nuevo vecindario donde la gente puede, sobre todo, decir y hacer lo que siente en total libertad. En esta década pasada, para bien y para mal, las redes sociales han enredado a Colombia.

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La tuitpolítica

La red social Twitter se convirtió en Colombia en una arena política virtual donde el gobierno actúa, la oposición critica, los analistas opinan, la guerrilla habla, los ciudadanos se quejan y los insultos y mentiras vuelan por doquier.

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La política es una de las actividades que ha sufrido una transformación más profunda ante la irrupción de las redes sociales. Diez años después de la llegada de Facebook y cinco de Twitter, el ejercicio político en Colombia no es el mismo. Los cambios se han experimentado en los más variados frentes: la gestión del gobierno, las críticas de la oposición, el periodismo político, el manejo de las campañas electorales y la interacción con el ciudadano. Pero ese mundo digital de memes y hashtags también ha degradado la discusión pública con su andanada imparable de ofensas y la difusión de calumnias y montajes.

El dilema sobre la ‘tuit-política’ se mantiene: ¿es Twitter el ágora democrática donde cualquier usuario puede interpelar a sus gobernantes sin intermediarios o la cloaca donde tienen eco los odios y los prejuicios más acendrados de la sociedad? Más allá de una respuesta única a este interrogante, la red del pájaro azul se ha convertido hoy en una arena paralela donde se discuten los temas urgentes del país con tanta o mayor intensidad que en el Congreso, los medios de comunicación tradicionales, la plaza pública o las aulas académicas.

Una de las primeras muestras del impacto de las redes sociales en la política fue la convocatoria de la marcha de Un millón de voces contra las Farc del 4 de febrero de 2008. Esta iniciativa, surgida desde la plataforma Facebook y liderada por personas comunes y corrientes, movilizó a cientos de miles de colombianos en más de un centenar de ciudades del mundo. La marcha del 4F fue el abrebocas de lo que hoy es pan de cada día: los usuarios aprovechan las redes para impulsar banderas que más tarde son abordadas por los líderes políticos.

También Facebook protagonizó la campaña presidencial de 2010. Un soporte fundamental de la llamada ‘ola verde’ que protagonizó Antanas Mockus fueron los círculos de amigos de la red creada por Mark Zuckerberg. La campaña del exalcalde de Bogotá fue pionera en el uso de este mundo digital para reproducir el mensaje político de un aspirante minoritario. La brecha entre el fervor por Mockus en las redes y el apoyo real que obtuvo en las urnas dejó a los nuevos estrategas políticos digitales una de sus primeras lecciones: es más fácil hacer un like en Facebook que efectivamente ir a votar el día de los comicios.

Pero aunque Facebook es de lejos, en Colombia y en el resto del mundo, la red social más popular, en el mundo político Twitter es el rey. En la puja electoral de 2011 y de 2014 los candidatos compitieron de manera paralela en las calles y con tuits. La capacidad de esa red social de transmitir tanto texto como hipervínculos, fotos y videos transformó cualquier cuenta en una oficina de prensa, centro de recepción de denuncias y canal de comunicación al mismo tiempo. La administración de las redes sociales y las correspondientes estrategias para el crecimiento de los seguidores llegaron para quedarse al portafolio básico de servicios de los consultores profesionales de campaña.

La gestión ejecutiva también ha cambiado gracias al trinar de Twitter. La administración Santos –y gobernantes locales como el alcalde de Bogotá Gustavo Petro–son los primeros equipos de gobierno que han desarrollado sus agendas en la era de los tuits. Esto ha significado grandes ventajas en materia de comunicación con los gobernados pero simultáneamente la presión y los ataques que pululan en esta red social. Prácticamente cada dirigente electo, funcionario de alto nivel y entidad nacional han abierto cuentas en los últimos cinco años desde las cuales informan de sus acciones, responden dudas de los usuarios y son sujetos de críticas.

El gran megáfono

No hay aún una fórmula mágica para definir cómo debe un mandatario administrar sus tuits. Santos empezó usando Twitter para informar sobre los actos de gobierno, pero desde 2014 lo emplea para responder a la oposición y compartir citas sobre la paz. El alcalde Petro es otro dirigente popular en esta red social. La usa para defender su gestión, atacar contradictores políticos y enfrascarse en discusiones con tuiteros y periodistas.

Si bien, para los gobernantes en ejercicio los tuits son simultáneamente un arma y un punto débil, para los opositores esta red social es un poderoso megáfono. El mejor ejemplo es el del senador Álvaro Uribe. El Centro Democrático, hoy el principal bloque opositor a Juan Manuel Santos, es el primer partido político en Colombia creado y promovido desde Twitter. Al respaldo que el expresidente gozaba en una porción importante de la opinión pública se le sumó una estrategia de redes sociales destinada a minar el apoyo a la gestión santista. En no pocas ocasiones, los señalamientos uribistas contra el gobierno se caían de su peso pero la crítica al presidente ya estaba hecha. Hasta Iván Márquez, jefe negociador de las Farc en La Habana, usa su cuenta para enviar mensajes y posturas de esa guerrilla.

Los pulsos políticos en Twitter entre políticos, usuarios y gobernantes son hoy tan importantes como los que se presentan en escenarios de la vida real. Caracol Radio emitió un reporte de varios contratistas del Distrito cuya función giraba en torno a la defensa de la administración Petro en las redes sociales, especialmente Twitter. La gran mayoría de tuiteros aprovecha la plataforma para interactuar con los dirigentes que admira pero también para atacar a los que rechaza. También existen cuentas creadas exclusivamente con la intención de inundar a los políticos de alabanzas o de críticas. Dentro de las estrategias digitales de manejo de redes sociales se cuenta el despliegue de estas operaciones tanto de promoción como de ataque.

Lo anterior lleva al corazón de las críticas a la ‘tuit-política’: que el odio y las rabias que circulan contra los dirigentes políticos en Twitter supera con creces los beneficios que para los ciudadanos y los mismos líderes genera hacer presencia en la red. Dentro de estos últimos están no solo la posibilidad de un usuario de interpelar a los gobernantes, políticos e instituciones públicas, sino también la de influir a punta de hashtags y trending topics el debate público. En estos años no han sido pocos los temas surgidos en Twitter que los medios tradicionales han insertado en su agenda noticiosa.

Aunque las investigaciones sobre internet muestran que la mayoría de usuarios de Twitter usa esta red para intercambio social, el debate político en esa plataforma llegó para quedarse así como los ataques y la difusión de mentiras, sean orquestadas o no. La cuestión radica en qué tanta fuerza tendrá el activismo social en estas redes. Malcolm Gladwell, en su ya clásico artículo de The New Yorker en 2010, ‘Porque la revolución no será tuiteada’, afirma que los “lazos débiles” entre amigos de Facebook y usuarios de Twitter son difíciles de transformar en grandes cambios sociales. Lo que ya es una realidad en Colombia es que la ‘tuit-política’ es un mundo paralelo donde gobernantes, ciudadanos, opositores, guerrilleros, consultores, contratistas, periodistas y trolls pugnan por enviar mensajes, alterar la agenda, crear noticia, difuminar mentiras, repetir calumnias e inundar de odio a los contradictores.

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El universo en una red

Las redes sociales han cambiado al mundo: interconectan a sus habitantes y se han convertido en parte fundamental de la vida.

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Las nuevas relaciones

Las redes sociales han transformado las relaciones entre las personas. Hoy, el mundo digital permite encontrar un trabajo o conquistar un corazón, pero también sentirse solo.

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El 4 de febrero de 2004, Mark Zuckerberg, un joven de 19 años, fundó Facebook y cambió el mundo. La plataforma permitía estar en contacto con familiares y amigos y compartir con ellos cualquier cosa. El proyecto empezó a recibir millones de usuarios y se convirtió en la red social por excelencia. Dejó saber que en internet es posible encontrar algo similar a un vecindario, un espacio donde los humanos pasan tiempo juntos, donde pueden admirarse o rechazarse, quererse u odiarse, donde pueden estar cerca y otras veces, sencillamente, solos.

Ha pasado una década, y ya queda claro que el mundo digital ha dejado de ser un lugar distante para convertirse en uno muy real, que se ha fijado de manera casi permanente en la vida de las personas: en la calle, el trabajo, el hogar e incluso en los corazones.

El espacio donde las redes sociales han desplegado su potencia ha sido el creado por Zuckerberg, que hoy cuenta con 2.200 millones de usuarios, lo equivalente a que uno de cada tres habitantes de la Tierra está presente ahí. Facebook es una sala de experimentos sociales que han impactado la forma como se conciben las amistades. Sus usuarios han creado normas sociales y un lenguaje propios. Chatean, comparten, comentan y dosifican sus acciones según sus propios intereses: ¿qué impresión dejar? ¿A quién quiero caerle bien?

Una persona promedio registrada en esa red tiene 130 amigos. En solo 20 minutos, los usuarios intercambian 1 millón de vínculos de páginas de internet, actualizan 1.851.000 veces el estado de su perfil y aceptan 1.972.000 solicitudes de amistad. Existe una herramienta que permite decir que algo le gusta a alguien: el botón Like o ‘Me gusta’. Cada minuto, ese botón es oprimido 1,8 millones de veces, y su uso se ha convertido en una ciencia. Oprimirlo muchas veces o pocas o nunca permite graduar el nivel de contacto que alguien quiere tener con otra persona. Tal es la influencia del Like, que desde hace un tiempo psicólogos y sociólogos debaten en las oficinas de Facebook sobre si la empresa debería lanzar un botón de inconformidad: el ‘No me gusta’.

Otras redes sociales como Twitter o Instagram se han valido del principio del Like para ofrecer sus propias formas de estar presentes en la vida de los otros. Las redes sociales son, en el fondo, plataformas para expresar emociones. Una medición de la consultora Comcast muestra que en Colombia la gente en Twitter no siempre habla de política y discutiendo sobre la última reforma tributaria. Es más, la mayoría se pasa el tiempo allí compartiendo música y conversando con sus amigos.

Así, las redes sociales le han dado un vuelco también a las relaciones de pareja. Una aplicación llamada Tinder, muy de moda por estos días en Colombia, permite encontrar una pareja fugaz o permanente mediante un sistema de ubicación geográfica. Lo que sucede en esa y otras redes sociales tiene repercusiones en la realidad, para bien y para mal. A través de ellas, los usuarios pueden tener sexo real o conseguir una novia de verdad, pero sin quererlo también pueden terminar arruinando una relación de años. En Estados Unidos, un tercio de las actas de divorcio contienen la palabra Facebook. Y en Gran Bretaña, uno de cada 20 usuarios de redes sociales las revisa mientras tiene sexo.

Ya el sociólogo polaco Zygmunt Bauman describió una vez las relaciones digitales como “amor líquido” por su fragilidad. Hay antropólogos que dicen que las generaciones de hoy ven las relaciones como simples “conexiones” que pueden crearse o terminarse con solo oprimir un botón. Esto no significa que la sociedad actual sea mejor o peor que antes, pero algunos datos dejan pensar que la nueva sociedad digital no hace necesariamente sentir mejor a la gente. Una encuesta de la Universidad de Humboldt de Berlín concluyó recientemente que uno de cada tres usuarios de Facebook dice sentirse más “insatisfecho, frustrado o enfadado” con la vida cuando está conectado a las redes sociales. La paradoja es grande. En tiempos en que la gente está más conectada que nunca, no ha dejado de sentirse sola.

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“Nuestro cerebro estará conectado a las redes”

Pablo Arrieta, conocido como Xpectro, es uno de los tuiteros más influyentes de Colombia en el mundo de la consultoría digital.

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SEMANA: En lo que va del siglo XXI, las redes sociales le han hecho mucho bien al mundo, pero también han servido para expresar odios y rencores y banalizar temas importantes. ¿Qué visión tiene de esto?

Pablo Arrieta: Hoy constatamos lo que dice el refrán: ‘Ojos que no ven, corazón que no siente’. Las redes han puesto en evidencia realidades sociales que ya existían, pero que antes no se veían claramente. Para muchas personas la vida digital está desligada de la realidad, y por eso se refugian en la distancia y el anonimato de la red para hacer cosas que no harían en persona.

SEMANA: Pero ya hay redes sociales desde hace más de una década. ¿Nada ha cambiado en este tiempo?

P. A.: La que acabo de exponer es una visión infantil de lo digital, la cual ha ido cambiando y seguirá modificándose a medida que el medio y los usuarios vayan madurando. Pero sí quiero decirle que banalizar lo importante no es nuevo. Eso antes ocurría en las tabernas o en los hogares, por ejemplo, luego de la comida. Lo que pasa es que ahora hay unos amplificadores que permiten que todo el mundo conozca esas conversaciones banales. Y algunos las toman como si fueran la verdad revelada.

SEMANA: ¿Cree que en Colombia se le da demasiada importancia a lo que sucede en las redes?

P. A.: Mi visión es esta. El problema no es, por supuesto, la nueva canalización que permiten las redes, sino el hecho de que estamos convirtiendo lo que pasa ahí en el centro de todo. Los medios de comunicación, en su afán de obtener ingresos, saben que eso vende y le sacan provecho. Así, en mi opinión, lo peligroso no es lo que la gente hace en las redes, sino que un noticiero o un periódico le dedique tanto tiempo.

SEMANA: Ahora que dice que esa situación cambiará con el tiempo, ¿cómo imagina a Twitter y Facebook en unos años?

P. A.: Lo más interesante es que los dispositivos que hoy nos conectan a las redes sociales irán desapareciendo y gradualmente comenzarán a aparecer otros en forma de gafas, electrodomésticos, utensilios del hogar, elementos de trabajo… Esto generará un cambio, pues el intercambio social en redes dependerá del contexto y la ubicación de las personas. Puede que llegue el momento en que hasta nuestros cerebros estén directamente conectados a las redes y la vida cambie como la ciencia ficción viene vislumbrándolo desde hace décadas.

SEMANA: ¿Pero, en sí, las redes sociales cómo serán?

P. A.: Dejarán de ser solamente un espacio para el entretenimiento juvenil y cada vez estarán más involucradas en áreas fundamentales de la vida. Las redes son herramientas de comunicación humana. En ellas veremos reflejados cada vez con más intensidad nuestros intereses y nuestras preocupaciones. Y ojalá nos sirvan para comprendernos mejor.

SEMANA: ¿Cree en la privacidad en la red?

P. A.: Pienso que deberíamos tenerla, pero sé que eso no ocurre. La privacidad y el anonimato han sido condiciones importantes para la humanidad a lo largo de la historia. Pero hoy hay mucha gente interesada en controlar las acciones de los usuarios de las redes hasta el mínimo detalle, bien sea para controlarlos o para satisfacer intereses comerciales. Me parece que es importante encontrar un balance y definir una manera de conservar la privacidad en la vida digital.

SEMANA: ¿Están acabando las redes con tradiciones como la lectura?

P. A.: Basta con mirar a nuestro alrededor para ver que hoy hay miles de millones de personas leyendo en las pantallas de sus dispositivos. Y eso no pasaba antes. Hoy los chicos leen más que cuando yo era niño. Y la gente también escribe mucho más, no solo con palabras, sino también con imágenes como los emoticones. Las preocupaciones reales radican en la falta de atención y la pérdida de la capacidad de profundizar y comprender, pero esto ya había comenzado con la televisión. Es fácil culpar a los nuevos medios y olvidar que, gracias a ellos, la lectura y la escritura se han democratizado y recuperado su rol vital en la sociedad.

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Los empresarios de la web colombiana

SEMANA habló con los fundadores de firmas digitales y encontró que, aunque todavía queda camino, ya hay ideas que transformarán la forma de hacer negocios.

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Cuando la empresa de comercio electrónico Linio comenzó a operar en Colombia en abril de 2012, solo cinco personas, que solían reunirse en una pequeña sala en el norte de Bogotá, conformaban su equipo de trabajo. Hoy, casi tres años después, la firma opera en una confortable sede de cuatro pisos, tiene más de 600 empleados en nueve dependencias y ya piensa mudarse a instalaciones más amplias, pues, según su cofundador Pedro Freire, el actual edificio les está “quedando pequeño”.

Linio es ejemplo de algunas empresas en Colombia que han comenzado a entender no solo cómo adaptarse a la dinámica digital, sino también a innovar el modelo de negocio para usar a su favor las redes sociales y las costumbres de un mundo interconectado. Lo que Freire y su equipo hacen pertenece a una tendencia mundial que lleva varios años revolucionando la cultura del mercado. Las redes han acortado la distancia entre los comerciantes y sus clientes, pues han puesto en un segundo plano el rol de muchos intermediarios y han beneficiado de manera decisiva al comprador: ponen a disposición prácticamente cualquier producto, lo hacen más barato y agilizan su entrega.

Esta tendencia permite concluir que internet y las redes sociales han empezado a tomarse el mercado. Las cifras son contundentes. El comercio electrónico, conocido por expertos como ‘E-commerce’, generó en 2014 ventas por 1,5 billones de dólares a nivel mundial, y para 2015 se proyectan ventas de 1,7 billones. Colombia todavía es un pichón en el tema, pues al país aún le falta mucho para alcanzar las grandes ligas. Pero la buena noticia es que ya hay cientos de iniciativas y que algunas han empezado a recoger frutos.

En Colombia existe desde 2008 una Cámara de Comercio Electrónico, cuya misión es “educar, divulgar y promover el desarrollo y expansión del comercio electrónico y sus servicios asociados”. Bernardo Vanegas, cofundador y miembro del consejo directivo de la entidad, le contó a SEMANA que comenzar fue difícil y que la gente apenas se vino a interesar en el tema en 2011. Ese año, la Cámara tenía solo 20 afiliados. Sus fundadores tocaban todas las puertas posibles para encontrar aliados, pues sabían que las semillas que dejaban algún día iban a florecer. Y así fue. La Cámara terminó 2014 con 300 afiliados y aspira a llegar en 2015 a los 450. Basado en estos resultados, Vanegas no teme apuntar muy arriba y quiere ubicar a Colombia en el top 3 de los países más activos en ‘E-commerce’ en América Latina.

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La Cámara ha llevado a cabo algunos estudios que permiten entender cómo se ha desarrollado el mercado online en Colombia en los últimos años. En 2013, las empresas más consolidadas generaron 700 millones de dólares en ventas. En 2014, llegaron a los 1.000 millones. En la actualidad, la edad promedio de un comprador digital varía entre 25 y 35 años, y el 85 por ciento de quienes mercan en internet pertenecen a los estratos 5 y 6. Las industrias de dispositivos electrónicos, de moda y de turismo son las que más venden.

A Pedro Freire no le tiembla la voz cuando dice que quiere convertir a Linio en la versión latinoamericana de Amazon. Su proyecto, respaldado por el grupo Santo Domingo, tiene aproximadamente 3 millones de seguidores y ofrece en la red más de 150.000 productos de 200 categorías diferentes. Además, ya llega a todos los rincones de Colombia.

Ese tipo de esfuerzos caracterizan el espíritu de una empresa digital, la cual, en el fondo, es un emprendimiento. En inglés, muchos la llaman incluso “aventuras digitales”. Una de las más exitosas del país es la filial de una firma brasilera, que llegó a Colombia hace tres años. Se llama Dafiti y vende zapatos, camisas, pantalones y otros artículos de moda por internet. Se ha caracterizado por usar redes sociales como Facebook e Instagram para interactuar con sus clientes, conocer sus gustos y acelerar procesos de devolución o cambio. Sebastián Jordana, su gerente general para Colombia, le dijo a SEMANA que Dafiti ofrece más de 20.000 productos de 350 marcas y ha llegado a 900 poblaciones del país. Varias empresas tradicionales como Grupo Éxito, Falabella, Juan Valdez, Homecenter, Viva Colombia, LAN y Avianca, entre otras, han comenzado a adaptarse al mundo digital y a usar las redes sociales con éxito.

La revolución de las ‘apps’

El mundo digital no solo viene dejando su huella en la compra y venta de artículos, sino que también ha transformado el mercado de los servicios. Antes de que Steve Jobs diseñara los teléfonos inteligentes y las llamadas ‘apps’ que hoy todo el mundo conoce, muchos colombianos se quejaban permanentemente de los dolores de cabeza y los costos que les producía reservar un cuarto en un hotel, esperar un taxi o pedir un domicilio. Las nuevas tecnologías han eliminado buena parte de los problemas de antaño. Hoy basta hacer un barrido con un dedo sobre la pantalla de un dispositivo móvil para obtener, sin costos adicionales, esos servicios.

Unos de los pioneros en este terreno en Colombia son Juan Salcedo y Andrés Gutiérrez, quienes implementaron en Bogotá un servicio tecnológico que estaba teniendo éxito en varias ciudades del mundo. En 2012 fundaron la empresa Tappsi para conectar, mediante un sistema de ubicación geográfica, a la mayor cantidad posible de taxistas directamente con la gente que busca un servicio. Hoy, Tappsi transporta a más de un millón de personas, tiene 80 empleados y está presente en 13 ciudades. Una empresa que ofrece el mismo servicio es Easy Taxi, fundada en 2012 por Sebastián Salazar, quien le contó a SEMANA que ya está en 20 ciudades y proyecta abarcar 6 millones de usuarios en 2015.

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Otro sector que vivió un importante giro es el de los domicilios. Miguel McAllister, un joven programador de 28 años, es el responsable de esto. En 2012, él y un grupo de amigos decidieron que querían cambiar la forma como se prestan esos servicios en Colombia. Crearon ClickDelivery, una empresa que diseña y administra ‘apps’ que le permiten a la gente saber en un instante y desde el teléfono móvil qué restaurantes están cerca, qué pueden pedir, hacer el pago en línea y recibir la orden en poco tiempo. Arrancaron con la aplicación DomiciliosBogota, y hoy están no solo en las principales ciudades del país, sino también en Ecuador, Perú y Argentina. Tienen 350.000 usuarios y, según le contó McAllister a SEMANA, generan 3,5 millones de dólares en ventas.

La revolución digital va por buen camino en el comercio y los servicios en Colombia. Y ese logro se debe, en parte, gracias a los esfuerzos del Ministerio de las TIC y su iniciativa Apps.co, que han incentivado la creación y el crecimiento de emprendimientos como, por ejemplo, Tappsi. Sin embargo, todavía quedan desafíos. La cobertura de internet debe mejorar, y las formas y costumbres de pago aún no permiten enlazar a una mayor clientela. Los problemas que ha enfrentado la aplicación Uber con las autoridades de transporte, reflejan el desafío de una normatividad atrasada con respecto a esos avances tecnológicos. Además, los emprendedores insisten en que es necesario definir una legislación más clara para el comercio electrónico y llegar a un público más variado en diferentes regiones del país.

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Colombia viral

Nadie sabe a ciencia cierta por qué, pero a los colombianos les encanta la vida en las redes sociales. El país ocupa los puestos más altos en los escalafones de usuarios y actividad en el mundo. Así navega, comparte, comenta y chatea la gente a lo largo y ancho del territorio nacional.

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