El ‘viernes negro’ de Europa

¿Hasta qué punto la nueva ultraderecha política del Viejo Continente es cómplice de los asesinatos cometidos en Noruega por Anders Breivik?

Camilo Jiménez Santofimio
camilojimenezsantofimio
4 min readMay 23, 2016

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Oslo durante los ataques / Image by N.Andersen — Creative Commons
  • Publicado el 30 de julio de 2011 en la edición 1526 de la revista Semana
  • Por Camilo Jiménez Santofimio

Más de una semana ha pasado desde el primer atentado terrorista de la historia de Noruega, una fecha que los medios locales han bautizado como ‘el viernes negro de Noruega’. Jo Nesbø, uno de los representantes de la novela policíaca local, lo describió como “el día en que Noruega perdió su inocencia”. Pero hasta hoy, nadie en esta rica nación de 4,8 millones de habitantes logra explicarse cómo un hijo de una sociedad progresista y pacífica pudo llegar a tal crueldad. Algunos, como el abogado de Anders Breivik, intentan interpretar sus actos como los de un loco aislado y sin motivos políticos serios

¿Pero se puede reducir a eso el caso de Breivik? Desde la masacre, se han intentado desentrañar las razones. Uno de los primeros fue Daniel Poohl, director del diario antifascista Expo, que calificó a Breivik como “el primer terrorista antimusulmán”. Un producto de la fuerza islamofóbica que ha invadido la arena política europea y que tiene como objetivo la refundación del nacionalismo, el fin del multiculturalismo y la lucha contra la expansión del islam en el continente. De ser esto cierto, podría hablarse de un ‘viernes negro’ para toda Europa.

Hasta hoy, la prensa noruega ha seguido el asesinato ideológico. En sus titulares, uno de los mayores diarios escribió “Breivik mata por odio a musulmanes e izquierdistas”. En efecto, el discurso de Breivik no se distingue de las diatribas que recientemente han recibido los defensores del pensamiento ilustrado, de la libertad y el pluralismo en Europa, y partidos de ultraderecha con tendencias islamofóbicas y satanizadoras del inmigrante han llegado a la cima del poder en Dinamarca, Finlandia, Holanda, Austria, Hungría e Italia. Gobiernos como el de la pacífica Suiza o la multiétnica Francia han tomado decisiones populistas que van en contravía de la apertura hasta ahora habitual de esas sociedades.

¿Hasta qué punto hay complicidad de la política con los motivos de Anders Breivik? Desde el ‘viernes negro’, representantes de los partidos europeos, aun los ultraderechistas más incendiarios, han condenado la masacre. Pero muchos creen que los debates políticos de Europa de los últimos años en torno a la globalización, a la inmigración y al islam tuvieron un rol fundamental en su radicalización.

Anders Breivik fue un activista político, miembro del ultraderechista Partido del Progreso, conocedor del nazismo, crítico de Adolfo Hitler, pero admirador de la nueva ola de derecha liderada por publicistas suizos y escandinavos y cada vez más popular en el continente. Su político modelo es el holandés Geert Wilders, un rubio ultraderechista y declarado enemigo del islam, cuyo partido se convirtió en 2010 en la tercera fuerza de Holanda. Defraudado por la falta de acción de su partido en Noruega, Breivik decidió aislarse y lanzar la guerra contra el islam y la izquierda moderada de Europa.

Breivik resumió todo en el manifiesto,

que tituló 2083.Una declaración de independencia europea, que, pocas horas antes de los atentados, divulgó por internet y envió a más de dos mil organizaciones de ultraderecha y partidos en Europa. Nada de lo que escribió en el tenebroso documento resulta nuevo o extraño. Su discurso parece a veces un protocolo de la vida política de Europa reciente. Breivik se consideraba “un conservador/nacionalista revolucionario, anticomunista y antiislamista” y era consciente de que atacaba a una sociedad vulnerable. Ante la corte de Oslo, que lo escuchó el martes, arguyó que con sus actos “crueles, pero necesarios” quería “salvar a Europa de fuerzas multiculturales” y conservar el cristianismo europeo.

Los paralelos con las voces de la nueva derecha europea son impactantes. Wilders ha comparado el islam con Mein Kampf de Hitler y ha tenido que rendirle cuentas a la justicia de su país. El antieuropeo finlandés Timo Soini ha rechazado la apertura de la sociedad y afirma encontrarse en la lucha por “la Finlandia de antes”. Los Demócratas y el Partido Popular de Suecia comparten un programa hostil a la inmigración. Y no muy lejos de ellos se encuentran las posiciones de la candidata presidencial de la derecha francesa, Marine Le Pen. Hace pocos días, un exministro de Italia afirmó que las ideas de Breivik defendían la civilización occidental. Incluso políticos de la altura de Nicolas Sarkozy y David Cameron han declarado el fracaso del multiculturalismo. El giro a la derecha en Europa es sofisticado y ha redefinido a lo europeo. No parecía equivocarse Wilders al decir que “nuevos vientos soplan por Europa”.

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