La banalidad del mal

Anders Breivik, el noruego que en julio cometió el peor crimen de la historia de su país, ha sido declarado enfermo mental. De ese modo, el ultraderechista nunca pisaría una cárcel.

Camilo Jiménez Santofimio
camilojimenezsantofimio
4 min readMay 23, 2016

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Utoya, Noruega
  • Publicado el 3 de diciembre de 2011 en la edición 1544 de la revista Semana
  • Por Camilo Jiménez Santofimio

¿Existe el mal? La mayoría de los noruegos se hacen esta pregunta desde hace algunos días, pues el más brutal asesino que ha conocido su pequeña y pacífica nación acaba de ser declarado enfermo mental. Psiquiatras forenses entregaron el pasado martes un informe sobre su estado. El veredicto: Anders Breivik -el joven de 32 años que el 22 de julio hizo estallar una bomba en Oslo que mató a ocho personas y luego masacró a 69 más en una isla- se encontraba durante el acto en “estado psicótico”. Si la Corte adopta este juicio, Breivik podría pasar el resto de sus días cómodamente en un hospital psiquiátrico.

Tal decisión chocaría contra los deseos de la sociedad. ¿Podrá el país juzgar a Breivik por sus crímenes? ¿O impedirá el informe el castigo que muchos creen que merece? Los políticos presionan a los investigadores. Los medios de comunicación exigen justicia. “Un proceso digno es parte esencial de la superación de un trauma en la sociedad”, escribe el diario Aftenposten. La Corte de Oslo tiene previsto comenzar el juicio el 16 de abril del próximo año. Y hasta ese día, Noruega tendrá tiempo para comprender la mente de Anders Breivik.

Detalles de su pasado han salido a la luz desde su arresto, el mismo día de la masacre. Hasta entonces, Breivik se había presentado como un hombre “extremadamente estable”. Pero su infancia estuvo marcada por el sufrimiento. Cuando nació, sus padres se separaron y él y su hermana fueron internados en un hogar estatal. Fue un joven retraído hasta que, a los 15 años, experimentó un cambio: empezó a alzar pesas, a escuchar hip-hop y a pensar en un futuro en el sector financiero. Pero nunca lo realizó. Dos años más tarde adoptó la ideología ultraderechista. Regresó a la casa de su madre, donde permanecía encerrado en su dormitorio jugando videojuegos.

¿Qué pasó en esa habitación? Esta será la pregunta más importante que investigadores y peritos deberán responder. Según los psiquiatras, Breivik padece psicosis y esquizofrenia paranoide. Tras 36 horas de entrevistas, los especialistas concluyeron que en julio, mientras asesinaba, Breivik estaba dominado por sus percepciones calenturientas. Según el fiscal Svein Holden, durante los cuestionarios se presentó como el caballero templario más poderoso de Noruega y dijo que quería ser el próximo gobernante del país. “No es justificable encarcelar a alguien que sufre de una enfermedad mental”, dijo Holden.

El primero en enterarse del diagnóstico fue Breivik, quien, según la Policía, reaccionó iracundo.

A sus abogados les había dado instrucciones de evitar a toda costa un resultado así. Pues por más macabro que suene, él mismo ve el veredicto como una derrota. En un panfleto que publicó en internet antes de la matanza, titulado 2083. Una declaración de independencia europea, había escrito: “Me declararán demente. ¡No lo crean!”.

No solo ese tipo de frases, sino también la forma premeditada como preparó la masacre dan razones para verlo como un terrorista. Se aisló en una granja y se impuso un régimen de caminatas diarias de 40 minutos. Mientras paseaba, oía música ultraderechista y preparaba su pensamiento radical. Se convenció de que el islam está invadiendo a Europa y concluyó que los responsables son los socialdemócratas de Noruega. “Tendré que quitarles la vida -escribió en el panfleto-. Un caballero templario está en la obligación de cometer actos crueles”. Cuando se sintió listo, salió de su rancho y detonó una bomba en el centro de Oslo. Luego disparó durante una hora y media en la isla de Utøya contra los participantes de un campamento de verano de las juventudes laboristas. Mientras tanto, llamó varias veces a la Policía. “Hola, soy el comandante Anders Breivik del Movimiento de Resistencia Anticomunista. (…) Llamo para entregarme”.

¿Quién es Anders Breivik? ¿Un frío asesino o un loquito que se siente comandante de un grupo de caballeros templarios al rescate de Europa? El informe psiquiátrico acepta esta última versión. Pero, según una encuesta, el 50 por ciento de los noruegos lo consideran equivocado. “Es una provocación”, dijo Khalid Haji Ahmed, un joven que sobrevivió por milagro. “Les tomó el pelo y los condujo a un diagnóstico equivocado”.

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