La historia de Tanja

El increíble y aterrador relato de cómo una estudiante holandesa terminó como negociadora de las Farc.

Camilo Jiménez Santofimio
camilojimenezsantofimio
11 min readOct 26, 2016

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Image by Cortesía de Confidencial Colombia/Jorge Enrique Botero
  • Publicado el 27 de octubre de 2012 en la edición 1591 de Semana
  • Por Camilo Jiménez Santofimio

A la una de la tarde del 18 de julio de 2007, la vida de Tanja Nijmeijer cambió para siempre. Ese viernes, un sol radiante se había alzado sobre las orillas del río Guayabero en la Serranía de La Macarena. Los guerrilleros del frente Antonio Nariño habían recibido permiso de bañarse, lavar ropa y descansar. Pero de repente un martilleo se tomó el campamento y la selva comenzó a temblar. Era la Fuerza de Despliegue Rápido del Ejército que lanzaba un feroz ataque. Los guerrilleros corrieron despavoridos y dejaron atrás casi todo lo que tenían, incluyendo un morral que contenía un cuaderno anillado, ondulado por efecto de la humedad y repleto de notas escritas a mano en una lengua indescifrable.

Era el diario personal de Tanja Nijmeijer. Un crudo testimonio escrito en holandés sobre las experiencias y las frustraciones que la guerrillera holandesa de las Farc había acumulado tras casi cuatro años en la selva colombiana. Poco después, SEMANA publicó en exclusiva el contenido del cuaderno como un ejemplo de cómo la crueldad y el terror de la guerra podían resquebrajar un ideario revolucionario. Pronto las imágenes del rostro delicado de la holandesa bajo el verde oliva de una gorra dieron la vuelta al mundo. En cuestión de días, la guerrillera había pasado de ser una europea joven, izquierdista y rebelde, a encarnar una protagonista de la barbarie del conflicto colombiano. No era ni es la única extranjera en la guerrilla. Aunque hoy nadie conoce las cifras exactas, inteligencia del Ejército habla de un rango de dos dígitos con integrantes latinoamericanos y algunos europeos. Pero Tanja se había convertido en la excepción, en una rara y atractiva cara de la guerrilla, y desde entonces, su vida en la insurgencia no volvería a ser la misma.

Hoy el rostro de Holandesa -como todos llaman a Tanja Nijmeijer en la guerrilla- ha vuelto a llenar titulares. El pasado 15 de octubre, el jefe máximo de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timoleón Jiménez o Timochenko, le dijo a RCN Noticias que la organización había decidido incluirla en la delegación que negociará la paz con el gobierno de Juan Manuel Santos. Si bien no estará entre los diez delegados que enfrentarán directamente al equipo del gobierno, hará parte de los 20 asesores que la mesa puede convocar a su discreción. A pesar de su apariencia inocente, la holandesa no está libre de pecado. No solo la Fiscalía la busca por terrorismo y por su presunta participación en el secuestro de los contratistas estadounidenses Thomas Howes, Keith Stansell y Marc Gonsalves. También el gobierno de Estados Unidos la ha solicitado en extradición por este último acto, según se conoció cuando el fiscal Eduardo Montealegre suspendió 191 órdenes de captura en contra de los miembros del grupo negociador de las Farc. Así Tanja puede salir de Colombia.

La noticia cayó como un baldado de agua fría sobre el proceso, que estaba a punto de inaugurarse en Noruega. Hasta hoy, Timochenko alega que la europea solo hará tareas de intérprete y de prensa, pero detrás se esconde un cálculo propagandístico para maquillar la imagen de la guerrilla con la ayuda de un ícono del idealismo revolucionario. Al cierre de esta edición, SEMANA no pudo confirmar que Tanja Nijmeijer se encuentra en Cuba. Pero si los planes del gobierno y las Farc son ciertos, ella debería estar allá para el inicio de las negociaciones, lista para asumir una misión inédita: sea en holandés, alemán, inglés o en el ‘dialecto’ caqueteño que domina, ella representará a la guerrilla ante el planeta.

Camino a la guerrilla

A pocos colombianos se les habría ocurrido que una extranjera llegaría a esta posición. La misma Tanja nunca había pensado que su papel en el conflicto armado más antiguo del hemisferio alcanzaría tal importancia. Cuando en 1984 las batallas entre el Ejército y los guerrilleros arreciaban y las partes firmaron una primera tregua, ella era apenas una niña de 6 años que se había criado en el seno de una familia de clase media en un pueblo limpio y apacible en las praderas del este de Holanda. ¿Qué hizo que esta hija del bienestar europeo, que creció con las oportunidades que solo pocos colombianos podrían llegar a disfrutar, terminara luchando y secuestrando en las filas de las Farc?

Cuando SEMANA habló con su madre Hannie en junio de 2010 en Holanda, ella intentó responder a esta pregunta así: “Su profundo sentido social es parte de la respuesta (…). Hace un tiempo una de mis hijas me dijo: lo único en que de pronto fallaste como madre es que nos hiciste demasiado conscientes de lo social”. Esta obsesión por lo social y por la política empezó a llamar la atención de quienes rodeaban a Tanja en Holanda desde sus años de universidad. Para estudiar, ella había abandonado su pueblo natal Denekamp y se había mudado a Groningen, una pintoresca ciudad universitaria que le abrió los ojos al mundo. Se inscribió para un pregrado en Lenguas Romances y se dedicó a aprender. Hace algunos años, uno de sus profesores le dijo a SEMANA: “Ella no era como otros estudiantes, se interesaba realmente por la política. Para mí era claro que era izquierdista, no extremista, pero sí bastante izquierdista”.

De Colombia, Tanja al principio no sabía mucho más que lo que a veces veía en televisión. Según el libro Tanja, una holandesa en la guerrilla colombiana del investigador León Valencia y la activista Liduine Zumpolle, durante su estudio empezó a frecuentar grupos socialistas de solidaridad que le dieron a conocer la existencia de dos guerrillas latinoamericanas: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional de México y las Farc. Si fue verdadera, esta primera experiencia no pasó a mayores porque su primer viaje a Colombia fue fortuito. Al periodista Jorge Enrique Botero, el único reportero que ha podido entrevistarla en la selva, le dio esta versión: “Mi llegada a Colombia fue pura coincidencia. Yo llego a Colombia porque me toca hacer una práctica y leo en el periódico de la universidad que están buscando profesor de inglés en un colegio de Pereira. (…) Yo ni siquiera conocía a Colombia, la busqué en el mapa y la encontré en Latinoamérica y dije: ahí tienen que hablar español”.

A Pereira llegó a mediados de 2000 por intermediación de una organización estudiantil e hizo su práctica en un colegio campestre a las afueras de la ciudad, donde estudian los hijos de las familias pudientes. Según SEMANA pudo establecer, a sus colegas les parecía cordial y profesional. A algunos alumnos, sin embargo, les llamaba la atención que “por solidaridad con las personas que viven en la calle” trajera casi todos los días el mismo pantalón. Según el libro de Jorge Enrique Botero a Tanja le chocaba cada vez con más intensidad presenciar los estragos de la brecha social. Empezó a conocer la historia del conflicto y sus actores: políticos, terratenientes, paramilitares, narcotraficantes y guerrilleros. Se preguntaba por qué, si los insurgentes eran tan malos como los pintaban, tenían tantos combatientes. La curiosidad la dominó justo en el momento en que conoció, según sus propias palabras, a un profesor de Matemáticas que la introdujo en el supuesto ideario revolucionario y la llevó a San Vicente del Caguán y a Bogotá: primero a Ciudad Bolívar, luego al Centro Andino. Decidió que iba a escribir su tesis universitaria sobre “el gobierno de las Farc en el Caguán” y regresó a su país. “Cuando yo llego otra vez a Holanda, ya tenía la fiebre de la revolución”, le dijo a Botero.

En Groningen se unió a la Internacional Socialista y se mudó a una casa ocupada en el centro de la ciudad, donde conoció a activistas, anarquistas y antiimperialistas. En 2010, SEMANA estuvo allá. Algunos habitantes aún se acordaban de ella. “Le gustaba comer en una cafetería de comida vegana que había en el primer piso y hablar de política”, le dijo a esta revista un artista que hoy tiene su taller en el que era el cuarto de Tanja. Aprendió a vivir de forma espartana y disciplinada, y en comunidad. Participaba en protestas, repartía volantes, soñaba con volver a Colombia, y lo hizo en agosto de 2001 para participar en una Caravana por la Paz que la llevó por el Magdalena hasta Barrancabermeja y le permitió conocer a docenas de víctimas del conflicto. “Era una chica seria, comprometida con la causa social”, le dijo a SEMANA un corresponsal extranjero que la acompañó. Pero Tanja no solo era compromiso intelectual. También poseía fuerza emocional, tanta que cuando un grupo paramilitar detuvo la Caravana y dejó a sus acompañantes muertos del miedo, ella sacó una guitarra y cantó la canción One de U2.

Adiós a Europa

Volvió a Holanda, pero solo para echarle llave a su vida en Europa y volver a Colombia. Nadie sabe cuándo entró a las Farc o si ya era parte de la guerrilla cuando se despidió de su familia y abordó un tren a Ámsterdam y de allí, un avión rumbo a Bogotá. Se consideraba una campesina por venir del campo holandés. Quería luchar por una revolución que en Europa era imposible. “Me veo como parte de un gran todo, y esta parte mía es una que quizás puede cambiar el mundo”, le dijo al periodista holandés Remco Int’ Hof antes de despegar. Llegó a Bogotá y militó en las milicias capitalinas, mientras enseñaba inglés en una universidad por encargo de un instituto de idiomas. Según sus propias palabras, conspiró para hacer colapsar las vías de acceso a la ciudad e intentó detonar un explosivo en el norte. Había ingresado a las Farc y al mundo de la criminalidad.

Poco después, quizás en 2004, ya estaba en la selva, en el Frente Antonio Nariño de Carlos Antonio Lozada en La Macarena, el mismo lugar que hasta hoy ha sido su hogar. Había cumplido su sueño, pero lo hacía en una guerrilla decadente, enmarañada en el narcotráfico, que ataca a la población civil. Antes de recibir un fusil, debió aprender a recoger madera, cargar costales, hacer guardia, abrir fosas, cocinar. Y desechó su nombre: sus colegas la bautizaron Alexandra y ella eligió un segundo alias en honor a su hermana menor Ellen. Pero sus compañeros decidieron llamarla Holandesa: una mujer atractiva de tez blanca, con una limpia y amplia sonrisa y ojos castaños que había entendido que su sensibilidad social, su naturaleza aventurera, el choque social en Pereira y la fascinación que le causó la acción militar eran motivos suficientes para entregar su vida a la guerra: “Lo he visto todo: me muevo como pez en el agua, la jungla es mi hogar y las Farc son mi vida y mi familia”, escribió en su diario.

Son muchos los factores necesarios para entender la decisión que llevó a Tanja Nijmeijer a alzarse en armas y meterse de lleno en una guerrilla acusada de las peores barbaridades y delitos de lesa humanidad. Para quienes la conocen y se han interesado por su vida en la guerrilla hasta ahora las explicaciones no son suficientes. “Fue su vena por lo social, pero esa es solo una parte de la explicación; la otra no la conozco”, le dijo a SEMANA su madre Hannie Nijmeijer. “He cavilado mucho al respecto pero aún me cuesta entender el porqué”, dice Jorge Enrique Botero. “Las Farc le dieron significado a su vida, la hicieron sentir como un mesías, como una salvadora de los pobres”, dice un experto de un organismo de seguridad. “Llevamos años haciéndonos esa pregunta y ninguna respuesta nos satisface; por eso es que los medios estarán haciendo cola en La Habana para preguntárselo a ella misma”, dijo Edwin Koopman, redactor de Radio Nederland y quizás el periodista holandés que mejor conoce el conflicto armado.

Toda una guerrillera

Hoy, Tanja es una convencida guerrillera. La vieja tesis del gobierno de Álvaro Uribe de que ella era una “esclava” de la subversión que no estaba en la capacidad de tomar sus propias decisiones y que por ello era una “secuestrada” ha probado ser falsa. De esto se percató la opinión cuando su madre vino al país para visitarla y después de siete días en la selva regresó convencida de que su hija se quedaría allá para siempre. El hallazgo de sus diarios destapó a una idealista decepcionada por las estructuras mafiosas, corruptas y machistas de la organización, pero también mostró a una convencida revolucionaria dispuesta a morir en el frente. Su relación amorosa con alias Julián, un sobrino del Mono Jojoy, había estrechado sus vínculos con la tropa y la había salvado de un castigo tras el descubrimiento de sus diarios. Luego se había convertido en la asistente y protegida de Jojoy. Y finalmente, el 3 de noviembre de 2010, ella misma apareció en un video de Jorge Enrique Botero, difundido por Radio Nederland, que le dio un vuelco definitivo a la percepción de una niña ingenua raptada en la montaña. En medio de árboles y cambuches, luciendo el uniforme, mostrando su fusil y hablando como lo haría un campesino del Caquetá dijo: “Yo soy guerrillera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (…) y seguiré siendo guerrillera hasta vencer o hasta morir”. Y añadió: “Si el gobierno de Colombia aún cree y trata de divulgar que yo estoy aquí secuestrada pues yo diría: ¡que vengan también, que vengan a rescatarme, y nosotros los recibimos acá, con AK, con .50, con minas, con morteros, con de todo!”.

Esta es la mujer que el mundo encontrará en La Habana: un miembro del Bloque Oriental de las Farc, una radical que se identifica con los propósitos iniciales de la guerrilla más antigua del mundo y que tras casi diez años de militancia armada se ha ganado el respeto de la tropa. Por su dureza ideológica, investigadores consultados por SEMANA piensan que podría convertirse en una íntima aliada de Iván Márquez durante las negociaciones. “Tanja es más papista que el papa”, bromea uno de los expertos. El chiste contiene mucho de verdad. Nijmeijer puede ser implacable, como cuando en 2003, ante la cámara de Botero, les dijo en inglés a los tres contratistas gringos que las Farc habían secuestrado que los matarían a todos si intentaban escapar. En varias ocasiones ha expresado dudas sobre el futuro del proyecto revolucionario si las Farc siguen dejándose llevar por las costumbres mafiosas y la corrupción. “¿Cómo serán las cosas cuando lleguemos al poder? ¿Andarán las mujeres de los comandantes en Ferraris, con implantes en los pechos y comiendo caviar?”, escribió en su diario. También por su belleza, las Farc están convencidas de que es la persona perfecta para enfrentar el show mediático en La Habana e intentar revivir la red internacional de la guerrilla.

Tras el anuncio de su posible presencia en la inauguración de los diálogos en Europa, los periodistas de todo el continente salieron de la modorra y llenaron el salón de conferencias de Hurdal, en Oslo. En Holanda, la gente estaba ansiosa de ver en vivo y en directo a una de las jóvenes más famosas de la Nación. Tanja ha sido la base de una película exitosa y de una serie de televisión titulada Eileen que se mostró en diciembre de 2011. Pero no solo en su país natal, la noticia de que las Farc habían incluido a Tanja en la delegación habanera, conmovió también a los ciudadanos de otros lugares que vieron sus periódicos atestados de historias sobre ella. “Esta es la guerrillera de la que todos están hablando”, escribió la BBC. “Regresa la figura icónica de la izquierda holandesa”, anunció el Financial Times. “La cara linda de las Farc”, tituló el Tagesspiegel.

¿Regresa acaso la insurgencia chic de tiempos del Che Guevara? No. La cara bonita de Tanja Nijmeijer es solo un lado de la moneda. El otro es el de una delincuente que las Farc utilizan para asestarle un golpe propagandístico al proceso de paz para limpiarse de las verdades que a toda costa quieren negar: el secuestro, el narcotráfico y el terrorismo.

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