La Lluvia de Ángel Trejo

Una historia entre escombros

Enrique I. Castillo
CanCerbero
Published in
4 min readApr 21, 2022

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El Tío Rana muere por el rumbo de Chimalistac, al sur de la Ciudad de México. Llevaba ya varios años de vivir en la indigencia, bebiéndose los pocos pesos que le caían. Bebiéndose a grandes tragos la vida, con ánimos de suicidio, pero un suicidio de muerte lenta.

Con su muerte comienza Llueve Lluvia, novela que el escritor hidalguense Ángel Trejo sitúa en una Ciudad de México que acaba de sufrir el terremoto de 1985. Entre escombros y edificios en ruinas descubrimos también las vidas derruidas de los personajes. En última instancia, el hilo que entreteje sus vidas es el amor, el que buscan a veces con desesperación y que, como pasa con mucha frecuencia en la realidad, nunca encontrarán. Al menos no en el sentido idealizado que se le da.

En vez de eso hay sexo brutal, violencia, el dejarse llevar por los instintos básicos. Es decir, Llueve Lluvia es una novela que no da concesiones, que muestra a seres humanos sin velos ni contemplaciones. Ángel Trejo logró darle su dimensión propia a cada personaje, su voz, a través de diálogos concisos, y con igual relevancia mediante aquello que callan.

No es fortuito que así suceda porque si bien Ángel Trejo nació en Ixmiquilpan, en el estado de Hidalgo, desde los 17 años ha vivido en la Ciudad de México, en el Centro Histórico y sus alrededores. Conoce sus entrañas y eso se nota pues el telón de fondo de Llueve Lluvia son sus calles, vecindades, barrios y plazas habitados por personajes paupérrimos, los invisibilizados por la sociedad de Ciudad de los Palacios, tan proclive a esconder y despreciar lo que le incomoda. Las voces de estos hombres y mujeres, que escuchó en sus vagabundeos y en las cantinas, logra plasmarlas en su libro y suenan con una fluidez que sólo permite el oído atento del escritor.

La Ciudad de México tiene un pasado lacustre. Y un presente en el que, cada cierto tiempo, las lluvias torrenciales nos hacen considerar que en cualquier momento volveremos a habitar sobre un lago, entre acequias. De igual forma, llueve en Lluvia (personaje central del libro), un llanto que adivinamos contenido, como si estuviera alimentado por el sufrimiento de generaciones de mujeres y que en cualquier instante desbordará a la protagonista, que la anegará y nos hundirá junto con ella.

Su infancia estuvo marcada por el abandono, la juventud por el amor forzado. Para Lluvia la felicidad consiste en un puñado de recuerdos y su existencia en un cúmulo de pérdidas y ausencias. También la vida del Tío Rana, de Azucarillo, Rosa de Medio Día y la de los demás personajes que pueblan este libro, está marcada por el desaliento, la frustración y los sueños incumplidos.

La condición de los personajes es paralela a la condición de esa ciudad que habitan y viceversa. En 1985 la Ciudad de México fue golpeada por uno de los terremotos de mayor intensidad en su historia, su paisaje se llenó de escombros y edificios en ruinas. A decir de quienes vivieron la catástrofe, se respiraba el hedor de la muerte en las calles. De igual forma, la muerte cimbra los antros de los personajes, el velorio del Tío Rana reúne a la familia y sus allegados, obligándolos a recordar el camino andado y al mismo tiempo a mirar hacia adentro y buscar salir vivos de entre sus propios escombros.

En México tenemos una buena tradición de grandes escritores y escritoras que se leen poco, cuyos libros no son muy difundidos y que, tal vez por eso, el encontrarlos significa una pequeña victoria y el leerlos un deslumbramiento: Gonzalo Martré, Josefina Vicens, Rolando Rosas Galicia, Rubén Salazar Mallén, Eugenio Partida, Amparo Dávila, Emiliano Pérez Cruz, Inés Arredondo. Baste decir que en su mayoría se tratan de recomendaciones que el maestro Eusebio Ruvalcaba nos compartía cada sábado en su taller literario.

A esta estirpe pertenece Ángel Trejo. Llueve Lluvia está escrita con una maestría narrativa que pasa de la voz de un personaje a otro y después a la narración en tercera persona. La trama es avasalladora en su sencillez, sin grandes pretensiones filosóficas o sociológicas (aunque puede tener esas lecturas). Por desgracia, es una novela que con toda seguridad continuará en las sombras del panorama literario mexicano. No exagero al asegurar que su lectura resulta como encontrar un oasis en el desierto. Ojalá más lectores pudieran abrevar de ella.

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