La obscuridad necesaria

Ensayo

Luis Aguilar
CanCerbero
Published in
6 min readJul 14, 2023

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A mi maestra verde, Azucena

Y en el límite de su mudez estaba el mundo.
Esa cosa inminente e inalcanzable
Clarice Lispector

Mi hermana llegó de visita semanas atrás, de alguna manera (que sigo sin explicarme) logré mantener el depa donde vivo a pesar de ser desempleado desde hace un par de meses, durante los cuales me dediqué a observar el mar, leer y conocer algunos sitios de Río, y a pesar de eso, sentí que crucé por un periodo donde me pasó nada.

Acompañarla durante diez días siendo su traductor y cuidando sus espaldas me dejó cierta satisfacción, en realidad fue una inyección de motivación, y es que durante ese tiempo me encontré desalentado, sin socializar, esos periodos donde la comida es insípida, desaparece la gracia de las cosas. Extravié la alegría en la música y respiré monotonía; actué en automático.

Lo más extraño del desempleo es que esa voz de la conciencia que me empuja a estar ocupado se esfumó pronto, quizá sea porque terminé asqueado de mi último empleo; sin embargo, con el tiempo he ido entendiendo que necesitaba un cambio de vida, específicamente en la manera en que me la gano. Sigo pensando que soy mucho más que un esclavo de oficina remota.

Quizá la apagué (la conciencia) con las casi 700 cuartillas de La manzana en la obscuridad de mi paisana carioca Clarice Lispector. Ella me hizo ponderar esa creencia de que las cosas ocurren por algo o al menos se aparecen en el momento indicado, y es que la novela cuenta la historia de Martim, de quien se sabe que cometió y huye de un crimen. Camina sin rumbo hasta instaurarse en una hacienda a mitad de las montañas, administrada por una mujer que le da asilo a cambio de algunas reparaciones. Así conocemos al resto de los tres empleados. Es sólo que Clarice se toma su tiempo para desenvolver los pensamientos de sus personajes.

Un individuo solitario inconforme con el mundo al que fue arrojado y tiene un despertar existencial a mitad de su adultez, mismo que lo refunde en críticas internas y externas repletas de angustia y dudas, inseguridades ante sus decisiones, además de la necesidad de llamar las cosas por su nombre buscando pronunciarlas con empatía, y replantearse su existencia a través del diálogo con objetos animados e inanimados, que de a poco le reflejan su interior.

Clarice azota y se mofa de la figura masculina, ridiculiza las conclusiones de su pensamiento y menosprecia sus anhelos, sin embargo, la autora es justa, al menos equilibra la balanza con el mismo rigor que describe a sus personajes femeninos, lo suficiente para dejarnos claro sus desilusiones vueltas insolencias, la raíz de la exigencia en sus miradas irónicas y la mezquindad convertida en refugio.

La manzana en la obscuridad me gustó por la bravura de sus palabras y la furia de su vocabulario que raya en la perfección; porque desgrana la crudeza de las acciones con insidiosa exactitud. Desviste la humanidad con sensatez.

Perseverar en un mundo masculino, menospreciada por su oficio y ganando cada centímetro con la fiereza de su pluma, Clarice pasó a la posteridad por su fuerza y resistencia a la crítica. Pienso en el alimento del artista, en su imperante necesidad de mantenerse alerta ante el paso de los días.

En medio de sus letras fue creciendo algo dentro, sigo sin encontrar el nombre para definirlo, es aquello que me hace comprender que existen abismos a los que sigo sin bajar, formas de mirar que me son desconocidas y maneras de ser que ignoro. Hay cierta voluntad de los personajes por ader en el infierno al que todos somos llamados y al que solo algunos se condenan. De a poco Clarice transformó su relato en el justo reflejo de mis pensamientos.

Hombres que en el acto de aceptar tienen la consciencia de traicionar su bien más preciado: la rebelión; mujeres olvidadas en sus miedos que a cada una de sus acciones se intentan probar que son ellas mismas. Y es en la relación entre estos cuando comienzan las dudas, ese instante en que nadie sospecha el sentido en la vida del otro, sin imaginar que tratar de entenderse, es una forma de contacto. Soterrarse en el tortuoso camino que abre el cofre de las emociones, esos instantes cuando decidimos mezclarnos con el de enfrente para levantar ilusiones y alegrías, queriendo sólo ser amado. ¿Entonces por qué culpar a otro de la mutación que decidimos para nosotros? Después de todo no somos tan culpables, somos más estúpidos que culpables.

Justo ahora recuerdo que la soledad a la cual me he sometido para conocer los alcances de mi resistencia ha traído dividendos positivos, es sólo que a veces se apaga el faro que llama a la creatividad y como la disciplina es uno de mis puntos flacos, desconozco las veces que la inspiración ha cruzado frente a mí.

Debo aferrarme a la memoria y sus sucias trampas, las cuales gustan de exagerar los detalles. Me ha resultado más complicado de lo que creí, sobre todo en periodos como el que crucé, visitando diferentes sitios de la ciudad intentando encontrar algo para escribir. Tal vez entre más insisto más se ocultan los detalles que me impulsan a plasmar letras en el papel.

Y es que en menos de tres semanas recibí visitas como nunca en los nueve meses que he vivido en Río. De un momento a otro, de nuevo me quedé solo en la ciudad, aunque en lugar de un vacío doloroso me queda la sensación de agradecimiento por aquellos días.

Ahora otra mudanza, otra vez radical, llegaré a una nueva casa con otro empleo y la oportunidad de conocer más personas, claro que tuvo que pasar el tiempo para que lograra comprenderlo, si hiciese sólo lo que entiendo, nunca avanzaría un paso. Volví a hacer lo que se debe hacer al menos una vez: destruir mi vida para reconstruirla bajo mis propios términos.

Porque se requiere coraje de romperlo todo, quizás en trozos demasiado pequeños, ¿y si no consiguiese hacerlo? Porque mirando al vacío de la claridad se me ocurre la posibilidad de estar incapacitado para reedificarme. Pero si no lo consigo ni siquiera importaría. Me encontré con que tengo el valor de jugar fuerte. Un hombre tiene que arriesgarlo todo.

¿Por qué intentamos, una y otra vez, la puerta de la comprensión? Lo esencial está destinado sólo a cumplirse. Por eso llaman arte a la paciencia, en mi caso es difícil conseguirla por los caminos a los que me lleva, por ejemplo cuando me digo no querer algo y a veces es la desesperada forma de quererlo, o bien cuando bebo para olvidar lo que siento o para mantenerme a la altura de la noche, ese espacio que fue hecho para dormir, así evito asistir a lo que sucede en la obscuridad.

Aunque también es necesaria, ¿qué sería de mí si no usase la obscuridad? La necesito para conocerme, para vencer mi miedo a la exageración que me parece el tamaño único posible para quien es pequeño, y también la requiero para volver a construirme, aunque eso me sabe a orden que recibo y desconozco cómo cumplir. Es curioso, siento que uno de los medios más profundos de conocerme es la manera como respondo a lo que veo y mi reacción los últimos meses fue dejar de tomarme en serio, una de mis varias soluciones, más ahora que pongo en riesgo lo construido en mi pasado. Me creo ese cuento de que aquel que pierde su vida gana su vida. Ahora me falta saber qué hacer con ella, sino ¿de qué sirve la libertad alcanzada?

Es una falacia eso de no tener nada que perder. Lo que existe es alguien que lo arriesga todo; porque debajo de la nada y aún más abajo, está uno mismo, que por algún motivo, no puede perder. Ver así las cosas me produce alegría, la quieta y contenida excitación que tengo cada vez que “descubro” algo. Una persona goza de placeres espirituales que nadie puede sospechar, la vida de los otros parece siempre tan vacía, pero las personas disfrutan de sus placeres.

A veces me siento solo, me invade aquella soledad inesperada. La soledad de una persona que en vez de ser creada pueda crear algo por sí misma. La soledad de un hombre incompleto. La soledad de la gran posibilidad de elección. La soledad de tener que fabricar mis propios instrumentos. La soledad de haber escogido ya y tener el coraje de aceptar la libertad que está en la experiencia.

Una nueva etapa en esta vida de nómada, personas, momentos, lugares, recuerdos, instantes, todo quedará en mi memoria, hay un precio que se paga. Tal vez sea una ganancia entender que somos sólo la consecuencia de un modo de comprender y de amar a alguien ya perdido en el tiempo.

Photo by Eyasu Etsub on Unsplash

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