Actores romanos
Mi predilecta:
¡Qué gran circo es Roma! O un teatro, sí, eso se acerca más. Todos actúan. Algunos hacen de soldados romanos y se ponen la pechera y la lanza y corren apuntándote y luego sonríen cuando se paran pidiéndote dinero para hacerse una foto. También están esos que hacen de romanos del siglo XXI. Como si fueran de aquí de toda la vida. Aunque no lleven bigote, intentan disimularlo gritando, gesticulando ma esso non è possibile.
Claro, ya me di cuenta antes de bajar del avión. El calvo de mi izquierda –ese que seguro pertenecía a la mafia aunque J. dice que no, que eso es en Nápoles– sólo obedecía a lo que decían por megafonía cuando era en italiano. ¿Por qué? Porque lo decían cantando, ¿y qué hay más artístico que un musical?
El italiano es el santo y seña de los actores que saben que lo son. El resto andan haciendo fotos a la columna de Trajano, a las escaleras de Piazza di Spagna, a la cúpula de San Pedro, a las ruinas de no se sabe qué. Y además hacen la foto y se van. No esperan a que acabe el pase. ¡Se pierden el fuego! ¡Se olvidan de que luego sube las escaleras Audrey Hepburn con su helado! ¡Y de cómo Gregory Peck le convence para seguir actuando! Esa escena es maravillosa. Yo tampoco me paré a verla, me la enseñó un amigo. Tenía prisa. Tenía que ir a Vía del Corso, a la Fontana di Trevi, a Piazza Venezia…
Y, como nadie se queda hasta el final de la función, no hace falta que los italianos cambien el escenario para el siguiente acto. Como voy a estar en la città eterna dos meses, puede que pierda el complejo de turista. O que actúe de extra en la obra principal de vez en cuando. A lo mejor descubro qué es lo que tratan de ocultarnos cuando nos hablan de la pizza y de la pasta todo el día. O sólo saco el codo, en una esquina.
¿Crees que estoy loco? Entonces ayúdame a desvendarme los ojos.
M.
PD: Perdona si hablo tanto últimamente de Audrey. No te pongas celosa.