Querida Agnès

Pwanerd
Cartas sobre cosas que pasan
4 min readMay 12, 2019

La de mi homenaje a Agnès Varda

(esta carta fue escrita el 30 de marzo de 2019)

Artistic licence: Faces Places

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: todas mis ídolas son petisas. Medía un metro sesenta y cinco. Carrie Fisher, por el otro lado, medía un metro cincuenta y cinco. Y mi mamá se ubica ahí, en el medio de las dos. Sin embargo, no sé cuánto medía María Elena Walsh: su persona vino a mí ya pequeña por la vejez y la enfermedad.

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: todas mis ídolas también han tenido ese corte taza que la caracterizó toda su vida. Bueno, al menos todas lo probaron aunque sea una vez. Sólo Agnés y María Elena lo rockearon hasta el final (¿es el final?).

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: la curiosidad no tiene edad. Hizo películas desde los veinticinco años y dejó este mundo a los noventa, luego de presentar su último film, Varda par Agnés, una suerte de retrospectiva sobre su obra artística en general, que surfea también entre fotografías, instalaciones y charlas. En el medio dirigió muchísimas películas de géneros y estilos muy diversos.

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: nació en Bélgica y no en Francia (aunque nos encante decirle que es francesa, porque realizó toda su carrera filmográfica allí) y que su nombre real era Arlette Varda. Contrario a lo que ocurrió con muchxs de mis compañerxs de facultad, yo no sabía quién era esa pequeña directora cuando empecé a cursar Artes Combinadas. No tenía ni idea de qué era la Nouvelle Vague, no sabía cómo se pronunciaba (y ahora seguro lo digo mal) y en líneas generales nunca me había interesado el cine francés. Eso cambió rápidamente y mucho antes de la llegada de Agnès a mi vida, porque aún así recién nos conocimos cuando ya habían pasado una buena cantidad de años.

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: no estudió cine, como es costumbre ahora, sino que se interesó particularmente en literatura y fotografía, algo que influiría mucho a lo largo de su carrera, y comenzó trabajando como foto fija (¡como yo!), un dato que no se conoce demasiado. Tampoco fue aprendiz de ningún director, algo frecuente en la época: simplemente cuando quiso hacer una película, agarró una cámara y comenzó a filmar. Así nació La Pointe Courte (1954), su ópera prima, que fue editada por nada menos que Alain Resnais (otra de las principales figuras de la NV) y no tuvo muy buena recepción no sólo por su bajo presupuesto, sino por el hecho de que había sido realizada por “una chica de veinticinco años”. Sin embargo, su tenacidad y su ojo para el detalle la consagraron como parte del movimiento que también incluía a directores como el mencionado Resnais, François Truffaut, Jean-Luc Godard y Eric Rohmer.

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: ella abrió el camino para muchas de las mujeres que vinimos después. Fue la única mujer de la NV, y como tal, se convirtió en una luchadora por los derechos de las mujeres en ese mundo del cine que era (es) dominado casi (por ahora) exclusivamente por hombres.

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: no temía en abordar temáticas tabúes como la muerte y el sexo, así como tampoco en mezclar documental y ficción. A lo largo de su carrera como directora, jamás dejó de experimentar con el dispositivo cinematográfico, y de situarse en la vanguardia ideológica y estética. Cuando se comenzó a filmar en digital, abandonó la cámara analógica sin pensarlo dos veces, a diferencia de muchos de sus colegas.

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: ir a la vanguarda significa abrir caminos. En Réponse de femmes: Notre corps, notre sexe (1975), Agnès hace fílmicas preguntas que todavía debemos responder al día de hoy: ¿qué significa ser mujer? ¿Acaso los hombres que no conocen la paternidad son menos hombres? Una de ellas enuncia a viva voz: “¡estoy cansada de ser amada por misóginos!”. Agnès marcó el sendero como cineasta, pero también como mujer en la industria del cine y sobre todo como feminista detrás, adelante y lejos de las cámaras. Firmó el Manifeste des 343, una petición en la que 343 mujeres admitían haberse practicado un aborto y en la que instaban al gobierno francés sobre la importancia de legalizar el procedimiento y asegurar el acceso a medidas anticonceptivas para todas las mujeres. Fue un acto de desobediencia civil, ya que al firmar se exponían a ser procesadas penalmente. Y fue un acto de coraje que incentivó a 331 médicos a lanzar una petición similar dos años después, y finalmente a su legalización. El año era 1974.

Agnès murió ayer y me di cuenta de algo: Cléo (la protagonista de su película más conocida y “comercial”, Cléo From 5 to 7 ) es un poco parecida a Agnès. Cléo hace tiempo durante dos horas a través de las calles y las personas de Paris, mientras espera los resultados de un test de cáncer de mamas. Agnès murió de lo mismo sesenta años después, pero en vez de hacer tiempo, hizo películas.

Agnès murió ayer, pero sigue viva, como dijo una vez, en su cine, en el cine. Agnès, con su corte taza; Agnès, con su pelo en blanco y borgoña; Agnès, pequeña pero enorme. Querida Agnès: merci por tu feminismo; merci por tus películas. Merci pour tout. Au revoir!

Ilustración de Brianna Ashby

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