Querida abuela

Pwanerd
Cartas sobre cosas que pasan
3 min readJun 9, 2019

Te extraño. Tu ausencia se nota, quizá demasiado. Las cosas no andan tan bien en la tierra como supongo que andarán en el cielo. ¿Estarás observando meticulosamente, con esas esmeraldas que tenés por ojos, mientras te trenzás esos interminables hilos de plata? Espero que sí. Espero que el tiempo haya hecho con vos lo que no hace conmigo.

Ayer íbamos caminando, por Córdoba hacia Pueyrredón. Me acompañabas a tomarme el colectivo. Me agarrabas del cuello, “parate derecha, mocosa, así no vas a conseguir novio”. Un paso, dos pasos, tres pasos, y quizá ese era el problema. Me viste discutir a solas, me viste llorarme un océano, y aún así me seguís instando a que me busque un novio. ¿Por qué? Ya no son épocas para que me corras con eso, abuela.

Subí al colectivo y vos te quedaste afuera. La enorme masa de hierro comenzó a andar y me senté desganada; quería que me acompañaras todo el trayecto. Miré por la ventana y ahí estabas, sentada como un indiecito en una alfombra voladora invisible que te llevaba a la par del colectivo. Me acompañaste a destino volando como mi hada personal, y me esperaste en el café de la facultad hasta que salí a tomar el recorrido inverso.

Abuela, cada vez te veo menos. Cada vez estás más pálida. Cada vez más tus luceros son más brillantes, tanto que cegan, y tu larga trenza se mezcla con la realidad. ¿Te estás yendo? ¿Me vas a dejar definitivamente? Hay días que no te veo; te busco todo el día y no estás. Cuando te encuentro, algo en tu sonrisa te delata; no te queda mucho tiempo acá, y estás haciendo cada vez un mayor esfuerzo para venir a verme.

Veo como te tiran del camisón, tu camisón favorito. Ese violeta con florcitas y un arcoiris. Qué abuela hippie, suelo pensar. Veo como te llevan, veo como el violeta se empieza a transformar en el blanco de mi pared y de repente ya no estás, y ya sé que no vas a volver.

Estoy perdida en este mundo que no para de girar. Necesito tu toque de palabra sabia, esa frase justa que me mantenga en movimiento por voluntad propia y no por inercia. Necesito el desayuno de los domingos por la mañana (café, té, tostadas con queso y mermelada, pero sin jugo recién exprimido porque odiás el olor a naranja) y tus interminables anécdotas en tierras lejanas; nunca supe si habías vivido todas esas historias o si tu imaginación tenía un gran talento para el detalle.

Me dejo caer en las sábanas rayadas de mi cama y en cámara lenta voy pensando por qué me las compré. Por qué mi mundo puede identificarse con esas sábanas. Por qué necesito dormir para desconectar mi cerebro y no pensar. Miro el techo; lo hago desaparecer y miro las estrellas (look at the stars, look how they shine for you and everything you do, yeah, they were all yellow). Me pregunto cuál de todas serás (and I saw sparks). Es obvio: estás en todas ellas.

Es raro que pueda escribirte una carta en veinte minutos lo que vengo meditando hace veinte días. Querida abuela: te extraño un montón.

La ilustración es de Irene Lasivita: siganla en Instagram y conozcan su trabajo en su sitio web

--

--

Pwanerd
Cartas sobre cosas que pasan

Pequeño espacio para ensayos, relatos, poemas y reflexiones.