Diez de Octubre
La relación causa-efecto, con la certeza de que siempre es posible la victoria.
Por: Jorge Sariol
Imagen: Sergio González
En torno al alzamiento que promoviera Carlos Manuel de Céspedes 153 años, continúan tejiéndose diversas teorías sobre lo que a partir de entonces sería el cimiento de la identidad nacional.
El ensayo Los silencios quebrados de San Lorenzo, de Rafael Acosta De Arriba, publicado por la Casa Editora Abril, es uno de esos textos que se adentra con rigor en las complejas circunstancias sobre las que construyó la nacionalidad.
Cierto es que todo parte de la gran relación causa-efecto que conforma el nacimiento de los pueblos, si partimos del hecho de que toda identidad es el resultado de un largo proceso histórico, tan largo como contradictorio.
Mucho de lo que somos hoy y nos identifica como nación y nos caracteriza también como individuos, en buena medida se debe a esa cimentación que se consolidó aquel diez de octubre: rebeldes, resistentes, audaces aun cuando el contrario sea más grande, y parezca una locura el enfrentamiento.
Y aunque ciertamente del diez de octubre del mil 868 para muchos parta la fecha del nacimiento de la nación, la Rebelión de los Vegueros — en 1723 — fue la primera gran sublevación contra el poder colonial, si descontamos la leyenda de Hatuey, el aborigen antillano precursor.
Aunque de carácter económico, la lucha de los vegueros tuvo una resonancia incluso fuera del ámbito de las mismas Cortes Española y su final, sangriento y desolador, abriría una etapa de luchas que fueron agudizándose con el tiempo.
Del mismo modo se consideró como la primera revuelta antiesclavista, aquella encabezada, en 1812, por José Aponte, un negro liberto, que lograría organizar ramificaciones por el entonces Puerto Príncipe, Holguín, Bayamo y parte de Las Villas.
La primera sublevación “separatista” ocurrió en 1810, y uno de sus principales inspiradores, llamado Joaquín Infante, había esbozado un proyecto de Constitución de lo que sería la República de Cuba.
Otro tanto ocurrió con la famosa conspiración “Soles y Rayos de Bolívar”, en 1823, en tiempos del Capitán General Dionisio Vives, o la Conocida como la Conspiración de Vuelta Abajo en 1852, las que estremeció los muros del poder monárquico en la Isla.
Y como la identidad nacional no es una entelequia ni un concepto vacío… luego, con la Guerra del 95 o la fallida Revolución del 30, con el Moncada, el Granma, la gesta de la Sierra Maestra o el internacionalismo en África, han continuado cimentando esa forma de vernos como nación y de vernos también como individuos: rebeldes, resistentes, audaces, aun cuando el contrario sea más grande y parezca una locura el enfrentamiento.
Y sobre todo y con mucha más fuerza después de aquel diez de octubre, con la certeza de que siempre es posible la victoria