La sangre que fertilizó la Revolución

20 de abril de 1957, masacre de Humboldt 7

Editora Abril
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3 min readApr 21, 2020

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Un 20 de abril de 1957 fueron acribillados a balazos Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, José Machado Rodríguez y Joe Westbrook, miembros del Directorio Revolucionario de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

Cuatro hombres jóvenes: Fructuoso de 24 años, estudiante de Agronomía en la Universidad de la Habana, quien había tomado el mando del Directorio Revolucionario al morir Echevarría; José Machado, de la misma edad, estudiante de Ciencias Sociales, quien después del asalto al Palacio, al comprobar que su amigo y compañero de ideales Juan Pedro no había salido, regresó a buscarlo, poniendo en riesgo su vida, y logró rescatarlo. Carbó, el mayor del grupo, con 31 años, ya graduado de Veterinaria, mientras que Joe, estudiante también de Ciencias Sociales, no había cumplido todavía los 20. Una delación reveló su paradero a los perros del batistato que encabezados por el siniestro Esteban Ventura fueron a cazarlos al apartamento de Humboldt 7 donde se escondían.

Uno de los crímenes más escandalosos cometidos en la capital: un aparatoso despliegue policial de hienas armadas hasta los dientes contra cuatro jóvenes indefensos. Los hechos se sucedieron con la velocidad de una secuencia cinematográfica. Los cuatro trataron en vano de escapar al mortal cerco que les habían tendido. La jauría les fue encima, Joe logró llegar al apartamento de los bajos, le pidió a la vecina que le dejara permanecer allí para hacerse pasar por una visita, pero cuando tocaron a la puerta, para protegerla, fue él quien abrió, ella suplicó que no le hagan daño; el joven solo pudo caminar unos pasos , una ráfaga de ametralladora lo dejó sin vida; a Juan Pedro lo acribillaron antes de poder alcanzar el ascensor; Machadito y Fructuoso corrieron, se lanzaron por una ventana y cayeron en un pasillo de la agencia de automóviles Santé Motors, Co., en cuyo extremo una reja con candado impedía la salida, sin embargo la altura del salto había sido mucha, Machadito se había fracturado los tobillos y Fructuoso estaba inconsciente en el suelo, no podían escapar ni defenderse.

Hasta allí llegaron los esbirros y no se molestaron siquiera de abrir la verja, vomitaron fuego contra los dos jóvenes, después rompieron el candado, entraron y los remataron. El estruendo de las ametralladoras había estremecido el edificio y resonado con fuerza en la calle. Los vecinos estaban horrorizados, sus gritos de clemencia y de protesta fueron acallados con ráfagas intimidatorias. Los cuerpos de los asesinados fueron sacados como fardos. Se consumaba así otro de los tantos crímenes de Fulgencio Batista. Aquellos cuatro jóvenes dieron sus vidas por sus ideales y por el futuro de todos los cubanos. Desde que se sumaron a la pelea, sabían que los claros que dejaban las bajas en las filas de los combatientes serían ocupados por otros dispuestos a seguir su obra. Ni Fructuoso, ni Machadito, ni Carbó, ni Joe ni los que continuaron desafiando el terror y el crimen dudaron en arriesgar sus vidas para cumplir con el deber que le salió al paso a su generación. La masacre de Humboldt 7 fue otro dedo acusador contra la dictadura y no logró detener la rebeldía.

Un hecho conmovió y enlutó el corazón de millones de cubanos. El horrendo crimen no amilanó a los combatientes, que en la ciudad y en la Sierra Maestra, luchaban por conquistar la Revolución para los cubanos.

Fuentes: www.trabajadores.cu; www.radiorebelde.cu; www.radireloj.cu; www.juventudrebelde.cu

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