Memorias de extinción 6–7

VI

Andrés
Castillo de Huesos
2 min readJul 8, 2018

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Era la única que permanecía despierta esa noche. Había decidido quedarme despierta para hacer la vigilancia nocturna y así compensar el turno de la mañana que sólo realicé a medias. Las gotas de lluvia retumbaban los pedazos de hojalata del techo en una sinfonía ensordecedora. La llama de la fogata hecha con la leña recogida al final de la tarde amenazaba con apagarse debido al viento que entraba por las ventanillas. Tomaba una taza de amargo café sin azúcar que Isabel había preparado en su vieja cafetera –una de las pocas cosas que salvó de su hogar al escapar- antes de dormir, pero este hacía poco por apaciguar el insoportable frío.

No estaba particularmente concentrada en la tarea que debía realizar. Mi mente divagaba, como tiende a hacerlo, pensaba en cómo lograríamos adaptar a la niña a nuestra particular convivencia.

Y en la última vez que tuve una conversación de verdad con mi mamá.

Y en lo hermoso que era el lado maternal de Isabel.

Y cuanto extrañaba a mi gato.

Y cuanto deseaba volver a mi cama.

Y lo caliente que era.

Y en él.

En cómo terminó todo cuando lo vi por última vez.

En todo y en nada a la vez. Mi mente era un barril repleto de frustraciones. Nada de lo que sucedía parecía completamente real aún. De vez en cuando, cómo en ese momento, pensaba que todo era un sueño, que en cualquier momento el sonido del celular me despertaría y vería, medio-dormida, un mensaje de mi mamá diciendo lo decepcionada que estaba de mí. Me daría cuenta de las diez u once llamadas perdidas de Marcos.

Pero no era un sueño. Los dos años de frío y nerviosismo se hacían cargo de recordármelo.

VII

Conversación de Whatsapp con Marcos, 3 de Abril de del 2019

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