Trump, plataformas y qué esperar en América Latina

Maia Levy Daniel
Centro Latam Digital
5 min readJan 12, 2021

El bloqueo de Trump en las redes recibió tanto aplausos como rechazo. Ahora, ¿qué implica para líderes y ciudadanos en general? Actores clave deben ser incluidos en la conversación para responder a la demanda por mayor transparencia en la definición de criterios de bloqueo, acompañada de reglas claras y una implementación consistente.

Luego de varias idas y vueltas, Twitter y Facebook decidieron finalmente bloquear la cuenta de Donald Trump en sus plataformas por tiempo indefinido. Esto ocurrió días después de que sus simpatizantes tomaran el Capitolio de Estados Unidos en el momento en que se certificaron los resultados de las elecciones presidenciales. Lo mismo decidieron hacer posteriormente otras plataformas como Twitch y Snapchat. Desde el cierre de las elecciones que dieron por ganador a Joe Biden, Trump ha dedicado sus días a afirmar en las redes que las elecciones habían sido fraudulentas y a incitar a sus seguidores a la insurrección. Particularmente el día de la certificación en el Senado, Trump solicitó a través de redes sociales a su vicepresidente, Mike Pence, que revirtiera los resultados de las elecciones. Facebook y Twitter, tomando en cuenta el contexto de los posteos del presidente de Estados Unidos, decidieron impedirle utilizar sus plataformas como espacio para difundir sus ideas.

La decisión de bloquear a Trump generó un fuerte revuelo — paradójicamente — en las redes sociales, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Por un lado, muchos aplaudieron la decisión — entre ellos, el ex relator especial para la libertad de expresión y opinión de la ONU, David Kaye — y, en algunos casos, expresaron que las plataformas deberían haber tomado esta decisión mucho antes ya que Trump había estado incitando a la violencia desde su cuenta. Quienes se manifestaron en contra de la medida sostuvieron, entre otros argumentos, que puede ser muy riesgoso que la decisión de remover contenido de interés público esté a cargo de empresas privadas. Más aún cuando las reglas no son suficientemente claras o muchas veces se contradicen entre sí.

El hecho trajo gran confusión y muchas preguntas: ¿los tuits y posteos de Trump pueden constituir incitación a la violencia? ¿Cuál es el límite de la libertad de expresión en casos como este? ¿Fue solo porque el discurso de Trump no nos gusta? ¿Qué va a pasar con otros líderes políticos? ¿Deberían ser los gobiernos los que regulen en estos casos? Más allá de lo que ocurrió — estemos o no de acuerdo con la decisión — y de lo excepcional que pueda ser el caso Trump, la pregunta ahora es cómo seguimos. En particular, ¿cómo seguimos en América Latina, donde estas plataformas son también fundamentales para nuestra libertad de expresión?

Si bien el panorama en Estados Unidos, donde están basadas plataformas como Facebook y Twitter, es complejo, en América Latina la cuestión tiene algunas complejidades adicionales. Aun cuando son muchas y muy variadas, quisiera centrarme en un par que considero fundamentales. En primer lugar, actualmente líderes en otras partes del mundo están expresando ideas similares a las de Trump sin enfrentar las mismas consecuencias: por ejemplo, el vocero talibán sigue teniendo su cuenta en Twitter y algunos de sus tuits podrían ser considerados incitación a la violencia. En 2020 llevó bastante tiempo y esfuerzo desde la sociedad civil lograr que Facebook eliminara la cuenta de un político indio que incitaba a matar musulmanes rohingya. Las reglas cambiaron mucho en el último año y las plataformas no han explicado en forma clara por qué el tratamiento en cada caso ha sido distinto ni que los diferencia. Por lo tanto, cuesta predecir exactamente qué va a pasar cuando sea un líder latinoamericano quien se exprese y qué aspectos se van a tener en cuenta para su análisis.

Por otro lado, las reglas de comunidad y términos de servicio de las plataformas están diseñadas para ser implementadas principalmente en Estados Unidos. Luego pueden ser ajustadas a otras partes del mundo, pero no están pensadas desde la lógica de cada región. Para decidir finalmente bloquear la cuenta de Trump se consideró el contexto en el que el presidente se expresó — un contexto de violencia social fomentada por él mismo, promoción de violencia entre sus adeptos en torno a los tuits de Trump, un Capitolio tomado por sus seguidores días antes y mensajes posteriores de aprobación de esa violencia por parte de Trump. Según el comunicado de Twitter, se consideró específicamente cómo eran recibidos los tuits de Trump por otros usuarios y cómo se estaban interpretando dentro y fuera de la red social. ¿Cómo se van a analizar con tal detalle otros casos similares que puedan surgir en el futuro? Como señaló Emma Llansó del Center for Democracy and Technology, es imposible hacer ese análisis a escala — y ya sabemos que los algoritmos no son una solución. Más aún cuando ese contexto no es conocido por los moderadores. Hay muchos ejemplos que muestran que no será fácil analizar otros contextos: por ejemplo, en diciembre de 2020 Facebook eliminó un posteo publicado por el Presidente de la Agenda Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación sobre un tratamiento contra el COVID-19 que había sido autorizado por ANMAT, el equivalente a la Food and Drug Administration (FDA) en Argentina. Dado que el tratamiento en cuestión no había sido aprobado por la FDA, Facebook lo eliminó por considerarlo una noticia falsa. Además, como mencionó Llansó, es difícil entender si estas medidas van a aplicarse también a usuarios en general y en qué tipo de casos.

Ahora que Trump ya está bloqueado, empresas como Facebook y Twitter deben aclarar específicamente — y más allá de la justificación sobre la incitación a la violencia y el contexto — cuáles fueron las variables definitorias para bloquearlo y qué va a pasar en el futuro con otros líderes así como con usuarios en general. La demanda por mayor transparencia sigue vigente, pero también necesitamos que venga acompañada de criterios que generen reglas claras y una implementación consistente. Si las mismas intervenciones van a adoptarse en América Latina, es necesario que se involucre seriamente a activistas, organizaciones de sociedad civil y académicos de la región para analizar su pertinencia y definir criterios claros que tengan en cuenta el contexto latinoamericano. Sin estas definiciones, las empresas generan confusión en sus usuarios y una sensación de arbitrariedad que puede resultar en autocensura, lo que pondría en peligro su derecho a la libertad de expresión. Más allá de las confusiones ya generadas, las plataformas no deberían perder esta oportunidad para llevar mayor claridad a sus usuarios y a la comunidad en general a fin de poder involucrarse y analizar las reglas con detenimiento. Esperar a que otro evento como este suceda en otra parte del mundo no parece ser la mejor idea.

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