Por: Ángel Mario Martínez
@angelmariomtz
Imaginen a un hombre de tez blanca y 60 años, complexión robusta, inexpresivo, ojos entrecerrados y haciendo muecas con su boca. Súmenle una cabellera amarilla, no rubia, y un traje que debe costar varios miles de dólares.
Ahora, ubíquenlo junto a un ring de lucha libre. De la nada se levanta y ataca a otro hombre, lo lleva al piso y comienza a golpearlo en el rostro en repetidas ocasiones ante el éxtasis del público.
¿Qué tiene que hacer un hombre de negocios que vale aproximadamente 4 mil 500 millones de dólares en Wrestlermania XXIII golpeando a Vince McMahon?
Donald Trump es un personaje que vive en el ojo público. Su fortuna no le ha sido suficiente plataforma para mantenerse vigente en los medios y hasta en las canchas.
El historial de este magnate dentro del mundo del deporte es amplio, ya sea como financiador de torneos o hasta protagonista de eventos. Sin embargo, nunca había logrado el éxito que ya consiguió en las casillas.
Conductor, empresario, “luchador” y golfista. Este personaje ahora tiene el papel más importante de su vida: ser presidente de los Estados Unidos.
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TRUMP, EL JUGADOR
Vayamos poco más de 50 años antes. Un joven Donald Trump enfundado con la casaca de la Academia Militar de Nueva York se para sobre el montículo de pitcher en un campo de beisbol. Mira con detenimiento al catcher, levanta su brazo y lanza una recta que supera las 80 millas por hora.
La imagen del presidente de los Estados Unidos como un atleta es algo que pocas veces cruza la cabeza del aficionado deportivo. Escasos son los registros que se tienen del empresario como jugador más allá de las anécdotas de sus compañeros de clase.
Ted Levine, uno de sus amigos en la academia, lo describe como un deportista lleno de talento, que, de haberlo querido, pudo llegar a ser profesional:
“El era el mejor, un buen y gran atleta. Él pudo haber jugado beisbol profesional como pitcher. Creo que lanzaba a 80 millas por hora y yo era el catcher. Siempre me dejaba la mano negra y azul. ¿Pudo jugar futbol americano? ¿Pudo jugar futbol? Él pudo jugar todo lo que quiso. Es talentoso física y mentalmente”, comentó Levine en una entrevista al sitio businessinsider.com.
Si tenía talento de ligamayorista, nunca lo sabremos, Trump decidió enfocarse a incrementar su fortuna con sus negocios en bienes raíces alrededor del mundo y a la par invertir en el deporte.
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TRUMP, EL MAL PERDEDOR
“Acabo de escuchar que el Tour de la PGA se estará llevando de Miami hacia México. Están moviendo su torneo a la Ciudad de México, espero que tengan un seguro antisecuestros”, comentó Donald Trump en una entrevista a Sean Hannity de la cadena Fox tras enterarse que la PGA abandonaba uno de sus campos de golf en Florida como sede del Campeonato Mundial de Golf.
Personalidad de la farándula y sobretodo “despiadado empresario”, Trump posee un largo historial como hombre de negocios en el deporte. No siempre exitoso.
El golf ha sido la superficie más verde en la que ha visto crecer su fortuna. Son aproximadamente 176.4 millones de dólares los que han caído a su cuenta de cheques gracias a los 18 campos que posee en los Estados Unidos y el resto del mundo. El perder un evento tan importante como uno avalado por la PGA es un duro golpe y más cuando este se traslada a México. El comisionado del PGA Tour, Timothy Finchem, declaró que esta decisión es por tema de patrocinios. Muchas empresas ya no desean que su nombre aparezca junto al apellido Trump.
No es la primera vez que la visión Trump no tiene éxito en las canchas, basta recordar cuando el magnate se enfrentó a la liga más poderosa del planeta: la NFL.
En la década de los 80, Trump fue partícipe en la fundación de una liga de futbol americano que competía directamente con la NFL, la United States Football League (USFL), que si bien tuvo un comienzo decente, terminó en el olvido.
En 198, con 12 equipos establecidos en diferentes ciudades y un contrato televisivo con ESPN, la liga comenzó firmando a grandes estrellas colegiales como Jim Kelly, Hershel Walker y Steve Young, además de tener un calendario en primavera para no competir directamente con la NFL, un panorama que lucía bueno, pero la ambición del dueño de los New Jersey Generals, Donald Trump, pronto llevaría todo a la desaparición.
“Si Dios quisiera futbol americano en la primavera, nunca hubiera creado el beisbol”, comentó Trump en alguna ocasión. El magnate deseaba una rebanada más grande en el deporte de las tecleadas, motivó al resto de los dueños a cambiar el calendario a otoño y al mismo tiempo demandó a la NFL por prácticas monopólicas al no permitir la libre competencia con la USFL.
El juicio fue muy rápido, pronto el veredicto estaba en la mesa. Trump y compañía esperaban una indemnización de hasta mil 700 millones de dólares. El jurado declaró a la NFL como un “monopolio ilegal debidamente juzgado”, es decir si bien eran un monopolio como tal, no se manejaban fuera de la ley. Al final Trump y compañía se llevaron una “victoria ficticia”, la NFL les pagó solo tres dólares como pago simbólico y la USFL pasó a mejor vida en 1987. Tremendo golpe a un hombre con un orgullo del tamaño de sus cuentas bancarias.
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TRUMP, EL CAPITÁN
Imaginen ahora a Trump en el mejor palco de los Philadelphia Flyers de la NHL, disfrutando del mejor champagne y un suculento menú gastronómico. La acción se desarrolla sobre el hielo, pero eso al magnate no le interesa, habla presuntuosamente de sus edificios y millones en el banco. Ahora imaginemos a Ed Snider, fundador del equipo de Filadelfia sentado junto a él, hombre de más de 80 años y concentrado en el partido. Trump no deja de hablar de política y Snider no puede concentrarse en el juego de playoffs. La tensión es alta y el directivo de los Flyers corre a patadas al magnate del palco. Nadie ni nada puede interferir entre él y el hockey.
Son demasiadas las personalidades deportivas que chocan con la mentalidad del candidato, aunque es cierto que sus ideas radicales han encontrado un nicho de atletas polémicos que le han brindado su apoyo en la carrera presidencial.
Hay un dicho que dice “Dios los hace y ellos se juntan”. Nada mejor para explicar la lista de nombres que han endosado al republicano en el último año:
- Tom Brady: ganador de 4 Super Bowl y protagonista de supuestas trampas en juegos de la NFL.
- Dennis Rodman: Campeón de la NBA envuelto en malos comportamientos fuera de las duelas.
- Hulk Hogan: Ex luchador de la WWE, cesado por comentarios racistas en contra de los afroamericanos.
- Pete Rose: Ex ligamayorista, líder de hits en la historia y castigado por apuestas ilegales fuera del diamante.
- Mike Tyson: Ex campeón mundial pesado de boxeo, ex convicto por abuso sexual y confeso consumidor de drogas.
- Otros: Dana White (Presidente del UFC), Paul O’Neill (ex jugador de los Yankees) y Terrell Owens (ex jugador de la NFL).
Polémica, es la palabra que ronda el aura de estos atletas y es la misma que ha acompañado a Trump a lo largo de su carrera empresarial, en la farándula y la política.
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TRUMP, EL MVP QUE DESEA SER
“Obama dijo en su discurso que los musulmanes son nuestros héroes olímpicos. ¿De qué deportes habla y de quién?”, fue un tuit publicado por el entonces candidato republicano. Quizá Trump no recuerde que en 2001 le entregó un premio humanitario a una leyenda del deporte en general y del pugilismo que también era musulmán, Muhammad Ali, con quien “presumió” una amistad tras su muerte en abril pasado, aunque esta no era recíproca. Este hombre de corta memoria, comentarios anti musulmanes, anti latinos y pensamiento extremista es el nuevo presidente de la nación más poderosa del mundo.
Un hombre que según el sitio celebritynethworth.com vale 4 mil 500 millones de dólares, que según la revista Forbes ocupa el puesto 336 de los más ricos del mundo, que ha ganado dos premios Emmys al despedir a personalidades en un reality show y que forma parte del Salón de la Fama de la WWE.
El deporte en los Estados Unidos es un negocio que no es controlado por el gobierno, según datos de las mismas ligas (MLB, NFL, NHL, NBA y MLS) tienen ingresos anuales de 29 mil 233 millones de dólares.
Es cierto que Donald Trump no podrá meter mano directamente en las canchas, pero su poder y ambición lo puede acercar a cumplir uno de sus sueños truncos: ser un magnate deportivo más allá de impulsar el deporte amateur en ese país y para quienes no tuvo palabra alguna en sus discursos.
Trump, el empresario que intentó comprar a los Yankees con todo y sus estrellas latinas, a equipos de futbol en Sudamérica, que desea construir un muro en la frontera con México y que apuesta por los peleadores aztecas en las funciones de box.
¿Este es el hombre que el pueblo americano eligió para convertirse en su MVP?